Sao Paulo, Brasil |Exobrero sindicalista convertido en el presidente más popular de Brasil antes de ser encarcelado, Luiz Inácio Lula da Silva vuelve al ruedo político para tratar de reconquistar el poder en octubre contra su archirrival, el ultraderechista Jair Bolsonaro.
Favorito en las encuestas, Lula, líder del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), inicia esta martes su campaña en una fábrica de automóviles al sureste de Sao Paulo (sureste de Brasil), “una vuelta a sus orígenes” obreros, según su equipo de prensa.
Pero este autodefinido “joven de 76 años”, que en mayo se casó por tercera vez, con Rosangela da Silva -una socióloga de 55 años-, regresa de muy abajo.
En marzo de 2021 recuperó sus derechos políticos con la anulación de sus condenas judiciales, tras estar envuelto en la “Lava Jato”, la mayor operación anticorrupción de la historia del país, enfocada en una gigantesca red de sobornos en torno a la petrolera paraestatal Petrobras.
El juez anticorrupción Sergio Moro lo había condenado en 2017 a nueve años y medio de prisión por la obtención de un apartamento tríplex en primera línea de playa de una constructora a cambio de contratos públicos.
Fue encarcelado en abril de 2018 por corrupción y lavado de dinero, tras un mediático atrincheramiento en el Sindicato de Metalúrgicos en Sao Bernardo do Campo, en el cinturón industrial de Sao Paulo.
Pero no por ello perdió influencia en el PT ni en la política brasileña, si bien el escándalo hizo que se convirtiera en un líder repudiado por buena parte de la población.
Lula se declaró siempre inocente y se considera víctima de una conspiración política para favorecer al ultraderechista Bolsonaro, quien le usó de espantajo para ganarse el apoyo de las clases medias y vencer en 2018 con un discurso anticorrupción.
Finalmente, Lula fue liberado en noviembre de 2019.
Tras volver a ser elegible, el exsindicalista mantuvo por un tiempo en suspenso su candidatura, mientras cuidaba su imagen internacional con giras por el extranjero.
Pero con el tiempo incrementó sus apariciones públicas en tono electoral, así como sus traspiés, con polémicas declaraciones sobre la Policía o la guerra en Ucrania, de la que responsabilizó al presidente ucraniano Volodimir Zelenski “tanto” como a su par ruso Vladimir Putin.
También ha criticado duramente a Bolsonaro, hasta el punto de llamarlo “genocida” por las 680.000 muertes que dejó la pandemia de covid-19 en Brasil.
El sobreviviente
Lula, a quien el expresidente estadounidense Barack Obama (2009-2017) calificaba años atrás como “El hombre”, sumó tragedias personales a sus reveses políticos y judiciales desde el fallecimiento de su segunda esposa, Marisa Leticia, en febrero de 2017.
Ya encarcelado, perdió a un hermano y a un nieto de siete años. Antes, en 2011, sufrió un cáncer de laringe.
Pero logró sobreponerse a todo, como hizo desde que nació en el pobre y árido nordeste brasileño.
Séptimo hijo de un matrimonio analfabeto del nordeste, fue abandonado por su padre antes de que la familia emigrara a la industrializada metrópoli de Sao Paulo, como millones de coterráneos.
Fue vendedor ambulante y lustrabotas. A los 15 años inició su formación de tornero, perdió un meñique al manipular una máquina y al final de la década de 1970, como líder del sindicato de los metalúrgicos, lideró una histórica huelga que desafió a la dictadura militar (1964-1985).
“Milagro” económico
En 2003 se convirtió en el primer jefe de Estado brasileño salido de la clase obrera, después de tres tentativas electorales frustradas, y se granjeó un enorme prestigio internacional como piloto del “milagro” económico brasileño, empujado por el viento a favor de los altos precios de las materias primas.
Logró la reelección después de haber superado el escándalo del “Mensalao”, una millonaria contabilidad ilegal montada por el PT -partido que cofundó en 1980- para comprar el apoyo de congresistas.
“Luchamos la mayor de todas las batallas contra el hambre y vencimos. Hoy sé que preciso cumplir nuevamente esa misión”, declaró al oficializar su candidatura para 2022.
Lula coronó su doble mandato consiguiendo la sede del Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos de Rio-2016.
Dejó el poder con 87% de opiniones favorables. Su sucesora designada, Dilma Rousseff, fue presidenta hasta 2016, cuando fue objeto de un ‘impeachment’ que acabó con 13 años de gobiernos de izquierda.