Cabo Haitiano, Haití | La miseria y el control criminal que ejercen las pandillas agravaron el balance mortal de la explosión de un camión cisterna el martes en Cabo Haitiano, la segunda ciudad de Haití, que dejó al menos 75 fallecidos.
“Tenemos una población que vive en la pobreza extrema”, explicó Marie-Rosy Auguste Ducena, miembro de la Red Nacional de Defensa de los Derechos Humanos.
“En consecuencia, se recoge gasolina directamente de la cisterna del camión para revender el combustible”, lamentó.
Según Patrick Almonor, vicealcalde de Cabo Haitiano, dónde residen unos 300.000 habitantes, el chofer del camión cisterna habría intentado evitar un accidente con una moto-taxi perdiendo así el control del vehículo, que volcó.
“El conductor informó enseguida del riesgo, pero la gente no le creyó y, por el contrario, fueron a buscar martillos y otras herramientas para perforar la cisterna y sacar la gasolina”, relató Ducena horrorizada.
La activista lamentó la “cruel falta de educación de la población que piensa que puede manipular productos derivados del petróleo de cualquier manera”.
Sesenta y dos personas murieron en el lugar de la explosión y otras cuatro en el hospital por las graves quemaduras.
Una cincuentena de heridos fueron atendidos en varios hospitales en todo el país y la situación crítica de algunos hace temer un saldo de víctimas mayor.
“El combustible se ha convertido en una nueva mina de oro en el país, y ahí había combustible gratis, lo que agravó el saldo mortal”, explicó Almonor.
Según el vicealcalde, si bien algunos de los residentes más cercanos al accidente murieron en sus casas debido a la explosión, “la mayoría de los muertos se encontraban alrededor de la cisterna sacando el combustible”.
En un país minado por las catástrofes naturales y la inestabilidad política, más del 60% de los 11 millones de habitantes de Haití viven bajo la línea de pobreza, según el Banco Mundial.
Regularmente, las autoridades haitianas no cuentan con dinero para el pago de las facturas de combustible, por lo que la escasez es recurrente en los últimos años, aunque la penuria creció al fin del verano boreal.
En septiembre, las pandillas, arraigadas desde hace mucho tiempo en los barrios más pobres de Puerto Príncipe, la capital, tomaron el control de los ejes viales que llevan a los tres principales terminales petroleros del país.
Más de una decena de vehículos de transporte de carburantes fueron desviados por bandas armadas que exigieron altas sumas por la liberación de los conductores.
Este control que ejercen las pandillas, que ha crecido en todo el país, pone en peligro todo el transporte entre Puerto Príncipe y las capitales regionales.
Dos rutas nacionales conectan Cabo Haitiano con la capital, pero una de ellas atraviesa una zona controlada por pandillas, por lo que el tráfico de mercancías se concentra sobre un eje vial que atraviesa una cadena montañosa en el centro del país.
“A veces los bandidos bloquean también esta ruta del Plateau central y en ese momento ningún vehículo puede llegar a la capital”, aseguró Almonor, que lamenta la falta de descentralización en el país.
“Dependemos de Puerto Príncipe pues, aún si tuviéramos un puerto, carecemos de nuestra propia terminal petrolera”, dijo el funcionario.
“La disponibilidad de productos no está garantizada, lo que hace que la gente acumule mercancías para su propio consumo o para revender” en el mercado negro, sostuvo.
El primer minsitro de Haití, Ariel Henry, se presentó el martes en el lugar del accidente y decretó tres días de duelo nacional.
Pero organizaciones civiles se quejan de que el gobierno no tenga en cuenta las lecciones de este accidente para evitar que se repita.
“Personas que estaban en su casa murieron quemadas y los sobrevivientes apenas reciben cuidados médicos pues no hay hospitales especializados”, expuso Marie-Rosy Auguste Ducena.
“¿Tendremos solo un duelo de tres días para llorar a los muertos y pasar a otra cosa?”, se preguntó la abogada. “Se llora, no se hace nada después y esperamos la próxima tragedia”, lamentó Ducena.