Fire Island, Estados Unidos. Desde hace un año, el teléfono no deja de sonar. Linda Prine, médica de Nueva York, repite estas instrucciones una y otra vez: “Asegúrese de beber mucha agua”, “tome ibuprofeno, la ayuda”, “todo parece haber ido bien, puede relajarse”.
La línea telefónica de la que es cofundadora y que es atendida de forma voluntaria por unos 70 profesionales de la salud, tiene como objetivo responder a las preguntas de las mujeres que quieren abortar en Estados Unidos. Particularmente las de aquellas que realizan un aborto con medicamentos solas en casa, sin ver a un médico, porque ahora el procedimiento es ilegal en su estado.
En 2019, Prine y otra colega decidieron establecer esta línea directa ante las crecientes restricciones impuestas por el gobierno de Donald Trump. Llegaron a ser en total 12, que se repartían por turnos.
Luego, hace un año, la Corte Suprema revocó la protección federal del aborto. Y a renglón seguido, alrededor de quince estados prohibieron o restringieron muy severamente el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo.
Esa decisión provocó “un enorme aumento” del número de llamadas, explica la médica a la AFP.
Prine está de vacaciones en una pequeña casa de alquiler cerca de Nueva York, pero de todas maneras atiende llamadas. En cuatro horas, recibe 13 y responde a otras 18 personas por mensaje de texto.
“Antes podía hacer otras cosas al mismo tiempo. Ahora a veces ni siquiera tengo tiempo de ir al baño”, dice riendo esta activista comprometida con el derecho al aborto desde hace décadas. Los turnos son a veces “agotadores”, confiesa.
– Tranquilizar –
Cómo encontrar pastillas para abortar es la principal inquietud de quienes llaman. La “hotline” no las brinda directamente, pero redirige a las mujeres a otros sitios.
En los estados donde el aborto está prohibido, todavía es posible solicitarlas desde el extranjero. Muchas llaman después de tomarlas, para asegurarse de que el procedimiento realmente funcionó.
Las pruebas de embarazo pueden dar positivo hasta varias semanas después de un aborto, lo que puede generar confusión. Incansablemente, Linda Prine pregunta con benevolencia: “Antes de tomar las pastillas, ¿tenías dolor en el pecho, fatiga y náuseas?” ¿Han “desaparecido” estos síntomas?
A veces, la angustia de estas mujeres proviene de un sangrado que se prolonga por varias semanas, lo que puede ser normal. “La mayoría de las veces, no damos consejos médicos. Tranquilizamos”, explica Prine.
“El aspecto médico (del procedimiento) es muy seguro, pero la parte del miedo y la ansiedad es muy complicada”, dice. Por temor a ser denunciadas, muchas no se lo cuentan a nadie y se sienten muy solas.
“Una puede detectar en la voz de quienes llaman que están agradecidas de tener a alguien con quien hablar y que pueda responder a sus preguntas”.
La línea telefónica está abierta 18 horas por día. La mayoría de los voluntarios son médicos generales y las pacientes permanecen en el anonimato.
Esa mañana, una de ellas dice que llama desde Texas, estado donde el aborto ahora es ilegal, incluso en casos de violación.
“Lamento que viva en un estado tan horrible”, le dice la médica a otra mujer, con compasión.
– “Indignante” –
Desde la decisión de la Corte Suprema, la principal diferencia señalada por Linda Prine es el estado de los embarazos en el momento en que se toman las pastillas abortivas, que pueden tardar varias semanas en llegar desde el extranjero.
“Durante los primeros tres años de la línea directa, recibíamos una o dos llamadas de alguien que usaba las píldoras a las 18 semanas”, dice. “Ahora a veces recibimos una llamada como esa una o dos veces por día”.
En Estados Unidos, las píldoras abortivas están autorizadas por la Agencia de Medicamentos hasta 10 semanas después del final del último período menstrual.
Luego, las mujeres pueden recurrir al aborto quirúrgico allí donde esté permitido.
De todos modos, cuando las píldoras se toman en el segundo trimestre de embarazo, “la persona siente pánico, porque acaba de dar a luz un feto reconocible y el cordón umbilical todavía está allí. No saben qué hacer y lloran”, cuenta Prine.
Sigue siendo “indignante que alguien tenga que pasar por esto sola, sin apoyo médico”. A veces, se trata incluso de adolescentes, protesta la doctora. Ella misma abortó cuando era estudiante universitaria y las interrupciones de embarazos no eran aún legales en todo Estados Unidos.
El contexto también puede generar sentimientos de culpa. “Esta mañana, una mujer me dijo: ‘tengo 39 años, nunca he hecho nada ilegal en mi vida, pero no puedo tener otro hijo'”, relata Prine. “Eso llevó a que su experiencia fuera mucho más difícil”.
Prine se declara “furiosa” por las restricciones al derecho al aborto en Estados Unidos, pero convierte su rabia en acción: “Es es lo que me motiva a luchar”.
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