Londres, Reino Unido. “La noche fue fría pero vale la pena”. Como Carole Budd, los incondicionales de Isabel II ya plantaron su tienda de campaña en el centro de Londres para asegurarse estar en primera fila durante el funeral del lunes.
Esta maestra de 65 años acampa frente a Westminster Hall, donde se encuentra la capilla ardiente de la soberana, y la Abadía de Westminster, donde tendrán lugar las exequias ante 2.000 invitados.
“Yo asistí al funeral de Diana cuando era adolescente, justo delante de la abadía de Westminster y el ambiente era increíble”, recuerda Magdalena Staples, de 38 años, que forma parte del pequeño grupo de gente instalado en la plaza del Parlamento.
Esta mujer, que viajó a Londres desde Yorkshire (norte de Inglaterra) junto a sus hijos de 9 y 10 años, explicó a la AFP que quería que estos “vivieran la misma experiencia”.
La familia fue desalojada en varias ocasiones antes de que las autoridades les permitieran finalmente acampar no lejos del Big Ben. En total, dormirán tres noches en una tienda azul instalada en la acera.
En esta zona, se toleran las coloridas tiendas, pero se pide a los improvisados campistas que las plieguen durante el día para no bloquear una calle ya abarrotada, detalla un agente de policía a la AFP.
Los admiradores de la familia real, equipados de ropa de abrigo y termos de café, aprovechan el tiempo para conocerse y compartir dulces y recuerdos sobre su difunta soberana.
– Un ambiente diferente –
En el Mall, la avenida que conduce al Palacio de Buckingham, no se permite instalar las tiendas de campaña. Linda Keeble, de 59 años, dormirá así junto a su marido Ray en una silla plegable para asegurarse un buen sitio para contemplar el cortejo fúnebre.
El féretro, colocado sobre un afuste, recorrerá las calles de Londres desde la Abadía de Westminster hasta Hyde Park, donde se trasladará a un coche fúnebre que lo conducirá a su destino final: el castillo de Windsor, al oeste de la capital.
“No pudimos reservar una habitación de hotel, por lo que pasaremos las dos próximas noches al aire libre. Hemos traído ropa de lluvia y muchas mantas, y hay baños al lado”, explica la mujer, envuelta en un grueso chaleco gris.
La pareja ya ha vivido desde esta célebre avenida los jubileos de la reina, el último en junio, y las bodas de la familia real, pero el ambiente ahora es muy diferente, asegura Linda Keeble.
Emocionada, señala las cuerdas suspendidas a nivel de las banderas que ondean en la avenida. Son de color negro, y no “oro, blanco y rojo” como en las otras ceremonias.
“Esto demuestra la solemnidad del momento”, explica la mujer, lista para presenciar en dos días el último viaje de la reina.