Cientos de personas se concentraron frente a la puerta principal del Servicio de Inmigración y Emigración, este lunes, en Lalue. Los guardias de seguridad, abrumados, tratan de calmar a esta multitud que se empuja constantemente.
Una pelea entre un anciano y una joven muy alterada llama la atención de los presentes. Agentes de seguridad intervienen para calmar a las dos personas.
“No estamos acostumbrados a recibir a toda esta gente. No esperábamos esta situación. Esta mañana, de madrugada, la multitud ya estaba presente”, cuenta un vigilante de seguridad en la entrada.
En el interior, la multitud también es enorme. Un calor sofocante reina en el espacio. La gente, cansada y cansada de esperar, trata de aguantar. Otros, exhaustos, presentes desde muy temprano, se sientan en el piso del salón. En el servicio de entrega y de reclamos, la fila ya no avanza.
Un joven de unos veinte años, presente en la oficina desde las 7 de la mañana, visiblemente molesto, dice que lleva un año intentando sacar el pasaporte. “Hace un año que vengo aquí a que me entreguen el pasaporte y cada vez me dicen que regrese en tres días”, se deja llevar por el joven que ahora sueña con ingresar al programa “Palabra Humanitaria”.
“Esta mañana vengo de Mirebalais. Cuando llegué, me enviaron a la DGI. La DGI me dijo que volviera a Migración porque necesito una carta. Ahora me dicen que espere”.
Una señora de unos 50 años, sentada en un banco, testifica: “Hace tres meses que ando merodeando por aquí por mi pasaporte y siempre hay algún problema. Para esta normalienne, residente del pueblo Lumane Casimir, el programa del gobierno estadounidense no es una fuente de motivación para tener su pasaporte. “Nada funciona en este país. No solo Inmigración, ninguna institución estatal está funcionando. Por eso todos quieren meterse al programa”, explica la señora.
En la DGI la situación es la misma. Los empleados dicen que la gente sigue llegando, especialmente al servicio de entrega de sellos de pasaportes.
En la sucursal del banco que alberga a la DGI, la gente se empuja y pelea para pagar las cuotas que exige un sello de pasaporte o un número de identificación fiscal. Un hombre entrevistado afirma haber estado en Croix-des-Mission, en Delmas 31, antes de llegar a la sede de la DGI para obtener un número de identificación fiscal para su hermano que necesita un pasaporte con la esperanza de integrarse al programa “Palabra Humanitaria”.
Visiblemente decepcionado, estaba a punto de irse sin el número de registro cuando nos acercamos a él.
Estas afluencias observadas a nivel de estos servicios siguen al anuncio del programa “Humanitarian parole” del gobierno estadounidense, el 5 de enero. Dicho programa deberá acoger mensualmente a 30 000 ciudadanos de Haití, Nicaragua, Venezuela y Cuba, anunció el presidente estadounidense, Joe Biden.