Polonia. LA VANGUARDIA- Las elecciones legislativas que Polonia celebra hoy sólo tienen un precedente: en 1989, los polacos eligieron entre continuar bajo un moribundo régimen comunista sometido a la Unión Soviética u optar por reformas radicales, una democracia liberal, la marcha hacia la independencia y el sueño de volver a Europa.
Los polacos se jugarán hoy en las urnas algo no menos transcendental que lo vivido en 1989. O Polonia involuciona hacia un régimen que aspira a sustituir la democracia liberal por una autocracia de corte nacionalista y clerical, y volver la espalda a la Unión Europea, o Polonia apuesta por la defensa del Estado democrático de derecho y un lugar sólido en Europa.
Las elecciones enfrentan al gubernamental partido nacionalcatólico Ley y Justicia, de confesa vocación autoritaria, a las cuatro principales fuerzas de la oposición, de las que tres –la liberal Coalición Cívica, el bloque de la Izquierda y la Coalición Campesina– defienden la democracia liberal, el Estado de derecho y la presencia en la Unión Europea.
Los últimos sondeos apuntan a la victoria de Ley y Justicia con alrededor de un 40% de votos, seguidos de la Coalición Cívica con entre un 22%-29%, la Izquierda con un 12%-13% y los campesinos con un 5%-7%. La incógnita es si los nacionalcatólicos consiguen mayoría absoluta para formar gobierno o, por el contrario, los partidos de la oposición llegan a sumar más escaños y pueden formar una coalición.
“Las élites que trabajen para nuestros enemigos serán condenadas”, amenaza el partido en el poder
Ley y Justicia, desde hace cuatro años, y gracias a haber acumulado todos los resortes del poder legislativo y ejecutivo, incluida la presidencia de la República, ha venido desmantelando paulatinamente el Estado de derecho y la división de poderes, sometiendo todas las instituciones públicas, incluidas las culturales y docentes, bajo su férreo control. Su líder máximo, Jaroslaw Kaczynski, que lo dirige a modo de caudillo infalible, no se muerde la lengua y deja claro que, de vencer en los comicios, ultimará su misión sin reparar ni en la oposición ni en las críticas desde la Unión Europea.
Kaczynski lo ha reafirmado en sus últimos mítines de campaña, recurriendo sin ambages a una oratoria de guerra y conquista que pretende “derrotar a nuestros enemigos”, conquistar “las últimas barricadas de la resistencia” e instaurar en el país una “nueva élite económica, política y cultural”.
“Las élites que trabajen para nuestros enemigos serán denunciadas y condenadas”, amenazó Kaczynski en uno de sus mítines. Una de las figuras de las “élites traidoras” hasta ahora más vilipendiadas por los acólitos nacionalistas, e incluso por portavoces del gobierno, ha sido durante años la escritora Olga Tokarczuk, cuyo flamante premio Nobel de Literatura concedido el jueves sentó al Gobierno como un tiro.
De ganar, los nacionalcatólicos prometen “polonizar” los medios de difusión independientes que aún no controlan y sindicalizar la profesión de periodistas, proyectos ambos recibidos con indignación como planes para coartar la libertad de expresión.
Aparte de los medios de comunicación independientes, las ultimas barricadas sin conquistar son para el régimen nacionalista el mermado pero aún no suprimido del todo poder judicial independiente y, sobre todo, el Tribunal Supremo.
El régimen, que ha violado la Constitución vigente repetidas veces y suprimido el Tribunal Constitucional para que este no pudiera denunciar sus atropellos, aspira a ganar la mayoría suficiente para reformar la Constitución y dotar al poder ejecutivo de más atribuciones.