La llegada al poder de Liz Truss como primera ministra británica no debería traducirse en una mejora de la tensa relación posbrexit entre el Reino Unido y Francia, por su proximidad geográfica y la interrelación de sus intereses, según expertos.
Truss jugó con la tensa relación a ambos lados del Canal de la Mancha durante la campaña por el liderazgo del Partido Conservador y del gobierno británico, cuando no aclaró si el presidente francés, Emmanuel Macron, era “amigo o enemigo”.
“El Reino Unido es una nación amiga, fuerte y aliada, independientemente de sus líderes, y a veces pese a sus líderes”, respondió Macron, blanco habitual de las críticas de Londres y chivo expiatorio de la tensión posbrexit.
– Enemigos íntimos –
“Debido a la cercanía y a la enorme circulación de personas y mercancías (…) Las irritaciones y molestias del Brexit tienden a producirse sobre todo entre Gran Bretaña y Francia”, indica a AFP Peter Ricketts, exembajador británico en París.
Alrededor del 55% de los camiones de mercancías –cerca de un millón de vehículos– que salieron del Reino Unido en 2020 utilizaron el ferry o las conexiones ferroviarias entre Dover y Calais, según datos oficiales británicos.
Y, en 2019 –año anterior a la pandemia de covid– Francia acogió 12 millones de turistas británicos, casi cuatro veces más que visitantes franceses en el Reino Unido (3,6 millones), según cifras de ambos países.
Desde 2020, las medidas restrictivas para frenar el coronavirus y los cambios en las reglas por el Brexit provocaron atascos en las fronteras, que los políticos euroescépticos y los tabloides británicos suelen achacar a una intransigencia gala.
“Seguro que seguirá habiendo un alto nivel de tensión y fricción” en la frontera, sobre todo por la entrada en vigor el próximo año de un nuevo sistema en la Unión Europea (UE) para el control de viajeros exentos de visa, ETIAS, dice Ricketts.
De hecho, “podríamos entrar en una guerra comercial en toda regla con la UE en ocho meses”, si Truss abandona partes del acuerdo del Brexit sobre los controles en la frontera con Irlanda, país del bloque, dice Anand Menon.
Para este profesor de política europea en el King’s College de Londres, la escalada es no obstante poco probable ante la posibilidad de que pudiera empeorar la crisis del costo de la vida.
Menos cruciales para la economía han sido las ruidosas disputas sobre las cuestiones de las licencias de pesca para los barcos franceses en el Canal de la Mancha y la crisis política sobre los migrantes que buscan en barcas alcanzar las costas británicas.
Londres ha amenazado repetidamente con retirar decenas de millones de euros abonados para apoyar a la policía costera francesa. Desde inicios de 2022, más de 27.000 personas han intentado cruzar el canal de la Mancha, casi tantas como en todo 2021.
– ‘Gran Bretaña global’ –
Los intereses británicos y franceses, más allá de sus fronteras, pueden estar estrechamente alineados por ejemplo en temas de comercio y seguridad, pero ambos “no siempre llegan a las mismas soluciones”, según Georgina Wright, del centro de reflexión francés Institute Montaigne.
Desde 2010, ambos países están vinculados además por los tratados de Lancaster House, que sellan su cooperación en materia de defensa, especialmente en el desarrollo de misiles.
La canciller francés, Catherine Colonna, indicó el lunes en la radio RTL que “debido a la actitud del Reino Unido en las cuestiones europeas”, las relaciones “no están a la altura del papel” que ambos países “deberían desempeñar” en el mundo.
Los dirigentes británicos persiguen sobre todo el principio de “Gran Bretaña global” para mostrar que pueden asumir su estatuto de potencia ineludible en la escena internacional tras su divorcio con la UE.
Aunque ambos han respondido a la invasión rusa de Ucrania con fuertes sanciones, algunos en Francia se quejan de la grandilocuencia británica sobre el suministro de armas y Londres desconfía de la insistencia de París en conversar con Rusia.
En 2021, se produjo además un fuerte choque sobre el Indopacífico, cuando el Reino Unido estableció una alianza denominada AUKUS con Estados Unidos y Australia, que hizo que Sídney cancelara un lucrativo pedido de submarinos franceses.
Para Jean-Pierre Maulny, del Institut de relations internationales et stratégiques (IRIS), con sede en París, “el caso AUKUS es la ‘Gran Bretaña global’ aplicada a Asia”, una “lógica que va en contra los intereses franceses y de los europeos en general”.
“No creo que Liz Truss cambie mucho las cosas”, auguró Maulny.