Joe Biden, paralizado en el Congreso y limitado por la Corte Suprema, intentó este miércoles reimpulsar sus promesas sobre el clima con el anuncio de nuevas medidas regulatorias, en un momento en el que una ola de calor asfixia a Estados Unidos y a varios países europeos.
El cambio climático es “un peligro claro e inmediato”, así como una “amenaza existencial para nuestra nación y el mundo”, dijo. Lo “es literalmente, no en sentido figurado”.
“La salud de nuestros conciudadanos y nuestras comunidades está literalmente en juego”, al igual que “nuestra seguridad nacional” y “nuestra economía”, afirmó en una antigua central eléctrica de carbón de Massachusetts, cerrada en 2017 y en proceso de reconversión para generar energía eólica.
“Como el Congreso no está haciendo lo que debería”, lamentó el demócrata de 79 años, “usaré mis prerrogativas ejecutivas”.
Pero no ha declarado -al menos por el momento- el “estado de emergencia climática” como piden algunos miembros de su partido, una maniobra cuyo impacto no está muy claro.
Mientras Biden hablaba, gran parte de Europa se ahogaba por la ola de calor de la que Estados Unidos no se ha salvado: se estima que 100 millones de personas viven actualmente en zonas del país bajo aviso por calor excesivo.
“Nuestros hijos y nietos cuentan con nosotros. No es una broma. Si no limitamos (el calentamiento) a menos de 1,5 grados, lo perderemos todo. No habrá vuelta atrás posible”, dijo.
– “A su ritmo” –
El presidente tiene la intención de avanzar “a su propio ritmo. Tiene una serie de prerrogativas que puede usar”, explicó el miércoles en la CNN su principal asesora para temas climáticos, Gina McCarthy. Pero la Casa Blanca subraya que declarar el estado de emergencia climática sigue siendo una opción.
Entre los decretos preparados por el gobierno de Biden figuran más fondos para ayudar a proteger las regiones que se enfrentan a calor extremo y medidas para impulsar la producción de energía eólica en Estados Unidos.
En detalle, la agencia federal encargada de las catástrofes naturales y otras emergencias, FEMA, destinará 2.300 millones de dólares a ayudar a las comunidades locales a adaptarse al cambio climático y sus consecuencias (olas de calor, sequía, inundaciones, etc.)
El gobierno federal también quiere apoyar a los hogares menos privilegiados y las zonas residenciales más pobres que no tienen acceso al aire acondicionado, por ejemplo, ayudando a algunas familias a pagar sus facturas de electricidad.
Además permitirá instalar en el Golfo de México medios eólicos que abastezcan de electricidad a hasta 3 millones de hogares.
El gobierno estadounidense insiste en mantener sus promesas en materia climática, incluida la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Biden, que volvió al Acuerdo de París sobre el clima abandonado por su predecesor, Donald Trump, anunció en abril de 2021 que Estados Unidos reducirá las emisiones de gases de efecto invernadero en un 50-52% para 2030, en comparación con 2005.
Pero el presidente estadounidense -al igual que le ha sucedido con el derecho al aborto, la regulación de las armas de fuego y tantos otros proyectos reformistas- se ve frenado por los límites de su poder en materia ambiental, puesto que carece de una mayoría cómoda en el Congreso y el poder judicial está en contra.
Su agenda climática recibió un golpe cuando el senador demócrata Joe Manchin, cuyo voto es crucial, dijo que no apoyaría una ley que tuviera como objetivo llevar a la economía estadounidense hacia fuentes de energía limpia. Un rechazo que la aboca al fracaso.
Y Biden se enfrenta también a una Corte Suprema muy conservadora y profundamente hostil a cualquier regulación centralizada, lo cual limita mucho los poderes del estado federal en la lucha contra el calentamiento global.