En marzo, cuando la COVID-19 se ensañaba con países como Italia y España, Cuba comenzaba a reportar los primeros casos de la enfermedad. Las noticias sobre la rápida expansión del nuevo coronavirus y los miles de contagios y muertes diarias en esas naciones disparaban las alarmas en la isla.
Por esos días también era noticia el colapso de las salas de terapia intensiva, y la escasez de ventiladores pulmonares para aquellos pacientes que desarrollaban insuficiencia respiratoria a causa de la COVID-19 y requerían ventilación mecánica.
Cuba no estaba ajena a dicha realidad y actualizaba un plan, aprobado desde enero por el Consejo de Ministros y supervisado por las máximas autoridades del Partido y el Estado, para atenuar el impacto de la pandemia en la nación. Dicha estrategia, también liderada por el Ministerio de Salud Pública, contemplaba la disposición de capacidades en las salas de terapia de todo el país.
Además de la industria biofarmacéutica, todas las potencialidades de la ciencia y las tecnologías de la nación se pusieron en función de un objetivo común: hacer frente a la pandemia.
Es así como tuvieron que redireccionar muchas de sus tecnologías, a fin de garantizar una mayor capacidad de respuesta al sistema de salud cubano en medio de la situación epidemiológica generada por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2.
El doctor Mitchell Valdés Sosa, director del Cneuro, conversó con Cubadebate acerca de los momentos iniciales, cuando sin perder tiempo tuvieron que asumir el desarrollo de ventiladores pulmonares de emergencia ante un escenario que, si bien no era crítico, planteaba muchos desafíos.
“Encontramos que hacían falta más ventiladores pulmonares y fue por ello que establecimos tres direcciones, comenzando por la fabricación de los elementos del circuito del paciente, o toda la tubería que conecta la persona a la máquina”, explicó.
La creación de un prototipo de ventilador de emergencia, de bajo costo y basado en diseños disponibles en Internet, estuvo entre las principales contribuciones del Cneuro. De esta manera, se aliviaría la posible falta de esos equipos en las terapias ante un contexto más crítico.
Por suerte —añadió— no han hecho falta, pues el país logró controlar el número de casos con las medidas apropiadas, como el distanciamiento físico y la higiene.
“Nunca llegamos a la situación que se presentó en Italia, España o Nueva York, donde esos ventiladores no cubrían las altas demandas”.
El experto cubano aseguró que este año, el Cneuro entregará 250 ventiladores pulmonares de emergencia y, con ello, “ante una situación crítica, el país tendrá una capacidad mayor de respuesta”.
El Cneuro también trabajó, de conjunto con el Centro de Inmunoensayo, en la construcción de un ventilador no invasivo, con el cual —al contrario del otro prototipo— el paciente no requiere la intubación.
“Estamos en condiciones de comenzar a construirlos, asimilando diseños que se colocaron en Internet. Ha habido también mucha colaboración internacional a la hora de distribuir y compartir la información”, destacó.
De acuerdo con Valdés Sosa, existe la posibilidad de fabricar otros 250 ventiladores de este tipo. Con ellos, sumarían 500 respiradores artificiales disponibles en el país.
Colaboración Vs. BloqueoComo bien aclara el director del Cneuro, este no ha sido un trabajo desarrollado por sí solos, sino a través de alianzas con muchos organismos, entidades y el sector por cuenta propia.
Fueron clave la Unión de Industrias Militares (UIM), la Empresa Combiomed-Tecnología Médica Digital, el Grupo de la Electrónica (Gelect), así como el Centro para el Control Estatal de Medicamentos, Equipos y Dispositivos Médicos (Cecmed), entre otros.
El Cneuro ha actuado como coordinador de los dos modelos de ventiladores pulmonares, consiguiendo diseños de código abierto en Internet; “hay una tendencia mundial a compartir los diseños e información, que se amplió durante esta pandemia”.
“Algunas partes fueron diseñadas por nosotros, como las placas electrónicas y el circuito de los respiradores; mientras que la parte mecánica la realizó la UIM ‘Grito de Baire’, y el Gelect nos suministró las baterías para la fuente”.
Otro rol importante lo tuvo el Centro Nacional de Electromedicina, que con su experiencia en el uso de ventiladores, aportó en la calibración y prueba de los equipos.
Además de su papel coordinador, el Cneuro tuvo una participación activa en la movilización de fondos.
“Los 500 ventiladores en proceso de construcción se han hecho básicamente con aportes recibidos del exterior, gracias al apoyo ante la difícil situación económica del país, y en momentos en que el mundo también atraviesa por una tensa crisis financiera”.
