Sus protestas sexualmente explícitas han sido tildadas de pornografía, pero la activista y escritora ugandesa Stella Nyanzi dice que el sexo es la forma más efectiva y entretenida de sacar a la gente de la apatía.
“Aprendí muy temprano que hay algunos temas en Uganda que están agotados y (…) la única forma de captar la atención es incluir algo que choque”, dice la mujer de 47 años en una entrevista con la AFP en Kampala.
Stella Nyanzi ha chocado a mucha gente con sus declaraciones y acciones que incluyeron tildar de “par de nalgas” al presidente Yoweri Museveni hasta mostrar sus pechos en una audiencia judicial.
Pero esta exinvestigadora universitaria, con un doctorado sobre sexualidad en África y casi 300,000 seguidores en Facebook, no se arrepiente.
“No vemos, o fingimos no ver, lo que ocurre en la sociedad, especialmente los excesos y las violaciones” bajo las décadas de mando autoritario de Museveni, comenta.
“Decirle a un régimen violento, militante, brutal que es violento, que se detenga, no tiene tanto impacto como decir (…) al carajo el pene violador, militante de la dictadura”, expresa.
Nyanzi sufrió en carne propia las consecuencias de su rebeldía. Fue encarcelada por “hostigamiento cibernético” en 2019, tras subir un poema profano en Facebook sobre Museveni, y sufrió un aborto espontáneo después de una golpiza en la cárcel.
Aunque ella insiste en minimizar su sufrimiento, el dolor está en el centro de sus intentos por derribar a Museveni.
Tras perder a sus padres hace seis años, por no poder encontrar medicamentos o conseguir una ambulancia a tiempo, Nyanzi recurrió al humor, en parte para huir de la enorme tristeza que la envolvía.
Pero en sus manos, el humor se convirtió en un arma para canalizar su enojo contra un gobierno al que culpa de la muerte de sus padres y de miles de ugandeses que carecen de acceso a atención sanitaria y otros servicios públicos.
Grosería radical
Nyanzi, una figura que polariza, ha despertado la ira de conservadores religiosos e incluso de algunas feministas que critican su insistencia en el sexo.
“Estoy cansada de las feministas que me dicen que estoy equivocada y que no puedo hacer esto o que esto es antifeminista”, afirma Nyanzi.
“Déjenme ser libre, de pensar y protestar a mi manera”, insiste al señalar que su enfoque sin límites de la sexualidad se basa en la cultura ugandesa precristiana y se dirige a empoderar a las mujeres, al animarlas a tocar temas tabú.
Sus tácticas también utilizan la tradición política de la “grosería radical”, cuyas raíces están en la lucha anticolonial del país.
Sus punzantes diatribas en línea, en las que compara al régimen de Museveni con una ladilla le valieron el apelativo de “la mujer más grosera de Uganda”, pero al mismo tiempo, la han convertido en estrella de las redes sociales fuera de su país.
Las amenazas en línea de los troles progobierno no la asustan.
“No busco amor y abrazos”, dice.
“Voy a las redes sociales muy consciente deliberadamente a decirle la verdad al poder, una verdad que nuestros medios tradicionales no dicen”, enfatiza.
Su retórica no es nada en comparación con los peligros que acechan a muchos activistas en Uganda.
Nyanzi huyó meses atrás a Kenia luego de que su pareja fuera supuestamente secuestrado y torturado.
Aunque regresó a Kampala, aun piensa en la posibilidad de una vida en el exilio para proteger a sus tres hijos.
Con esperanza
Identificada como una optimista, pese a que enero fracasó en su intento de alcanzar un escaño legislativo, Nyanzi no piensa desistir.
“La esperanza de que (Uganda) pueda cambiar y ser mejor para la próxima generación es lo que me anima”, comenta.
La mayoría de los ugandeses no recuerdan la vida antes de Museveni, de 77 años, un exrebelde que llegó al poder en 1986 después de derrocar a dos presidentes.
“Museveni ha excedido su plazo (…) su familia y sus sistema un día estarán fuera del poder”, anticipa.
Cuando eso ocurra, ella espera que su necesidad de protestar también sea cosa del pasado.
Pero hasta entonces, está lista y armada con un arsenal de imágenes explícitas diseñadas para impactar y provocar cambios.
“Lo que hago no es erótica y no es pornografía. Es rabia y la expresión de la rabia usando mi cuerpo”, concluye.
Tina Smole/Sumy Sadurni
AFPKampala, Uganda