A Alok Vaid-Menon siempre le encantaron los colores. “Si hojeas nuestro viejo álbum de fotos de familia, sentirás como si estuvieras escudriñando una revista de moda“, escribió en su nuevo libro, Beyond the Gender Binary (Más allá del binarismo de género). “Ahí estoy, a los cinco años, con una sudadera estampada con flores vibrantes y shorts fucsias, una cajita rosa para llevar el almuerzo y, para completar el cuadro, una sonrisa enorme”.
Una de las razones por las cuales los colores siempre le gustaron es que “al mezclarlos se convierten en algo más que la suma de sus partes, en algo completamente distinto”. Nadie le anda preguntando al púrpura si no se siente un poquito más rojo o más azul, y con esa libertad creció quien hoy se identifica como persona no binaria, artista de varios campos: la performance, la escritura y el diseño de moda.
“Ni una chica ni un chico, nomás yo”, es su línea de presentación, en oposición al juicio que ha recibido desde que sufrió bullying en la escuela: “La gente me ve como un fracaso de hombre, un fracaso de mujer y, cada vez más, un fracaso de persona trans”, dijo a Fashion, en alusión a que descartó el cambio quirúrgico. Su intención es desplegar algo que se interpreta erróneamente como disonancia, agregó, y en realidad es “una armonía que espera ser reconocida, pero que es reprimida”.
Vaid-Menon prefiere el nombre de Alok, solamente, y con él ha firmado su libro anterior, Femme in Public (Dama en público), un poemario de 2017, y se ha contado entre los “50 del Orgullo” seleccionados por la cadena NBC, los “25 Hacedores“ de Business Insider y los “100 Out” de Out Magazine. Alok también es el alma #DeGenderFashion, un movimiento para eliminar el género en las industrias de la moda y la belleza.
A los 29 años le extiende una mano amistosa a aquellos que tropiezan en el mismo camino que le tocó recorrer hace unos años, cuando le llovían los epítetos —en su caso, femeninos— y de pronto, el día que se identificó como trans, le dijeron que de ningún modo, que debía ser un hombre. “Algo perverso”, recordó a Advocate.
Pero su texto, un libro corto y compacto con un recuento de su historia y luego una enumeración de los prejuicios más comunes y los hechos que los desmienten, también es para lectores adultos. Forma parte de una colección de grandes temas contemporáneos explicados en pocas páginas, desarrollados los principales activistas y artistas jóvenes estadounidenses.
“Los días que me siento más hermose son los días en que siento más miedo”, escribió, por ejemplo, enBeyond the Gender Binary.
Contó, por ejemplo, que un día salió de su casa con un vestido azul verdoso, lápiz labial púrpura y su barba abundante prolijamente arreglada. Caminaba por la Sexta Avenida de Nueva York rumbo al supermercado cuando escuchó que dos personas gritaban: “¡Mira! ¡Un hombre con un vestido!”.
Miró a su alrededor, no vio a nadie. “No había un hombre con un vestido a la vista. Además, si lo hubiera habido, ¿qué tendría de notable? ¿Cómo podía ser un insulto? ¡Es una prenda de vestir! Es como decir: ‘Ey, miren todos, es… ¡un poste luz!”.
Alok se preocupó cuando los hombres sacaron sus celulares, se le acercaron y comenzaron a tomar fotos. Aceleró el paso, subió la música que escuchaba en sus auriculares.
“He llegado a conocer muy bien esa desconexión entre lo que la gente ve y lo que realmente soy. He aprendido que la parte más letal del cuerpo humano no es el puño: es el ojo. Lo que la gente ve y el modo en que lo ve se vincula directamente al poder”, escribió.
“El problema de ser visiblemente inconforme con el género es que rara vez, si acaso alguna, otra gente nos defiende en público. Todo el mundo piensa que como ‘elegimos tener ese aspecto’, nos lo estamos buscando. La única razón por la cual la gente puede entender por qué lucimos así es porque queremos llamar la atención. No pueden siquiera considerar que quizá lucimos así para nosotres y no para otros. Nos reducen a un espectáculo. Y cuando eres un espectáculo, el acoso que sufres es parte del show”.
Esa desconexión está en el origen de la obra de Alok, tanto la literaria como la performativa y de diseño. “El arte siempre ha sido para mí más real que la realidad”, dijo a Teen Vogue. “Escribo desde los 11 o 12 años. Sufría mucho bullying en la escuela y no creía que se lo pudiera contar a nadie, así que comencé a escribir las cosas que sentía para sacármelas del cuerpo. Al final se convirtieron en poemas, que empecé a publicar en línea con un seudónimo. Lo que aprendí es que en el arte podemos nombrar cosas que no se nos permite decir en ningún otro sitio. Había en eso algo tan emocionante y transformador que hacía que vivir valiera la pena”.
Sintetizó: “Bajo el halo de mi lámpara, todas las noches, me hacía existir mediante la escritura”.
Superar el blanco y negro
Su nuevo libro tiene otro sentido, completamente: “Quise crear un recurso accesible no solo para la identidad de género sino para la justicia de género”, distinguió. La identidad, la expresión, la reivindicación, llegan hasta un punto, “pero no analizan en realidad cómo nos marginan y qué se puede hacer al respecto”.