Los fondos procedieron de la Unión Europea, la entidad no gubernamental mediCuba-Suiza, y por diferentes campañas movilizadoras de la sociedades cubanas de Higiene y Epidemiología y de Bioingeniería, demás de grupos de cubanos en el Reino Unido.
Para nadie es ajeno que, en medio de este episodio sanitario global, muchas naciones decidieron asegurar sus recursos y paralizar las exportaciones de materiales, equipamientos y tecnologías médicas, como los ventiladores pulmonares.
En el caso cubano, el obstáculo de conseguir insumos sanitarios se hace mayor debido a las políticas del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos. Es una realidad que persiste incluso en medio de una emergencia como lo es el nuevo coronavirus.
El 11 de abril, se anunciaba que la nación caribeña no podría adquirir los ventiladores pulmonares con dos de sus proveedores habituales, pues las firmas fabricantes de estos equipos se convirtieron en filiales de una compañía estadounidense. Como consecuencia, ambas cesaron su relación comercial con Cuba.
Como explica el director del Cneuro, por otra parte, “la confección de estas máquinas en territorio nacional le ha ahorrado al país al menos 10 millones de dólares”. “Y no hablo sólo de dinero, sino esfuerzos y tiempo para poder resolver la situación rápidamente”.
“Aquí se han conjugado la cooperación internacional para conseguir los componentes, en primer lugar, y en segundo, la rápida respuesta de los grupos de investigación para asimilar los diseños y la tecnología”.
Medios de protección, cajas de intubación e hisopos para PCROtra línea de investigación y producción ha sido la de medios de protección para el personal médico como caretas, batas y delantales, con el apoyo de los trabajadores cuentapropistas, de la UIM y del Grupo Empresarial de la Industria Ligera (Gempil).
“Hemos trabajado consiguiendo diseños, distribuyendo materiales, coordinando esfuerzos, y ya se han entregado miles de protectores faciales, lo cual limita la contaminación de los trabajadores del sector de la salud”, destacó el director del Cneuro.
Una novedad fue la fabricación de cajas de intubación —de material plástico transparente—, un medio que permite el manejo de los pacientes con COVID-19 de manera mucho más segura para los sanitarios. Estas se desarrollan de conjunto con la empresa gráfica suiza Agostini GmbH.
Por otra parte, la producción nacional de hisopos para la toma de muestras de PCR también se añade a las contribuciones del Cneuro.
“Esto permitirá al país ahorrar dinero y, lo más importante, garantizar la sostenibilidad de estas pruebas, las cuales continuarán siendo la base del programa de la detección de personas con COVID-19”.
“Con los hisopos y los frascos [producidos por el Centro Nacional de Biopreparados] donde se deposita cada uno para ser trasladados hacia los laboratorios, podremos tomar las pruebas PCR necesarias durante todo el año, con un mínimo de gastos”, explicó el director del Cneuro.
Secuelas de la COVID-19 en la función cerebral, una investigación que nace
Paulatinamente, el país ha comenzado a avanzar hacia una nueva normalidad donde, sin apartar “los ojos” de la COVID-19, las personas e instituciones vuelven a sus rutinas habituales.
El Cneuro no se quedará atrás, pues ya está lanzando la convocatoria del programa nacional de neurociencias y neurotecnologías, el cual dará continuidad a muchas experiencias en curso relacionadas con las investigaciones sobre el cerebro.
“Con la epidemia de la COVID-19 se enlentecieron muchas de las cosas que estábamos haciendo, que comienzan ahora a recobrar su ritmo como parte del trabajo normal”, explicó Mitchell Valdés Sosa.
Sin embargo, “ya hay un proyecto que es un puente entre lo que hicimos de emergencia para la COVID-19 y las labores cotidianas del Centro”.
Se trata —menciona— de un estudio a las personas que padecieron la enfermedad, para indagar qué tipo de afectación de su función cerebral puede haberse producido, desde el punto de vista neurológico, psicológico o psiquiátrico.
De acuerdo con el experto, es una colaboración con los grupos nacionales de Psiquiatría y de Neurocirugía, así como la Sociedad de Psiquiatría y el Instituto de Neurología y Neurocirugía, entre otros colegas.
“Dicho estudio es del interés de China, y nos encontramos en negociaciones para realizar un trabajo conjunto con el Reino Unido”, dijo.
En otros frentes, el Cneuro no abandonará los estudios de la enfermedad de Alzheimer, de los trastornos de aprendizaje en niños, el manejo de los casos con pérdidas auditivas y la solución de ese problema, así como el manejo y tratamiento de la epilepsia.
Por Lisandra Romeo Matos/Cuba Debate