Samantha debió llevar forzosamente en su vientre un feto con anencefalia, “incompatible con la vida”. Sin opción legal de abortar en Texas, vio cómo, cuatro horas después de nacer, su bebé se tornaba morada y fallecía en los brazos de su padre.
Samantha Casiano, de 29 años, y Luis Villasana, de 25, cuidan de cuatro hijos y una ahijada en su casa rodante en el este de Texas. Halo, una niña, se iba sumar a ellos y la esperaban con alegría. Pero un chequeo médico a las 20 semanas de embarazo en diciembre de 2022 entregó un nefasto diagnóstico.
“Supimos que mi hija tenía anencefalia [malformación cerebral y craneal], y que moriría pronto, antes o inmediatamente después del parto”, contó Samantha a la AFP. En teoría, una opción médica en estos casos, explica, era el aborto.
Este procedimiento era considerado un derecho en Estados Unidos tras un histórico fallo en 1973. Pero el año pasado, la Corte Suprema, de mayoría conservadora, lo revirtió. Tras ello, más de una docena de estados lo han prohibido, penalizado o restringido.
En Texas, un médico puede ir a la cárcel por un siglo y perder la licencia médica si es declarado culpable de practicar un aborto. Así que su doctor no le dio opciones y le recetó antidepresivos, explicó.
“Fue horrible porque yo quería que mi hija descanse en paz más temprano que tarde, y tuve que esperar hasta que naciera”, detalló.
Recibió un permiso médico para trabajar desde casa y esperar allí el parto. Mientras, debió soportar felicitaciones y preguntas incómodas de qué planes tenía para el bebé, cuando su embarazo, según el diagnóstico, era “incompatible con la vida”.
Samantha es una de las trece pacientes que ha demandado al estado de Texas, en el sur de Estados Unidos, tras habérseles negado el aborto pese a las complicaciones de salud. Piden a la justicia que se aclaren cuáles son las “excepciones médicas” para practicar este procedimiento.
El último miércoles contó su experiencia frente a una jueza, soportando las preguntas de los abogados del estado, que piden desestimar el caso porque consideran que las excepciones pueden hacer que estas se usen de forma arbitraria.
En el tribunal, Samantha se quebró al recordar lo que vivió, vomitó y fue llevada al baño, donde rompió en llanto.
Ir a la cárcel
Algunas pacientes con recursos económicos han abortado en otro estado donde este procedimiento aún no está penalizado. “Pero nosotros no teníamos los fondos para salir del estado. Y además es contra la ley”, comentó a la AFP Luis, esposo de Samantha.
“Podíamos ir a la cárcel, ser multados, y si él (Luis) iba conmigo también se metía en líos. ¿Quien iba a cuidar de los niños que ya tenemos? (…) No estábamos dispuestos a arriesgar y meternos en problemas”, sostuvo Samantha.
Los demandantes, apoyados por el Centro de Derechos Reproductivos (CRR, en inglés), también buscan una orden judicial temporal para bloquear las prohibiciones del aborto en caso de complicaciones del embarazo, mientras se resuelve el tema de fondo.
El caso se llama Zurawski vs. el Estado de Texas, por Amanda Zurawski, quien encabeza la causa.
“Casi muero por las inhumanas prohibiciones al aborto en Texas. Cuando necesité de un aborto de emergencia fui obligada a ir a casa y esperar a estar lo suficientemente enferma para ser tratada”, contó Amanda en conferencia de prensa.
En su situación, el aborto espontáneo era inevitable, pero el médico se negó a intervenir porque el corazón del feto aún latía. Tuvo un shock séptico y casi muere. El bebé nació sin vida.
Morir en sus brazos
Mi hija “murió en mis brazos. Estuve allí las cuatro horas enteras” que sobrevivió en el hospital tras nacer a fines de marzo de 2023, semanas antes de los nueve meses, contó Luis.
“Pasó de estar tibia a ponerse fría”, dijo Samantha. “Yo llamé a los doctores y les pedí que verificaran la respiración de la bebé, porque sentí que se iba”, agregó Luis.
Samantha contó que vio a su hija jadear, como pidiendo aire. “Gradualmente se fue poniendo morada” y expiró. Lidiar con los gastos del funeral fue otro dilema para su apretada economía.
Ella espera que la jueza del caso acepte la demanda y haya claridad para atender casos similares, y “que la ley cambie para que otras mujeres no pasen lo que yo pasé”.
Lauren Miller, otra de las demandantes, cuestionó a quienes se oponen al aborto en todos sus extremos.
“Se llaman a sí mismos pro-vida, tal vez mejor simplemente llamarlos pro-latidos, porque de lo que están hablando no es de la vida (…) A la hija de Samantha le faltaba el aire (…) No deberíamos torturar a los bebés y llamarlo pro-vida”, sentenció.