El presidente de Irán, Ebrahim Raisi, prometió este martes “vengar” el “asesinato” del influyente general iraní, Qasem Soleimani, abatido por Estados Unidos hace tres años en un ataque con drones durante un desplazamiento en Irak.
“No hemos olvidado y no olvidaremos la sangre del mártir Soleimani”, aseguró Raisi durante un acto en Teherán por el tercer aniversario de su muerte, en que asistieron miles de personas.
El entonces presidente estadounidense, Donald Trump, ordenó el 3 de enero de 2020 el asesinato con un ataque con drones del comandante de la Guardia Revolucionaria, ejército ideológico de la República Islámica iraní.
Antes de su muerte, Soleimani dirigía la Fuerza Quds, la rama internacional de la Guardia Revolucionaria, y era uno de los dirigentes militares más reputados en su país, al ser considerado como un héroe de la devastadora guerra que enfrentó Irán con Irak durante la década de 1980.
Raisi advirtió a los “asesinos y organizadores” del ataque que “la venganza de la sangre del mártir Soleimani será una realidad y aquellos que cometieron el asesinato no pueden dormir tranquilos”.
El presidente iraní había responsabilizado el año pasado a Trump de la muerte del comandante iraní y había jurado que lo vengarían, ya fuera con su juicio o con su muerte.
Teherán también “identificó y acusa a 154 personas, 96 de ellas estadounidenses” de este homicidio.
El Pentágono justificó entonces ese ataque por el hecho de que Soleimani “había desarrollado planes para atacar a diplomáticos estadounidenses y miembros de sus servicios en Irak” y el resto de Oriente Medio.
Sin embargo, el Hezbolá libanés dijo este martes que Washington no logró sus objetivos, puesto que “nuestro eje se hizo más fuerte con su sangre”, aseguró Hasan Nasralá, líder de esta organización chiita aliada de Irán.
Soleimani fue abatido junto con el general iraquí Abu Mahdi al Muhandis durante un ataque estadounidense con drones cerca del aeropuerto de Bagdad, capital de Irak.
Irán respondió pocos días después con bombardeos contra bases que albergaban a soldados estadounidenses en Irak, en que no murió ningún militar.