AFP.- La música es suave y el ambiente estudoso: para los clientes que frecuentan los cafés de Beirut actualmente lo más importante es una buena iluminación y contar con una conexión wifi eficaz.
Esto se debe a que, hoy en día, para muchos estos sitios han reemplazado a las oficinas y otros lugares de trabajo, a causa de los cortes de energía eléctrica y de internet consecuencia de la dura crisis económica que padece el Líbano.
Aaliya’s Books, en pleno corazón de Gemmayzeh, otrora legendario centro de la vida nocturna de la capital, es uno de estos nuevos santuarios.
“Cuando vengo aquí, la mayoría de las veces es porque no tengo electricidad en casa”, confió Maria Bou Raphael, acurrucada en un sofá.
Los cortes de energía, que se extienden hasta durante 23 horas diarias y las restricciones por covid-19 han dejado a muchos sin oficina, por lo que no les queda otra opción que realizar teletrabajo desde los cafés durante todo el día, sobre todo porque tienen mejor calidad de conexión a internet, que también ha casi colapsado en algunas partes.
Los generadores portátiles –que se han revelado como la única forma de mantener los dispositivos cargados y conectados– son caros para muchos de los libaneses, dado que enfrentan una crisis económica que ha provocado que la divisa local pierda más del 90% de su valor en el mercado negro en los últimos años.
Por lo tanto, los cafés son de los pocos comercios que han resistido en cierta medida a esta crisis, que se ha visto alimentada por la corrupción, la fuga de capitales y la reticencia de posibles donantes frente a tal panorama.
Niamh Flemming Farrell, gerente de Aaliya’s Books, indico que durante la semana el establecimiento se parece más a un espacio de trabajo colectivo que a un café, en el que algunos de sus clientes se quedan allí todo el día.
El sentimiento de comunidad creado por el servicio que brinda al vecindario revive una cultura del café que casi había perdido en los últimos años.
Este café, que también funciona como librería, toma su nombre de Aaliya Saleh, personaje principal de “Una mujer innecesaria”, novela del reconocido escritor líbano-estadounidense Rabih Alamedinne, publicada en 2014.
La narración gira alrededor de una mujer de 72 años recluida en su apartamento en Beirut, con sus libros como única compañía en el contexto de la guerra civil de 1975-1990.
– ‘Lugar relajado’ –
“Constatamos que (…) nuestros clientes comenzaron a trabajar horas adicionales en nuestros locales, optando por aquellos que brindan una mayor comodidad”, señaló un portavoz de Café Younes, grupo con diez cafeterías, en su mayoría en la capital.
La empresa inauguró hace un año una amplia sucursal en el céntrico barrio de Hamra, en Beirut, que cuenta con una sala múltiple función, con grandes escritorios equipados con enchufes de electricidad.
Barzakh es otro de los cafés multi-uso inaugurado recientemente en la primera planta de un edificio muy frecuentado en Hamra.
Este distrito encarna en Beirut la cultura de los cafés, que conoció su apogeo en los años 1960, pero que poco a poco fue desterrada por los bares, que favorecen una forma de socialización con más bullicio.
“Puedo ver a la gente corriendo y gritando (afuera), pero aquí estoy sentado en silencio, en un lugar relajado”, destaca Mustafa al Sus, estudiante de diseño de ropa, sentado junto a un gran ventanal.
Este joven ve en Barzakh un refugio ante el pesimismo que se ha apoderado en los últimos años de todo Líbano, pero además como un sitio en el cual puede trabajar.
Las mesas de este café están abarrotadas de notebooks y laptops, en tanto los cables de los cargadores se enredan desplegados por el suelo, amenazando con hacer tropezar a los camareros.
“Originalmente, queríamos prohibir el uso de los laptops” aquí, recuerda con una sonrisa de incredulidad Mansur Aziz, fundador del café-cum-library, que también ofrece por las noches espectáculos en vivo.
Muchos aquí fueron arrastrados fuera de sus hogares por la crisis del suministro de electricidad, y ahora dependen de los cafés para tener vida social, sobre todo quienes actualmente no pueden darse el lujo de frecuentar fiestas por la noche.
En Barzakh, los clientes frecuentemente se saludan con un gesto de asentimiento con la cabeza desde otro extremo de la sala, y así poco a poco se van conociendo.
“Soy una persona particularmente sociable”, afirma Mustafa. “Me gusta cuando la gente se acerca para preguntarme sobre qué estoy trabajando”, añade.