¿Podría una erupción volcánica frente a la costa de México desencadenar un tsunami como el que devastó a Tonga? Para estudiar ese riesgo, así como las causas de terremotos, un grupo de científicos visitó un remoto archipiélago.
Se trata de las Islas Revillagigedo, ubicadas en el Pacífico mexicano, y conocidas como las “Galápagos Mexicanas” debido a su aislamiento y a su biodediversidad.
En el archipiélago de cuatro islas hay dos volcanes activos: el Bárcena, que tuvo una espectacular erupción en 1953; y el Evermann, que la tuvo en 1993. Ambos permanecen activos.
Las Revillagigedo están en medio del océano y llegar a ellas toma 24 horas en barco. Sus únicos pobladores son elementos de la Marina mexicana y el acceso está restringido.
Por su riqueza natural, en 2016 fueron declaradas patrimonio de la humanidad por la UNESCO y entre sus contados visitantes civiles destacan los buzos atraídos por mantarrayas gigantes, ballenas jorobadas, delfines y tiburones.
Pero en marzo pasado fueron visitadas por un equipo internacional de 10 científicos que estuvieron una semana investigando si podría haber otra erupción y cuándo ocurriría.
“Lo que buscamos es saber qué tan explosivos y peligrosos pueden ser estos volcanes”, dijo Douwe van Hinsbergen, profesor de la Universidad de Utrecht, en los Países Bajos.
Entender las erupciones
La preocupación es que ocurra algo semejante a la cataclísmica erupción, en enero, del volcán Hunga Tonga–Hunga Ha’apai, y que un tsunami se precipite sobre la costa del Pacífico mexicano.
Esa erupción dejó tres muertos y cubrió el archipiélago de ceniza tóxica y generó enormes olas de tsunami que llegaron a las costas americanas del Pacífico. Su potencia fue varios centenares de veces mayor que la bomba atómica estadounidense lanzada sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, según la NASA.
“Siempre, cuando hay volcanes activos, volcanes en islas, siempre hay posibilidades de generación de tsunamis”, dijo Pablo Dávila Harris, geólogo del Instituto de Investigación Científica y Tecnológica del estado mexicano de San Luis Potosí.
“Lo que buscamos los vulcanólogos es (saber) cuándo va a suceder la siguiente erupción”, dice el experto, al explicar que, con base en el registro histórico de erupciones, se puede establecer un modelo de la frecuencia eruptiva.
Los científicos también esperan que el análisis de los minerales arrojados en erupciones pasadas ayuden a entender el movimiento de las placas tectónicas que causan los sismos y la actividad volcánica.
“Las placas se mueven sobre el manto (terrestre). ¿El manto está empujando la placa o no?”, se pregunta Van Hinsbergen.
Su hipótesis es que el manto de la tierra es de hecho “un gran lago de roca” que esencialmente es inmóvil, lo que estima tendría que replantear las teorías de qué es lo que produce el movimiento de las placas.
“Si logramos entenderlo, podríamos predecir mucho mejor por ejemplo el proceso que provoca los terremotos”, añade Van Hinsbergen.
La misión recibió financiamiento de un programa holandés de exploración. Ese programa, según palabras del científico, busca explorar “ideas que lo más probable es que sean equivocadas, pero que si no lo están, tendrán enormes implicaciones”.
Las muestras recolectadas fueron enviadas a Europa para ser analizadas y se espera que los resultados se conozcan más adelante este año.