México, México | AFP | “Hay una comida que se llama tacos y a mí me gusta mucho, y las músicas de los mariachis”. Gerline Boyer, haitiana de 25 años, intenta rehacer su vida en México como centenares de compatriotas que no pudieron cumplir el sueño de llegar a Estados Unidos.
Su decisión de permanecer en México se afianza con anuncios como la reactivación este jueves de “Quédate en México”, un criticado programa mediante el cual los migrantes deben esperar indefinidamente en territorio mexicano la respuesta a sus solicitudes de asilo en el país vecino.
A finales de noviembre, con motivo de la fiesta nacional en Haití, Gerline, quien no ha pedido asilo a Estados Unidos, y la incipiente comunidad haitiana se reunieron en una fría noche otoñal para bailar salsa y comer platos típicos de su país en Ciudad de México, adonde llegaron hace tres meses exhaustos y temerosos.
“Me siento feliz, me siento viva, con mucha emoción”, dice Gerline a la AFP tras semanas de incertidumbre.
Peinada con vistosas trenzas y vestida de amarillo, fue la chef a cargo del poul fri (pollo frito), el pikliz (ensalada de col picante), el diri kole (arroz con frijoles y coco), y otros platos haitianos cocinados para alegrar a sus paisanos, pero también para compartir su sazón y cultura con los mexicanos.
“Me gustan muchas cosas de aquí de México”, comenta risueña.
Son cubano musicaliza el festejo, mientras Gerline recuerda sorprendida lo “amargada y mal” que estaba cuando llegó a esta ciudad inmensa en septiembre pasado.
“No tenía dinero, no tenía cómo rentar un cuarto y también estaba muy cansada”, evoca sobre sus primeros días después de caminar con su pareja y otros haitianos desde Centroamérica hasta territorio mexicano.
Las solicitudes de asilo en México de haitianos aumentaron 337% entre 2020 y 2021 (entre enero y septiembre representaron 29% del total con 26.007 pedidos).
Los sentimientos de esta comunidad van de la esperanza a la cautela y la resignación, luego de que Estados Unidos -su destino original- optó por deportar a miles de sus compatriotas que ingresaron ilegalmente a ese país en septiembre pasado.
“Haití resiste”
Lejos de ser un final feliz, la fiesta, llamada por sus organizadores “Haití Resiste”, busca poner un cimiento de lo que podría ser una nueva vida en México para miles de haitianos.
Pero subsistir en México es difícil. Aquellos con más recursos se alojan en hoteles baratos; otros alquilan irregularmente viviendas precarias, pues incumplen los requisitos para rentar en Ciudad de México, relata Mariana Nahón, colaboradora de La Resistencia, “café-galería” que acoge la celebración y es un oasis de solidaridad para los haitianos.
“Abrimos el espacio para que reposaran, para que estuvieran seguros también porque presenciamos muchos actos de discriminación en nuestras calles”, añade Nahón.
Dos albergues migrantes en Ciudad de México han acogido a haitianos, pero ambos están saturados, según medios locales.
Las posibilidades de empleo también son inciertas.
Además de cocinar, Gerline, con estudios de química e informática, gana algún dinero haciendo trenzas y extensiones para el cabello, mientras Max Pierre Boyer, su novio de 24 años, enseña francés.
Sus primeros clientes son los amigos que conocieron en La Resistencia. Otros paisanos se las arreglan con el equivalente a 11,9 dólares diarios que reciben por 12 horas cargando bultos en un mercado mayorista.
Mexicanos “bien chidos”
La reunión convoca a otros haitianos que están viviendo en el centro histórico como Jean Compere, de 30 años.
“Vi muchos haitianos aquí y por eso vine a la fiesta”, dice Compere, quien planea quedarse dos años en México, pero sigue desempleado.
Otros se acercaron tímidamente, pero gracias a la música, la comida y el crémasse -cóctel haitiano- consiguen romper el hielo.
Muchos insumos para la fiesta fueron cortesía de amigos y donantes.
Para Trixia Lara, otra organizadora del convivio que apoya a los haitianos, el alivio emocional es vital.
“Que sientan que México los abraza y no que los rechaza, necesitan un espacio donde sentir un hogar”, afirma esta terapista del arte (psicoterapista) de 51 años.
Gerline confiesa que aunque Mariana, Trixia y varios más se han convertido en su nueva familia, lo que gana en México no le alcanza para enviar dinero a los suyos en Haití y no sabe si podrá quedarse.
Mientras lo piensa, sigue tejiendo lazos. “Hay bellas personas, bien chidos (muy buenos)”, pronuncia esta palabra típicamente mexicana con una larga carcajada.