Redacción AFP.- “Estamos conectados”: cuando grabó vía Facebook su atrincheramiento para reclamar la liberación de un rapero, un grupo de manifestantes causó un gran revuelo en Cuba, donde el internet móvil llegó apenas hace dos años revolucionando la vida cotidiana de la isla.
Con este grito de batalla lanzado en noviembre pasado, el Movimiento San Isidro, un colectivo de artistas e intelectuales hasta entonces poco conocido, llamó la atención incluso fuera de Cuba enviando su mensaje desde la casa en la que se atrincheró durante diez días con algunos de sus integrantes en huelga de hambre.
Justo antes de ser expulsados por la policía, 2.000 internautas seguían en directo el intercambio que mantenían estos 14 activistas y los médicos que los habían ido a ver.
Al día siguiente, convocados por las redes sociales, unos 300 artistas, algunos de renombre, se presentaron de manera espontánea ante el Ministerio de Cultura para reclamar más libertad de expresión, una manifestación inédita en la historia reciente del país.
En Cuba, los pocos intentos de manifestaciones suelen anunciarse… y son desalentados por un importante despliegue policial. Pero esta vez las fuerzas del orden se vieron sorprendidas y permitieron la protesta.
Después de su llegada al país en diciembre de 2018, el internet móvil ha cambiado la vida de muchos cubanos, impactando en el comercio, en la sociedad civil y en la toma de la palabra en un lugar donde muchos evitan decir en voz alta lo que piensan por temor a sanciones.
Hasta entonces, el acceso libre a internet, disponible desde 2015, sólo era posible a través de puntos wifi de pago instalados en parques o plazas públicas. Una multitud de personas se conectaba, a menudo al final del día, compartiendo una conexión lenta e inestable.
Esa imagen prácticamente ha desaparecido. Con la 3G y luego la 4G, unos 4,2 de los 11,2 millones de habitantes del país se conectan ahora con sus teléfonos.
En el caso de Marta, internet impulsó su negocio de entregas a domicilio. Estar conectado permitió a Yasser crear una comunidad de ciclistas. Camila probó la libertad, aunque se metió en problemas.
– “Tan natural” –
“Definitivamente, yo creo que ha sido un cambio en nuestras vidas, ¡ahora para nosotros es como tan natural! Pero a veces yo me paro y pienso que hace dos años no teníamos, yo digo bueno: ¿Cómo era posible?”, dice Marta Deus, de 32 años, creadora de la empresa de entregas a domicilio Mandao.
En esta isla con escasez recurrente, los grupos de Whatsapp y Telegram para encontrar alimentos y combustible se han convertido en herramientas de supervivencia indispensables.
En uno de ellos, llamado “Qué hay”, Wendy sube tentadoras fotos desde un supermercado: pasta de dientes, jabón, queso… Precisa que “hay una gran fila, llegué a las 11H00 y pude entrar a la tienda a la 15H00, pero hay muchas cosas”.
María Julia le responde “gracias”. Otros advierten que la fila ha empeorado desde entonces.
“Harina por favor??? Alguien ha visto???”,”Papel sanitario han visto? Alguien sabe dónde puedo conseguir leche?”, son preguntas que aparecen en Red Solidaria.
Otros grupos permiten vender o intercambiar productos entre particulares: Gaby está feliz por haber podido cambiar gel de tocador por papel de baño. Leo ofrece aceite y jabón por compotas de bebé.
Los grupos que sirven para compartir contactos también son un salvavidas cotidiano para encontrar medicamentos desaparecidos de las farmacias, una información que antes los cubanos solo podían obtener con el boca a boca.
“Ahora es mucho más fácil encontrar a alguien que tenga lo que necesito: sin esos grupos eso habría sido imposible, habría sido una cosa del azar”, confió Ricardo Torres, economista de la Universidad de La Habana.
El Estado ha acompañado este movimiento con la creación de aplicaciones para hacer transferencias de dinero o pagos de sus facturas y un sitio de compras en línea.
– El impulso de la 3G –
El internet en el teléfono “¡ha sido una revolución total!”, asegura Marta Deus.
Los repartidores de comida de Mandao se pueden ver por todas partes en La Habana, reconocibles por las grandes bolsas amarillas que llevan en la parte trasera de sus motocicletas. Este servicio se ha multiplicado en el último año, sobre todo con la pandemia del coronavirus.
Mandao, que trabaja con unos 70 restaurantes, recibe cada día un centenar de pedidos, 70% vía la aplicación creada en julio de 2020. “Esperamos terminar el año con 20.000 clientes”, dice Marta complacida.
Yasser González, de 35 años, quería reunir a una comunidad de ciclistas. “En Facebook fue donde empecé a lanzar los eventos”. En 2015 organizó en la capital una primera rodada en bicicletas con cuatro ciclistas, llamada Masa Crítica.
Gracias al acceso a internet, más de cien personas participan cada mes en este evento.
Y el grupo superó sus expectativas. Un día, en su página de Facebook apareció la respuesta de una funcionaria del municipio a uno de sus mensajes con información sobre un proyecto para una pista de bicicletas en el Malecón, la famosa avenida costera de La Habana.
