¿Conoce usted las siete maravillas de la ingeniería civil cubana? Son el acueducto de Albear, el túnel de la bahía y el sifón del alcantarillado bajo la propia ensenada capitalina. Conforman también ese grupo maravilloso el puente de Bacunayagua, entre las provincias de La Habana y Matanzas, la carretera Central y el viaducto de La Farola, que cortó en dos el intrincado macizo montañoso de Sagua-Baracoa. La séptima maravilla de la ingeniería civil cubana es el edificio Focsa.
Con sus 39 niveles desde el cimiento a la torre y 10 000 metros cuadrados de superficie, el Focsa se alza majestuoso en la manzana enmarcada por las calles M, N, 17 y 19, en la barriada habanera de El Vedado. Su construcción comenzó en febrero de 1954 y se concluyó en junio de 1956. Lo que equivale a decir que entre la colocación de la primera piedra del edificio y el último brochazo que se dio a sus paredes transcurrieron 28 meses.
Desde finales de 1952, Goar Mestre, propietario de CMQ Radio y Televisión, se empeñó en construir un edificio de apartamentos para sus artistas y empleados. Para hacerlo adquirió, por 700 000 pesos, el terreno del club Cubanaleco, de los trabajadores de la Compañía Cubana de Electricidad, y creó la Compañía de Fomento de Obras y Construcciones S A. Sus siglas darían nombre al edificio.
Los tres hermanos Mestre, Goar, Abel y Luis Augusto, se asociaron en el negocio. Se sumaron además Pepín Bosch, de la casa ronera Bacardí, y, entre otros, Ernesto Gómez Sampera, que fungió como vicepresidente segundo y que fue el proyectista y arquitecto de la obra. Julián de Zulueta, propietario y presidente del Banco Continental, tenía intereses ocultos en la Compañía de Fomento de Obras y Construcciones S A. Los financió con dinero de su entidad bancaria. Lo que puso al Banco Continental al filo de la quiebra y provocó que el Banco Nacional de Cuba lo interviniera en 1955.
El Focsa mide 121 metros sobre el nivel de la calle. En el momento de su inauguración fue el inmueble de hormigón más alto del mundo, superado solo por el edificio Marinelli, de Sao Paulo, en Brasil, con sus 144 metros de altura.
Muchas fueron las opiniones en contra de un edificio tan alto. Se dijo que sus vibraciones y oscilaciones podrían ser dañinas para la salud humana, y que su estructura de hormigón lo haría antieconómico a partir del piso 18. Ni lo uno ni lo otro. Las investigaciones demostraron que en caso de que vientos de 240 km/h azotaran al Focsa, su parte superior podría moverse no más de diez centímetros, lo que no resultaba significativo para la salud ni para el inmueble mismo. Y en cuanto a los costos, el ahorro fue de 5% en los pisos bajos y de 18% en los altos.
El Focsa tiene forma de “Y” y consta de tres partes fundamentales. En la primera de ellas, el basamento, hallan espacio tiendas, estudios de TV, una agencia bancaria y otra de publicidad, oficinas, restaurantes, cafeterías, una farmacia, un teatro, un night club…
La segunda es una torre de 29 pisos. Veintiocho de esos pisos se destinan a apartamentos de tres o cuatro habitaciones, incluida una habitación para el personal de servicio. En el piso 29 hay siete pent-houses, que complementan los 373 apartamentos del inmueble. En la parte más alta del Focsa se encuentra el restaurante La Torre, con buena oferta de cocina internacional, variada coctelería y excelente carta de vinos. Es una atalaya encristalada desde donde pueden verse hasta los barrios periféricos de La Habana.
Forman parte asimismo de la edificación parques y jardines interiores, y parqueos soterrados. Cuenta además con piscina propia.
El Focsa fue concebido para que vivieran y laboraran en sus áreas unas 5 000 personas. En su concepción se superó el concepto aislacionista de las grandes mansiones de los años 20, que eludía la trama urbana como ámbito de vida.
Se trata de una unidad vecinal que pasó a ser el primer exponente habanero de una ciudad dentro de la ciudad, de una isla habitada y autosuficiente, equipada con todos los servicios sociales. Se calcula que su inversión total fue de diez millones de pesos.
El Focsa constituyó una operación inmobiliaria fenomenal. La mayor y más ventajosa operación de venta de inmuebles que se ejecutó en Cuba en todos los tiempos. Cuando se dio fin a la obra, en junio del 56, se habían vendido ya locales por un millón de pesos y se habían recuperado tres millones por la venta de apartamentos. En octubre de 1957, esto es, dieciséis meses después de la conclusión del edificio, estaban vendidos todos sus locales para oficinas y comercios y la totalidad de sus apartamentos.
Los apartamentos de tres habitaciones se vendieron en 17 500 pesos, y los de cuatro habitaciones, en 21 500. Sumas que hoy podrán parecer poco significativas si de inmuebles se trata, pero que eran cantidades nada desdeñables en la época.
Fuente: Cubadebate