SAN SALVADOR (Sputnik) — En plena ola mundial de atentados contra estatuas de personajes históricos cuestionados, una mujer de mirada tan desafiante como sus senos azules tiene los días contados en El Salvador, solo porque al presidente le parece “fea”.
La “condenada” no inició un genocidio ni traficó esclavos ni glorificó a dictadores o bañó en sangre pueblos enteros, porque ni siquiera es real: es el símbolo de la reconciliación en un país renuente a reconciliarse.
Se trata de la Mater Civis, protagonista de un conjunto escultórico inaugurado para saludar los 25 años de los Acuerdos de Paz que pusieron fin al conflicto armado (1980-1992), la cual ha sido cuestionada por su inexplicable color azul, su rostro hosco y su prominente busto.
Ante tales atributos, la picardía salvadoreña la despojó de toda solemnidad y la bautizó como la “Pitufina”, la “Chichuda” o la “Michi”, por su presunto parecido con Ada Guzmán, amante y posterior esposa del expresidente Mauricio Funes (2009-2014), ambos prófugos de la Justicia.
Sin embargo, más allá de las burlas, a nadie le importaba demasiado la escultura emplazada justo donde el bulevar Monseñor Romero busca la avenida Jerusalén, hasta el pasado 4 de junio, cuando el presidente Nayib Bukele ordenó desmontarla en cadena nacional.
“Monumento horrible, le voy a pedir que desmantele ese monumento”, demandó Bukele a su ministro de Obras Públicas, Romeo Herrera. “Así se hará”, respondió el subordinado.
El estigma de la Civis azul
“Civis” significa “ciudadano” en latín, y la idea del monumento azul era destacar ese espíritu cívico que, al menos en teoría, habría prevalecido tras 12 años de un conflicto armado que dejó una estela de muerte, derechos humanos violados y una aguda polarización política.
La escultura, erigida durante el mandato de Salvador Sánchez Cerén (2014-2019), ampara con sus brazos a una guerrillera y a un soldado, quienes representan los bandos enfrentados durante la guerra y su compromiso de convivir en paz.
A un costado fue levantado un mural que reseña en alto relieve algunos episodios históricos de El Salvador, e incluye a personajes como el conquistador Pedro de Alvarado, los próceres Francisco Morazán y Gerardo Barrios, el líder indígena Anastasio Aquino, entre otros.
No podía faltar monseñor Óscar Arnulfo Romero, cuyo asesinato en marzo de 1980 desató la guerra civil, y lo elevó a los altares de la Iglesia Católica en octubre de 2018.
El proyecto fue concebido por el escultor salvadoreño Napoleón Alberto, residente en Italia, quien no quedó muy satisfecho con el resultado final.
“El monumento es tosco, lleno de rigidez y tiene defectos de anatomía y proporción”, declaró el artista al portal El Salvador Times, y fue más allá al considerar el monumento “una ofensa para la gente”.
Gerson Martínez, el ministro de Obras Públicas que encargó el conjunto, siempre defendió la escultura, más por su valor simbólico que por su estética. “El camino a la reconciliación no es plano, es escarpado”, afirmaba en medio de las críticas.
¿Se queda o se va?
Tres semanas después, la Mater Civis sigue observando el tráfico cada vez mayor que circula el antiguo bulevar Diego de Holguín. Con una pandemia difícil de controlar, no hay mucho tiempo para demoler una escultura de bronce, de 12 metros de alto.
Para el opositor Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN, izquierda), la orden de desmantelar el monumento es una “barbarie” que demuestra “falta de cultura, el desprecio al patrimonio cultural construido, legado del pueblo salvadoreño”.
“La destrucción de monumentos es la expresión irracional en contra de la Patria, es la intención materializada de destruir a los adversarios, enemigos fantasmas que inventan con propósitos nefastos”, denunció el FMLN en un comunicado.
Del tema —que en su momento generó titulares, reacciones y los inevitables memes— ya casi nadie habla en El Salvador, y podría pasar como otra cortina de humo mediática levantada para desviar la atención de la crisis sanitaria provocada por el COVID-19.
Apenas una semana después de que Bukele sentenciara a la polémica escultura, comenzaron a ser vandalizadas en varios países las estatuas del navegante genovés Cristóbal Colón y otras figuras asociadas al colonialismo, como reacción furibunda al asesinato en Estados Unidos del afroamericano George Floyd.
Y si bien esta “estatuafobia” tampoco cambiará la historia ni acabará con problemas como el racismo o la violencia, igual la gente necesita desahogar su rabia, y las esculturas no pueden defenderse.
Fuente: Sputnik