El lado conmovedor de Machu Picchu, su historia emblemática, el saber que transmite hasta hoy y sus múltiples legados históricos, espirituales, económicos, para con el medioambiente, entre muchos otros, tiene un problema.
Su enorme fama tiende a eclipsar a muchas otras atracciones increíbles y normalmente más antiguas de Perú.
Una de ellas, y de las más notables, pero casi oculta, es Rúpac, a menudo conocida como el “Machu Picchu de Lima” o “la Ciudad del Fuego”.
La rica historia preincaica de la región se puede descubrir visitando el Complejo Arqueológico El Brujo, que incluye su momia pre-inca llamada “la Dama de Cao”. Como mujer momificada, obligó a los estudiosos a repensar el papel de la mujer en la región.
Rúpac es un importante sitio arqueológico a una altura de 3.400 metros no muy lejos de la capital, Lima. Perteneció a la cultura Atavillos y fue construido alrededor del año 1200 d.C.
Los incas no fueron la primera civilización en América del Sur y no estaban tan establecidos cuando llegaron los españoles. Otra civilización increíblemente antigua que antecedió a la Inca fue la de Chan Chan en el desierto de Perú. Toma alrededor de tres a cuatro horas llegar a Rúpac desde Lima y luego otras 3 a 4 horas de caminata desde Pampas para ingresar a la “Ciudad del fuego”.
Tal vez por eso el secreto tan guardado y poco visitado, pero el esfuerzo lo vale totalmente. A pesar de lo desafiante de la caminata, es uno de los destinos más populares para realizar trekking debido a los maravillosos paisajes que se ven en el camino.
Durante el recorrido se pueden apreciar paisajes impresionantes sobre todo si se llega a la cima en el atardecer. Es una experiencia inolvidable con una vista panorámica de todo el valle.
También es posible explorar el complejo arqueológico de los Atavillos en el mismo sitio, donde se pueden ver las chullpas, utilizadas sobre todo como miradores, que actualmente se mantienen en perfecto estado de conservación. Asimismo, al visitar la zona se puede observar escaleras, almacenes, patios y chimeneas con techos de piedra que resisten el paso de los años.
En Rúpac hay una zona de campamentos donde es posible instalar una carpa para pasar la noche y sorprenderse con el colchón de nubes vistas desde arriba al amanecer. De diciembre a abril es la temporada de lluvias y de mayo a noviembre es la temporada soleada. Se dice que mayo es la mejor época para visitar Rúpac ya que, según los pobladores de la zona, se ve con mayor claridad el famoso colchón de nubes y los atardeceres con el cielo color fuego.
Situada en una montaña a 3.500 metros de altura, la ciudadela se mantiene en perfectas condiciones como si sus constructores aún vivieran en este lugar tan enigmático como apartado.
Conocidos como una de las culturas preíncas más guerreras de la provincia de Lima, los Atavillos ocuparon las cimas de las montañas (entre los 3.500 y 3.800 m s. n. m.) próximas a la costa, con el fin de establecer un sistema de defensa desde las alturas ante eventuales ataques.
Su privilegiada habilidad para la construcción les permitió edificar más de 50 construcciones en las cimas de montes elevados para tener una vista panorámica de la zona, vigilar los cultivos, y proteger a la población del contacto con extraños y, por tanto, de enfermedades.
El recorrido puede hacerse en vehículo hasta el Pueblo fantasma de Pampas (3070 msnm), en el camino se atraviesa el Pueblo de La Florida en donde se deben pagar los 10 soles de derecho de ingreso a Rúpac.
En Pampas termina la vía y a partir de allí se debe continuar el camino a pie. Una de las viviendas ha sido habilitada como restaurante en el que se almuerza como en casa. En su mayoría es un poblado que se encuentra abandonado.
Como se mencionó, uno de los atractivos más conocidos de este lugar, es el espectacular colchón de nubes que da una fantástica sensación de estar por encima del cielo. Éste tiende a formarse con más frecuencia en los meses de enero y febrero, principalmente al caer la tarde o temprano en la mañana alrededor de las 5.00 am.
Las Kullpis (viviendas) sorprenden con la particular forma en que vivían los Atavillos junto con sus muertos. Se dice que antiguamente las construcciones estaban pintadas de rojo brillante (todavía se puede apreciar algunos pequeños fragmentos de esta pintura) y cuando se ponía el sol la ciudadela parecía encenderse, de allí su apelativo de “Ciudad del Fuego”.
El complejo arqueológico de Rúpac cuenta con 51 casas de piedra de unos 10 metros. De ellos, unos 28 se encuentran en un buen estado de conservación, entre los que destaca el Castillo Marca Kullpi. Algunas de estas casas poseen techos sólidos de piedra y un segundo piso que era usado como almacén y chimenea.
Flavia Tomaello