La madre había recorrido los 50 kilómetros que unen Tabaqa, donde residía, a Raqa, capital de facto del EI, para implorar a su hijo que volviera a casa, ante el temor de que muriera en los bombardeos a la ciudad por parte de la coalición internacional liderada por Estados Unidos.
El joven, que combatió sucesivamente con los moderados del Ejército Sirio Libre y el frente Al Nosra, rama siria de Al Qaida, antes de unirse al EI, informó a sus superiores, que detuvieron a la mujer.
Tras la detención, fue el propio hijo de la víctima el encargado de ejecutarla frente a un centenar de personas de una bala en la cabeza en una plaza de Raqa.
El EI comete con regularidad todo tipo de atrocidades, que van de la destrucción de monumentos patrimonio mundial de la humanidad a las ejecuciones por decapitación o la esclavitud y trata sexual.