Este martes se cumplirán diez años de la muerte del cofundador de Apple Steve Jobs (1955 – 2011), una década en la que, pese a no haber sacado al mercado dispositivos revolucionarios de la talla del iPhone o el iPad, la firma se ha consolidado como la más valiosa del mundo.
Con Tim Cook al frente, que tomó el relevo a Jobs pocos meses antes de su fallecimiento el 5 de octubre de 2011, la empresa de Cupertino (California, EE.UU.) ha seguido ganando valor en bolsa hasta convertirse en 2018 en la primera empresa estadounidense en alcanzar el billón de dólares.
Con el estallido de la pandemia de covid-19 el año pasado, esta cifra se duplicó y se superaron los dos billones, un hito que la compañía ha mantenido hasta fecha de hoy.
La estrategia de Cook ha sido clara y bien definida desde el principio: consciente de haber perdido la creatividad y visión que Jobs aportaba a la empresa, el nuevo consejero delegado se centró en reforzar y perfeccionar los productos que su antecesor le dejó en herencia, el iPhone y el iPad, además de los ordenadores Mac.
Así, los teléfonos siguen representando a día de hoy la mayor fuente de ingresos de la compañía (un 54 % según los resultados más recientes) y cada cierto tiempo se presentan versiones mejoradas de iPads, MacBooks e iMacs.
Entre los pocos nuevos productos de hardware lanzados desde el fallecimiento de Jobs que han logrado una penetración significativa en el mercado -aunque sin representar el cambio de paradigma que supusieron el iPhone y el iPad- están los relojes inteligentes Apple Watch y los auriculares inalámbricos AirPods.
Además de ser la principal fuerza creativa en Apple, Jobs era un visionario que profetizó los mayores cambios tecnológicos de principios del siglo XXI.
Su fallecimiento el 5 de octubre de 2011 a consecuencia de un paro respiratorio derivado de las metástasis de un cáncer de páncreas que le había sido diagnosticado ocho años antes dejó pasmado a todo el mundo, especialmente a los cientos de miles de fanáticos y seguidores que ya acumulaba y que todavía crecieron más con su leyenda.
Jobs dejaba el mundo justo un día después de que Cook -quien fue nombrado en agosto de ese mismo año y sigue en el cargo hasta el día de hoy-, presentase el último modelo de teléfono de la compañía, el iPhone 4S, en el que fue el primer evento de presentación de un iPhone sin el cofundador de la empresa.
Como todo inventor destacado, Jobs fue un profeta, adelantado a su tiempo y que ya esbozaba en su mente y en declaraciones públicas nuevos productos que varias décadas después se convertirían en realidad.
Así, en un discurso en la Conferencia Internacional de Diseño de 1983, cuando incluso los ordenadores personales apenas habían penetrado en la mayoría de hogares, Jobs ya explicó que su idea era trabajar para “poner en un libro un ordenador increíblemente potente que se pueda llevar allí a donde uno vaya y que se pueda aprender a usar en veinte minutos”.
Veinticuatro años más tarde, la empresa que él dirigía mostró por primera vez en público un teléfono iPhone; y tres años después, la primera tableta iPad.
Con sus funciones innovadoras y su diseño impecable, tanto el iPhone como el iPad fueron los dispositivos que abrieron el camino a dos nuevos mercados, el de los teléfonos inteligentes y el de las tabletas.
Resulta difícil pronosticar si estas dos revoluciones hubiesen ocurrido igual sin la iniciativa de la compañía de Jobs -los teléfonos inteligentes, por ejemplo, ya eran una realidad incipiente antes del iPhone-, pero lo que está claro es que los aparatos de Apple supusieron un antes y un después tanto en funcionalidades como en diseño.