A 100 años de la Gran Guerra el papa Francisco llama a invertir en la paz

A 100 años de la Gran Guerra el papa Francisco llama a invertir en la paz

Santa Sede.- "Dios desenmascara a quien oprime a los débiles y usa la religión". El papa Francisco así lo afirmó durante el Ángelus de este domingo, en la Plaza San Pedro. El Pontífice también reflexionó sobre el centenario del fin de la Primera Guerra Mundial: recordó que hoy a las 13.30 resuenan todas las campanas del mundo, incluidas las de la basílica vaticana, y lanzó un fuerte llamado: hay que invertir en la paz, no en la guerra. El papa expresó su tristeza debido a los conflictos que existen en la actualidad: «parece que no aprendemos» del pasado, sentenció. 

El obispo de Roma, ante alrededor de 20 mil fieles y peregrinos (según datos de la Gendarmería vaticana), comenzó: «el episodio evangélico de hoy cierra la serie de enseñanzas impartidas por Jesús en el templo de Jerusalén y pone de relieve a dos figuras opuestas: el escriba y la viuda». Los escribas, dijo el papa, «representan a las personas importantes, ricas e influyentes», mientras que la viuda «representa a los últimos, los pobres y los débiles». En realidad, el «juicio resuelto de Jesús sobre los escribas» no es sobre toda la categoría, «sino que se refiere solo a los que entre ellos ostentan la propia posición social», se hacen llamar “rabbí”, es decir maestro, «adoran ser servidos y ocupar los primeros sitios. Lo que es peor es que su ostentación es sobre todo de naturaleza religiosa, porque rezan “largo para que los vean” y se sirven de Dios para acreditarse como defensores de su ley». Esta actitud «de superioridad y de vanidad los lleva al desprecio de aquellos que cuentan poco» o se encuentran en una situación económica precaria, «como las viudas». 

El papa recordó que «Jesus desenmascara este mecanismo perverso: denuncia la opresión de los débiles instrumentalizada con base en motivaciones religiosas, diciendo claramente que Dios está de parte de los últimos». 

El pontífice indicó que para que quedara bien impresa «esta lección en la mente de los discípulos» Cristo «les ofrece un ejemplo vivo: una pobre viuda, cuya posición social era irrelevante porque no tenía un maduro que pudiera defender sus derechos, y que, por ello, se convertía en fácil presa de acreedores sin escrúpulos». Esta mujer, que «va a dejar en el tesoro del templo dos monedas, todo lo que le quedaba, hace su oferta tratando de pasar inobservada, casi avergonzándose. Pero precisamente en esta humildad ella cumple un acto lleno de gran significado religioso y espiritual». El suyo es un gesto «lleno de sacrificio», que no escapa a la «mirada atenta de Jesús, quien, por el contrario, ve en él brillar el don total de sí al que quiere educar a sus discípulos». 

La enseñanza del Hijo de Dios «ayuda a recuperar lo que es esencial en nuestra vida y favorece una concreta y cotidiana relación con Dios. Las balanzas del Señor —advirtió el Papa— son diferentes de las nuestras. El pesa a las personas y sus gestos de manera diferente: no mide la cantidad, sino la cualidad, escruta el corazón y ve la pureza de las intenciones». Esto significa que «nuestro “dar” a Dios en la oración. A los otros en la caridad debería siempre huir del ritualismo y del formalismo, así como de la lógica del cálculo, y ser expresión de gratuidad, como hizo Jesús con nosotros: nos ha salvado gratuitamente; no nos ha hecho pagar la redención. Nos ha salvado gratuitamente. Y nosotros debemos hacer las cosas como expresión de gratuidad». He aquí que Jesús indica «a la viuda pobre y generosa como modelo de vida cristiana que hay que imitar. No sabemos su nombre, pero conocemos su corazón (la encontraremos en el cielo e iremos a saludarla, seguramente), y eso es lo que cuenta ante Dios». Entonces, cuando seamos tentados por el deseo de la apariencia «y de contabilizar nuestros gestos de altruismo, cuando estemos demasiado interesados en la mirada ajena y (permítanme la palabra) cuando nos “pavoneemos”, pensemos en esta mujer. Nos hará bien: nos ayudará a despojarnos de lo superfluo para ir a lo que cuenta verdaderamente, y a permanecer humildes». 

Después de la oración Mariana Francisco recordó que este domingo se recuerda el centenario del fin de la Primera Guerra Mundial (esa, evocando las palabras de su predecesor Benedicto XV cuando la definió como «matanza inútil») y afirmó que la página histórica del primer conflicto mundial es para todos «una severa advertencia para rechazar la cultura de la guerra y buscar todos los medios legítimos para poner fin a los conflictos que aún ensangrientan muchas regiones del mundo». «Parece que no aprendemos», constató con tristeza. Por ello hoy a las 13.30, hora italiana, sonarán las campanas de todo el mundo, también las de la Basílica de San Pedro, para recordar la barbarie. «Mientras rezamos por todas las víctimas de esa terrible tragedia, decimos con fuerza: ¡invirtamos en la paz, no en la guerra! Y, como símbolo emblemático, tomemos el del gran San Martín de Tours, que «cortó su manto en dos para compartirlo con un hombre pobre» como gesto de humana solidaridad que muestra el camino para construir la paz. 

Después de la oración mariana, el papa también quiso recordar la reciente Beatificación del Padre Teodoro Illera del Olmo y de quince compañeros mártires que tuvo lugar ayer en la Sagrada Familia en Barcelona: «Estos nuevos beatos fueron asesinados por su fe, en diferentes lugares y fechas, durante la guerra y la persecución religiosa del siglo pasado en España», dijo. 

Y también advirtió que, en vistas a la Segunda Jornada Mundial de los Pobres que se celebrará el próximo domingo 18 de noviembre, habrá varias iniciativas, entre las que destaca la instalación de un centro de salud en la Plaza de San Pedro que durante una semana ofrecerá atención a los necesitados.