Reina Paula, una vendedora en el supermercado La Epoca de La Habana, Cuba, dijo el mismo día que una empleada dio positivo por el coronavirus;las autoridades locales enviaron al resto del personal en una flota de vehículos estatales a instalaciones de aislamiento para efectuar las pruebas, dando inicio a un cuidado protocolo de salud.
El personal sanitario de atención primaria se organizó para rastrear familiares, a quienes enviaron también a cuarentena, mientras medios estatales apelaron a cualquier otra persona con la que pudieran haber tenido contacto cercano para presentarse a los test. Aquellos que dieron positivo fueron hospitalizados.
“Siguieron los pasos clínicos como un reloj suizo, y estoy más que satisfecha del personal de salud cubano: Estoy muy agradecida de su labor”, dijo Paula por teléfono ya en su casa tras recuperarse de COVID-19, la enfermedad respiratoria que causa el coronavirus.
Su esposo, hija, yerno y nieto también fueron puestos en cuarentena y enviados a sus casas tras dar negativo en sus pruebas. El episodio es un ejemplo del protocolo que ha adoptado Cuba para contener de manera relativamente rápida el brote.
Los casos reducen en Cuba
Los nuevos casos se han reducido a menos de 10 por día en promedio desde un pico de alrededor de 50, y dos tercios de la isla están libres de virus, según datos oficiales.
El lunes fue el noveno día consecutivo sin muertes por COVID-19, mientras que la enfermedad altamente infecciosa continúa causando estragos en todo el continente americano.
«Podríamos estar acercándonos al final de la pandemia y entrando en la fase de recuperación de COVID», dijo el presidente Miguel Díaz-Canel este fin de semana.
Al igual que muchos países, Cuba cerró sus fronteras y escuelas al comienzo del brote e instó a los cubanos a practicar el distanciamiento social, aunque eso fue complicado por las grandes colas fuera de las tiendas en medio de la creciente escasez.
Pero Cuba rápidamente hizo que las máscaras faciales fueran obligatorias y puso en cuarentena a un gran número de personas en lugar de simplemente decirles que se quedaran en casa.
Desobedecer las medidas pandémicas conllevaba una multa o incluso una pena de prisión. Y el estado cubano ha utilizado su monopolio de los medios de comunicación tradicionales para transmitir juicios por tales delitos para dar un ejemplo y educar a los ciudadanos sobre el virus.
También ha enviado diariamente a decenas de miles de médicos de familia, enfermeras y estudiantes de medicina a hogares de todo el país para realizar exámenes, lo que subraya la fortaleza del sistema de atención médica, incluso cuando los recursos limitados en las últimas décadas han provocado el deterioro de los hospitales y la escasez de medicamentos más frecuente.
El principal epidemiólogo de Cuba, Francisco Durán, dijo que la detección temprana, la hospitalización y la aplicación de tratamientos experimentales, muchos desarrollados por el propio sector biotecnológico del país, han ayudado a reducir la mortalidad de COVID-19.
Cuba, con una población de 11 millones, ha reportado 2 mil 200 casos y 83 muertes. Eso se traduce en 0,73 muertes por cada 100 mil habitantes, según un recuento de la Universidad Johns Hopkins, ligeramente por encima de los 0,20 por 100 mil de Costa Rica, pero muy por debajo de los 17,4 de Brasil.
El éxito ha ganado aplausos de los ciudadanos.
«Una vez más», dijo Marina Rodríguez, residente de La Habana, «nuestro país ha demostrado que a pesar de sus dificultades, siempre puede controlar una epidemia».
Fuente: Cubadebate