AFP.- “Yo no era alguien que viniera a los comedores sociales”, dice Ali Alian, cargando una bolsa de comida distribuida por una asociación en Blackpool, localidad del noroeste de Inglaterra cuya industria turística se vio paralizada por la pandemia dejando a muchos sin trabajo.
Fue el caso de este cocinero de 50 años, empleado en un restaurante que cerró por el coronavirus, como otros establecimientos basados en el turismo, pulmón económico de la ciudad.
Ali ganaba entre 300 y 400 libras (410-550 dólares) por semana, pero ahora recibe esa cantidad al mes en el marco de las ayudas estatales a los más desfavorecidos.
Esto apenas cubre su alquiler. Luego está “la electricidad, los impuestos municipales (…) no es suficiente”, se lamenta.
“Antes era como todo el mundo. Ahora me siento como si estuviera en un agujero y me hundiera cada vez más. No sé cómo voy a salir”, dice antes de volver a su casa a pie, andando durante más de una hora en el frío de la noche para ahorrarse el autobús.
En el aparcamiento de la estación, donde la asociación Street Angel distribuye comida caliente, café y alimentos donados por los negocios cercanos, Alice Smith, una voluntaria de 24 años, observa que “cada vez viene más gente” a su distribución de los lunes por la noche.
Pero no son los mismos antes de la pandemia: menos indigentes o adictos y más familias. “Tienen un techo pero no pueden comprar comida” o pagar la calefacción, explica Alice.
Blackpool es conocida por su feria, con trenes fantasmas, carruseles y montañas rusas que dominan el mar de Irlanda, y por su Torre de Blackpool, una minirreplica de la Torre Eiffel de París.
Pero basta con alejarse unos metros del paseo marítimo para ver la extrema pobreza en las calles, con comercios tapiados y edificios en decadencia.
La ciudad fue un destino de vacaciones para los británicos hasta la década de 1980, pero la emergencia de los viajes baratos al extranjero la sumió en un largo declive.
Desde entonces es una de las zonas más deprimidas del país y la pandemia empeoró mucho la situación.
- Declive brutal –
Steve Lyon era hasta hace un año operador de una atracción de feria. Estuvo en desempleo técnico durante el primer confinamiento y fue despedido en el segundo, dice este hombre de cabello cano en la cola del comedor social Amazing Grace.
A su lado, Craig Johnson, de 29 años, que tiene en brazos a su hijo rubio de ojos azules, reconoce que ya vivía de “trabajo en trabajo” antes de la pandemia.
Pero lleva un año sin encontrar nada y sin los bancos de alimentos no sabe cómo sobreviviría su familia.
“Antes atendíamos a unas 250 personas a la semana, ahora son más bien 400”, asegura Mark Butcher, fundador de Amazing Grace.
“Es duro saber que vives en una ciudad donde hay tanta pobreza”, afirma Sylvia Culshaw, responsable del Banco de Alimentos de Blackpool.
“Todas las ciudades están afectadas, pero en Blackpool más que en muchos otros”, añade mientras prepara las bolsas con pan, frutas, verduras y latas de conservas para ser entregadas.
La histórica recesión provocada por el covid-19 podría duplicar la pobreza extrema en el Reino Unido hasta alcanzar los dos millones de hogares, entre ellos un millón de niños, según un reciente estudio realizado para la oenegé Trussell Trust.
“Por primera vez desde que abrimos hace 11 años, hemos tenido que rechazar a nuevas familias porque estábamos al límite de nuestra capacidad”, lamenta Pat Naylor, directora de la organización Home Start, que ayuda a las familias en dificultades.
Y afirma que teme las consecuencias a largo plazo para los niños. “No es sólo no poder alimentar a tu familia. Es pasar de ‘tengo un trabajo, estoy bien, los niños están bien, la Navidad va a ser fabulosa’ a ‘me lo he perdido todo'”.
Aunque algunos hoteles, restaurantes y atracciones de Blackpool están empezando a contratar de nuevo para preparar la reapertura prevista el 12 de abril, en opinión de Naylor “va a pasar mucho tiempo hasta que la gente recupere la confianza”.
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