"Es parte de vivir aquí": pueblo de Florida observa resignado las consecuencias de Idalia

"Es parte de vivir aquí": pueblo de Florida observa resignado las consecuencias de Idalia

Miriam Butler observa resignada el agua que inunda una calle de Crystal River, en el noroeste de Florida, este jueves. A sus 82 años, se siente cansada y aún no ha tenido fuerzas para ver los daños que el huracán Idalia provocó la víspera en su pequeño negocio de jardinería.

“Sé que el agua llegó adentro y me arruinó todo”, lamenta esta hondureña, que lleva más de 30 años viviendo en Florida, en el sureste de Estados Unidos. “Soy una señora mayor, he trabajado tanto y estas tormentas te dejan tan frustrada”.

En medio de la calle un coche quedó abandonado, hundido en el agua. La víspera una marejada ciclónica provocada por Idalia alcanzó los 2,7 metros de altura en distintas partes de este pueblo costero de 3.400 habitantes.

Aquí el viento apenas causó daños, a diferencia de la zona donde el huracán alcanzó la costa, unos 170 km más al norte. Los tejados están intactos y los numerosos sauces llorones, pinos y palmeras que bordean las calles siguen en pie.

Idalia tocó tierra en Florida el miércoles como huracán de categoría 3 en una escala de 5. Dejó cortes de electricidad, inundaciones y subidas récord de niveles de agua en el estado.

En Crystal River, situado junto a un estuario en el Golfo de México, el riesgo siempre fueron las inundaciones.

Varias calles de la localidad siguen llenas de agua el jueves por la mañana, y los vecinos que evacuaron el pueblo regresan a sus casas o tiendas para comprobar el impacto del huracán.

“Parte de vivir aquí”

Michael Curry, propietario de una empresa de construcción de tejados, ya ha empezado a reparar los daños sufridos en su local con un objetivo en mente: reabrir el próximo lunes.

Las bolsas de arena y la cinta adhesiva que colocó en puertas y ventanas no impidieron que unos 60 cm de agua entraran en su negocio. Así que ahora sus empleados y él retiran el aislamiento de las paredes, arrancan la moqueta y se disponen a remplazarlo todo para evitar el moho.

“Ahora deberíamos estar tranquilos, pero tal vez tengamos que hacer esto de nuevo en una semana o un mes. Esto es parte de vivir aquí”, dice el empresario de 43 años.

A un kilómetro de ahí, junto al estuario de Crystal River, conocido como el hogar de los manatíes, Bob Bieniek recorre su casa de dos plantas observando las consecuencias del huracán.

Este agente inmobiliario de 66 años está acostumbrado a las inundaciones tras años en esta ciudad, pero no se esperaba sufrir tantos daños esta vez.

El miércoles el agua subió hasta dos metros en el interior de su vivienda, llenando las paredes de humedad y rompiendo un mueble de cocina. Y afuera, al otro lado de un pequeño jardín con césped, la crecida arrancó parte de un atracadero.

Bieniek lo sobrelleva con calma. A pesar de la amenaza de los huracanes y las inundaciones en las costas floridanas, no se le pasa por la cabeza marcharse a otra parte.

“Crystal River es uno de los mejores lugares de Florida. Voy a jubilarme aquí. Compraremos una vivienda con más altura o construiremos una casa sobre pilotes”, dice. “Esto es la vida en el paraíso”.