Compradores canadienses destacan calidad, certificaciones de buenas prácticas de las fincas y aporte a empleo formal en el país.
Mientras hace un par de años el Reino Unido era el segundo destino en ventas, y Canadá aparecía en la cuarta posición, precedido por Japón, ahora el país del norte figura como el mayor importador de flores colombianas después de Estados Unidos, principal mercado de este producto, y que representa casi 80% de las ventas de los floricultores nacionales al exterior.
En lo corrido del año las exportaciones de flores colombianas a los tres principales destinos suman más de US$1.000 millones. Lo que representa un aumento de 20% en comparación con lo que ocurría por esta época en 2020. Aunque EE.UU. es de lejos el mercado que explica estas cifras, y Canadá representa 4% de dichas ventas, lo cierto es que las compras hechas por los comercializadores canadienses están creciendo a un ritmo tres veces mayor a las órdenes hechas por los estadounidenses.
“Canadá demanda cada vez más flores colombianas y ya se posicionó como el segundo destino de las exportaciones, un gran indicador del aprovechamiento por parte de este sector de las ventajas arancelarias que brinda el TLC vigente. Entre enero y agosto de 2021, Colombia exportó US$40,6 millones al mercado canadiense, 63,2% más que en el mismo periodo de 2020, principalmente por mayores ventas de rosas, claveles y alstroemerias”, asegura Flavia Santoro, presidenta de ProColombia.
Bogotá y Cundinamarca aportan 76% de la oferta de flores colombianas en esta parte del mundo, mientras que el resto de la producción es explicada principalmente por Antioquia. Además de la calidad del producto, los compradores valoran las certificaciones de buenas prácticas de las fincas y el aporte del sector al empleo formal, especialmente entre las madres cabeza de hogar, quienes representan cerca del 64% de la fuerza laboral.
Para ser comercializadas en supermercados, floristerías o en las exclusivas tiendas de diseño, las flores colombianas recorren un largo camino. La ruta más habitual comprende el traslado en avión desde Bogotá o Rionegro hasta Miami. Una vez hacen aduana en los EE.UU., estas son transportadas en camiones refrigerados hasta Toronto, en un recorrido de 1.500 kilómetros que dura unas 24 horas y que comprende el cruce fronterizo entre Detroit, Michigan, y Windsor, en Ontario.
Si bien el paso lógico era que Canadá se consolidara como el segundo mercado de las flores colombianas, por su cercanía a los EE.UU., también es cierto que la tarea no ha sido fácil. Este país, que es el mayor importador per cápita del mundo, cuenta con uno de los mayores accesos al libre comercio, lo que le permite asegurar fácilmente estos productos a través de otros jugadores importantes dentro de la industria, como Holanda, Ecuador y Kenia.
Justamente en últimos años las fincas ecuatorianas se han convertido en el más cercano competidor de los floricultores colombianos, especialmente en el segmento de rosas, ya que la participación de ese país en un mercado tan exigente como el ruso le dejó como legado altos estándares de producción que hoy le permiten competir con productos de alta calidad.
Sin embargo, según los datos suministrados por Statistics Canada, Colombia es el mayor importador de rosas cortadas, representando 54% de las compras. En el segundo lugar está Ecuador, de donde vienen el 40% de este tipo de flores.
Explosión de bodas
La reapertura de espacios para reuniones masivas en Canadá y EE.UU. generó una explosión de bodas. A los matrimonios pospuestos por la pandemia se sumaron quienes en este tiempo se comprometieron, generando así una mayor demanda por flores blancas para atender este tipo de eventos, que pasaron de ser exclusivos del fin de semana, para convertirse en celebraciones de todos los días.
A esto se suma que los consumidores cotidianos también han aumentado su demanda de flores. “Incluso ahora que la gente se está reuniendo y comienza a regresar a la oficina, no vemos que este aumento en la demanda disminuya”, asegura Elizabeth Daly de la Sociedad de Floristas Estadounidenses.
Este ‘boom’ coincide con una serie de situaciones. Por un lado, hay un aumento en los costos del transporte amarrado a la dificultad para encontrar espacio en los vuelos, dada la reactivación en el sector de carga.
Por el otro, la industria vive un reacomodo de la producción, ya que, tras la reducción de las áreas sembradas en las grandes fincas y el cierre de cultivos pequeños golpeados por la pandemia, la demanda se incrementó, y hoy no hay suficiente producto para satisfacer las necesidades de los clientes en el exterior. De ahí que incluso algunos diseñadores se estén atreviendo a innovar con colores y variedades no tan habituales para las bodas, lo que al final del día también se podría traducir en mayores oportunidades para más floricultores colombianos.