Ahora, dijo todavía asombrado, “tengo la posibilidad de unirme a ellos, a ciertas reuniones que hacen para hablar de un plan de movilidad que están planteándose”.
Iniciativas similares de la sociedad civil se han multiplicado. Un mes después de la llegada de la 3G, en enero de 2019, un tornado golpeó la capital. De inmediato los habitantes se organizaron vía las redes sociales para llevar comida a las víctimas del desastre, sin esperar que el Estado lo hiciera como pasaba antes.
El gobierno a veces se ha tenido que subir al tren en marcha y ha activado grupos de trabajo frente a la movilización en línea en temas como el bienestar animal, que muy pronto será objeto de un decreto-ley, o ante la violencia contra la mujer.
– El presidente en Twitter –
Pero si el internet móvil facilita la vida cotidiana y la libertad de expresión de los cubanos, también ayuda a la vigilancia por parte del Estado, ansioso por controlar un fenómeno que podría superarlo.
Cuando la ciudad anuló oficialmente una rodada ciclista prevista para octubre debido a la pandemia, Yasser lanzó un pedido de ayuda al presidente Miguel Díaz-Canel. Antes nunca se hubiera atrevido.
“Estimado @DiazCanelB, le escribo con la esperanza de salvar el evento más lindo que tendría nuestra ciudad en este difícil año 2020”, escribió.
En el poder desde 2018, el presidente Díaz-Canel ha hecho de la informatización de la sociedad una prioridad de su gobierno, y empezó abriéndose una cuenta en Twitter.
En la otra cara de la moneda, algunos cubanos no dudan en cuestionarlo e incluso insultarlo bajo el anonimato de seudónimos.
“Yo no veo ningún problema en que yo le escriba al presidente o a quien quiera. Si me quiere responder, súper, si no me quiere responder, ya, me quedo con eso”, dice Yasser.
Pero unos días después, fue interrogado por la policía política. “Fui citado por la policía y yo creo que fue a raíz de que le escribí a Díaz-Canel”. La advertencia fue “que pare de hacer lo que estoy haciendo”.
Ahora dice que pone más atención en lo que publica. “Tengo miedo pero a la vez quiero cuidar mis proyectos”.
Para la periodista independiente Camila Acosta, de 27 años, internet ha facilitado su trabajo y ha hecho más visible su medio, el sitio web de la oposición Cubanet.
“La verdadera explosión fue el internet en el teléfono”, dice Camila, que de repente vio a la mayoría de sus contactos permanentemente conectados.
Pero cuando ella posteó en Facebook una imagen que se burlaba del padre de la revolución cubana, Fidel Castro, el video de una larga fila a la entrada de un supermercado y una foto de la citación que recibió de la policía después de una manifestación, le cayó una multa de 3.000 pesos (125 dólares).
La sanción se basó en el Decreto 370, que prohíbe la publicación en internet de cualquier “información contraria al interés social, la moral, las buenas costumbres y la integridad de las personas”.
– Defender la revolución –
“Las redes sociales e internet se han convertido en un escenario permanente de confrontación ideológica, donde también deben prevalecer nuestros argumentos frente a las campañas enemigas”, recordó recientemente el gobernante Partido Comunista (PCC, único).
Internet debe servir para defender “la verdad de Cuba” y la revolución, dijo también a la AFP, en 2019, el viceministro de Comunicaciones, Ernesto Rodríguez Hernández.
Camila se negó a pagar la multa, exponiéndose a una posible pena de seis meses de prisión, igual que unas 10 de las 30 personas sancionadas desde enero de 2020.
Desde entonces, “no me he frenado” en internet, “todo lo contrario”, asegura, confiada de salir a la calle porque dice contar con “el reflejo de tener el teléfono preparado para grabar en vivo” si la arrestan.
“Es un poco la protección que tenemos”, dice ella, recordando que así lo hizo en su última detención en julio, lo que le permitió avisar a sus familiares y que se movilizaran para su liberación.
“Para mí, internet es lo peor que le ha pasado a este gobierno” que no calculó “lo que pudiera suceder”, asegura Camila: “Internet se ha convertido en ese espacio de participación que no hemos tenido los ciudadanos cubanos en mas de 60 años”.
Las últimas semanas, muchos residentes han informado de extraños cortes que les impedían conectarse a Facebook, Twitter o Whatsapp.
En octubre, Telegram estuvo inaccesible. La ONG Access Now, junto con una veintena de organizaciones, entre ellas Reporteros sin Fronteras, denunciaron el bloqueo fue intencionado.
“Internet como tal te permite ejercer derechos, y entre éstos está el derecho a la libertad de expresión. Y Cuba tiene un historial bastante largo, bastante grande de represión de la libertad de expresión”, dijo Verónica Arroyo, responsable de políticas públicas de la ONG en América Latina.
“El gobierno sabe que el internet es una herramienta necesaria para el desarrollo que ellos buscan. También hay ciertas cosas que pueden salirse de las manos, que se le pueden escapar de lo que está pasando. Por eso ponen ciertos controles”.