AFP.- El rico y turbulento heredero neoyorquino Robert Drurst fue oficialmente inculpado de la muerte de su esposa Kathleen, desaparecida en 1982, informaron fuentes judiciales el viernes, pocos días después de que se le condenó a cárcel perpetua por la muerte de su mejor amiga, susceptible de testimoniar en su contra.
El tribunal de Lewisboro, cerca de Nueva York, recibió el martes una querella criminal redactada por un investigador de la policía estatal, en la que se acusa al multimillonario, de 78 años, de homicidio en segundo grado, según un documento judicial obtenido por la AFP.
El fiscal del condado de Westchester, en el Estado de Nueva York, ha empezado a reunir un gran jurado para determinar si Durst puede ser juzgado por este homicidio, según la prensa estadounidense.
Según una fuente cercana al caso, que pidió el anonimato, “las dos diligencias son separadas, pero en caso de muerte de Robert Durst”, esta última ante el gran jurado quedaría automáticamente cerrada. Según su abogado, citado por Los Angeles Times, el pasado fin de semana Durst quedó bajo asistencia de un respirador artificial tras haber contraído el covid-19.
El documental de la cadena HBO, “The Jinx”, puso de nuevo en la picota al magnate, que fue condenado el 14 de octubre a cadena perpetua por un tribunal de Los Ángeles, sin posibilidad de liberación condicional por el homicidio de su mejor amiga Susan Berman.
El multimillonario fue reconocido culpable de haber matado a su amiga de una bala en la cabeza en el domicilio de ésta en 2000, en Beverly Hills, para impedir que hablara a la policía de la desaparición de su esposa. En el tribunal, donde se presentó con un aspecto deteriorado y en silla de ruedas, se declaró no culpable.
Oveja negra de una de las mayores familias del sector inmobiliario neoyorquino, Robert Durst fue detenido en marzo de 2015 en vísperas de la difusión del último episodio de “The Jinx”.
La serie analizaba un capítulo oscuro en su vida: la acusación de haber desmembrado y lanzado al mar a un vecino, un crimen del que fue absuelto.
En “The Jinx”, Durst parece hacer una confesión involuntaria, al murmurar para sí mismo: “Evidentemente, los maté a todos”.