El derribo de estatuas volvió a ser una tendencia en las manifestaciones contra el racismo, aunque se trata de un fenómeno “antiquísimo”, dijo a Sputnik el arqueólogo español Alfredo González Ruibal. El experto explicó por qué la figura de Colón es tan atacada y describió el cambio de paradigma en la forma de entender los monumentos.
Las protestas en EEUU a raíz del asesinato de George Floyd pronto dieron paso a una tendencia: el derribo de estatuas de líderes confederados como Jefferson Davis, John B. Castleman o Richard W. Dowling y del explorador italiano Cristóbal Colón.
Fenómenos similares se dieron en países como el Reino Unido donde —además de vandalizar la estatua de Winston Churchill en Parliament Square— un busto del traficante de esclavos Edward Colston fue arrancado de su pedestal por manifestantes y lanzado al río Támesis.
Las protestas avanzaron sobre imágenes que relacionaron con la esclavitud, la colonización o la explotación de poblaciones afrodescendientes o nativas y motivaron que autoridades locales decidieran quitar otras seis esculturas de traficantes británicos de esclavos antes de que fueran derribadas.
La tendencia, que sorprendió por su reiteración y generó polémica en torno a las figuras vandalizadas, no es novedosa. Para el arqueólogo y etnoarqueólogo español Alfredo González Ruibal, se trata de “un fenómeno antiquísimo que sabemos que ocurre desde la prehistoria”.
En diálogo con Sputnik, González Ruibal señaló que hay antecedentes de destrucción de imágenes y estructuras simbólicas desde la Edad de Hierro, cuando santuarios enteros eran vandalizados en la península ibérica.
“Las estatuas no tienen tanto que ver con la historia como con el poder y por eso son tan fácilmente objeto de la ira de la sociedad”, explicó el experto.
Si bien puede pensarse que todos los monumentos están en riesgo de ser derribados en situaciones de descontento general, González Ruibal aclaró que los que suelen ser objeto de ataques son los que representan “individuos o formas de poder que siempre han resultado divisivas en la sociedad”.
La diferencia entre el momento en que los monumentos son erigidos y en que son derribados tiene que ver con el diferente tiempo histórico de las sociedad. “En el caso de EEUU, a nadie se le ocurría tirar una estatua de un confederado en los años veinte o treinta, cuando el Ku Klux Klan todavía estaba linchando negros”, graficó.
Según el arqueólogo, cuando manifestantes deciden derribar una estatua de un personaje histórico al que consideran despótico lo hacen porque consideran, incluso de forma inconsciente, que “mientras esos símbolos sigan ahí parte del legado de esas personas va a seguir siendo naturalizado, que sigue siendo algo digno de ser homenajeado y que merece un lugar en el espacio público”.
Otra de las características es que se trata de fenómenos “espontáneos y populares”, independientemente del signo político de la protesta. “Es muy raro que esos fenómenos estén dirigidos. Podemos retrotraernos al caso de la destrucción de La Bastilla (14 de julio de 1798, inicio de la Revolución Francesa), que no era una escultura pero sí era la mejor representación de la monarquía absoluta. No hizo falta ninguna coordinación, fue parte de la sublevación popular contra la monarquía que acabó con ese símbolo”, apuntó.
Sacando a Cristóbal Colón del pedestal
Muchos latinoamericanos no sabían cuántas estatuas de Cristóbal Colón había en EEUU hasta que, a mediados de junio, vieron a varias caer en el marco de las protestas contra el racismo. En Richmond, Virginia, una estatua del explorador fue incendiada y arrojada a un lago. La imagen de Colón también fue derribada en Saint Paul, Minnesota, y decapitada en Boston.
Los ataques a esculturas de Colón fueron un verdadero fenómeno en EEUU durante las protestas. Solo entre el 11 y el 18 de junio fueron atacadas otras 12 esculturas del navegante.
No es la primera vez que esculturas de Colón son atacadas durante protestas. Las manifestaciones de 2019 en Chile también la emprendieron contra bustos del navegante de origen italiano.
En ocasiones, Colón también fue desplazado por vía institucional. En Argentina, la estatua del navegante genovés fue removida durante el Gobierno de Cristina Kirchner en 2013 del jardín frente a la Casa Rosada, detrás de la céntrica Plaza de Mayo, y restablecida, en 2019, en un alejado lugar en la avenida Costanera, mirando al río.
Para González Ruibal, la figura de Colón sigue siendo “complicada” por su significado en relación al proceso de colonización del territorio americano por parte de España. “En España no ha habido un proceso de descolonización de la historia, entonces todavía se sigue viendo [la figura de Colón] de forma celebratoria y hay muy poca crítica sobre lo que significó la conquista de América”, comentó.
En efecto, al tiempo que inspira cientos de bustos y estatuas en Iberoamérica, Colón se mantiene como una parte central de la “memoria afectiva de los españoles”, comentó el experto. “De pequeñitos se aprende que Colón descubrió América, que era un gran explorador, un gran navegante, una figura espectacular desde el punto de vista intelectual por la hazaña de demostrar que el mundo es redondo”, añadió.
¿Cambia la forma de pensar los monumentos?
Para el arqueólogo, lo que sucede con las estatuas ante las revueltas sociales es una demostración de que el mundo se encuentra en “un momento de transición muy importante” que está caracterizado por “un desajuste entre la sensibilidad de las sociedades democráticas y las formas de conmemoración del espacio público”.
González Ruibal explicó que la mayoría de las ciudades del mundo mantienen estatuas y monumentos que “le deben mucho al siglo XIX” en que la mayoría fueron erigidas. Esos monumentos, puntualizó, “responden a un modelo muy específico de conmemoración, el de los grandes hombres de Estado, varones con poder”, pertenecientes a sociedades “más autoritarias y más clasistas” que las actuales.
El problema surge porque ese tipo de homenajes “chirrían” en las sociedades democráticas de la actualidad. “No es el tipo de individuos que queremos celebrar”, clarificó.
Avanzado el siglo XX comenzaron a aparecer en las ciudades otros monumentos que, según el arqueólogo, “responden más a la sensibilidad de nuestra época”. En esa categoría aparecen los memoriales que recuerdan a las víctimas de dictaduras, torturas y violaciones de derechos humanos.
“Ese tipo de memoriales, más abstractos, responden más a la sensibilidad de nuestra época, esa reivindicación de las personas olvidadas por la historia, la gente corriente”, acotó González Ruibal. Los monumentos que recogen los nombres de todas las víctimas de episodio son un ejemplo claro de esta tendencia, apuntó.
Los paisajes urbanos de la actualidad mantienen en convivencia a esas dos formas diferentes de memorialización. La fragilidad de esta convivencia es, precisamente, la clave para comprender la razón de la destrucción de monumentos.
“Los dos modelos pueden convivir mientras la conmemoración del siglo XIX no afecte a nuestros valores actuales. Por ejemplo, un general del siglo XIX que ganó una batalla que a nadie le importa mucho, no tiene por qué molestar a nadie”, advirtió González Ruibal.
El problema, señaló, comienza cuando esa glorificación “ya no encaja en nuestra sensibilidad” y se homenajea “individuos que directamente van en contra de las bases de los sistemas democráticos actuales”. En síntesis, enfatizó que “son estatuas a racistas o dictadores cuyos valores ya están fuera de la mayoría de las sociedades contemporáneas”.
Fuente: Sputnik