En los Estados Unidos —puso su país como ejemplo— en los últimos años se aprobaron varias normas anti-LGBTQ+, como la ley estatal 1304 de Tennessee, que destinó fondos públicos a agencias de adopción que solo aceptan como solicitantes a parejas heterosexuales por razones religiosas, o como las que aprobaron separadamente Dakota del Sur, Idaho y Mississippi, que impiden que los atletas trans participen en deportes competitivos según su género (sólo pueden hacerlo según su sexo anatómico al nacer). En Beyond the Gender Binary, Alok se propuso “resumir los argumentos que se usan contra nosotros y equipar a la gente con refutaciones”.
Términos como gramática, biología, naturaleza y religión, explicó, se emplean “como cortinas de humo para disfrazar la homofobia y la transfobia”. Su esperanza es que los lectores puedan desmantelar pieza por pieza de esa retórica “para ver lo que realmente contiene: odio y opresión para la gente LGBTQ+, sentimientos que la ley no debería respaldar”.
Como alguien que ama los colores, Alok presentó su libro como un argumento contra la división de género en blanco y negro. “Este es un libro sobre el binarismo de género. En concreto, sobre por qué debemos superarlo”, comenzó. Se trata de una “creencia cultural” que distingue sólo dos géneros distintos, y opuestos, “sostenida por un sistema de poder que existe para crear conflicto y división, no para celebrar la creatividad y la diversidad”.
Alok cree que el Homo sapiens merece más opciones: “¿Es realmente una elección cuando no llegas a seleccionar las opciones que te dan, para empezar?”.
La elección, que calificó de falsa, entre masculino o femenino “no es natural —afirmó—: es política”. Su perspectiva ilumina ese espacio social de pelea, de construcción, donde algunos señalan que la anomalía son las personas inconformes con el género, cuando en realidad la anomalía serían las capas geológicas de ideología, religión e intereses que así lo establecieron. “La diversidad de género es una parte integral de nuestra existencia”, escribió.
Lo que sucede, argumentó, es una desconexión notable entre la realidad y la representación, y esa disociación “no es casual: es un cálculo”. Una vez más, es política.
“Es discriminación, y ha llegado la hora de que la abordemos”, continuó en el libro. “Es inaceptable la realidad de que mucha gente inconforme con el género no pueda salir a la calle sin temor de ser atacada”.
Alok como fashionista
Alguna vez, al pensar en su identidad de persona no binaria transfemenina, Alok recordó que pasó la infancia sin “los papeles estereotípicos tradicionalmente masculinos”, ya que su padre debió mudarse lejos de la familia por su trabajo. “En realidad nunca tuve esa clase de socialización o adoctrinamiento”, consideró. Su madre y su hermana le permitían que se vistiera con lo que quisiera, y como siempre tuvo un ojo artístico para el estilo, lo hizo.
Al crecer, sin embargo, descubrió que encontrar ropa bonita para su figura era más problemático.
“Cuando los diseñadores hacen vestidos no suelen pensar en personas como yo”, contó a dapperQ al hablar de su colección más reciente, Natural Bodies (Cuerpos naturales), en colaboración con Adrianne Keishing, que se presentó en 2019, poco antes de la pandemia de COVID-19. “Y cuando voy a probarme esos vestidos, con frecuencia me acosan en las tiendas y los vestidores, así que la experiencia misma salir de compras termina por ser algo traumático. Mi trabajo —la performance— me obliga a presentar constantemente un buen look. Necesito atuendos nuevos, así que diseñar me pareció una conclusión natural”.
La inconformidad de género guió sus tres celebradas colecciones de moda, que son neutrales. “Me genera dudas llamarlas ‘de género neutro’, porque creo que la moda debería ser ya de por sí de género neutro. Pero sigo haciéndolo porque creo que hay algo importante en el hecho de tomar siluetas, estampados, colores y formas como faldas, sostenes y batas que nos han enseñado a asociar con ‘mujeres’ y ‘feminidad’, y decir que los pueden usar todos los cuerpos”, argumentó.
Cada prenda de Natural Bodies lleva por nombre una de esas etiquetas —“Biológico”, por ejemplo, o “Innata”— que se emplean “para censurar a la gente trans como falsa e irreal”. La intención de los diseños fue “mostrar que para bastantes de nosotres, en verdad, cuando llevamos la cara llena de maquillaje y un vestido es, precisamente, cuando nos sentimos más reales y más naturales”.
Sin embargo, no por defender que “las personas queer somos quienes definimos qué es natural y no al revés” Alok se engaña sobre la realidad en la calle. “Mi ropa no es para todo el mundo”, lamentó. “Ojalá viviéramos en un mundo en el que la expresión personal no estuviera tan rigurosamente vigilada. Ojalá algo tan simple como lo que llevamos puesto no tuviera consecuencias tan nefastas. Pero no es así”. Por ahora sus piezas son únicas, en consecuencia.
En todo caso, no cree que haya que visibilizarlo todo, ni todo el tiempo, para que alguien sea auténtico. “Diablos, no todos los días luzco como en estas fotos”, se rió. “Algunos días ni siquiera puedo soportar el peso de todo el asunto, así que elijo un look tranquilo y sigo con mi jornada. Eso no me hace menos trans, menos dama, menos real: sólo me muestra como una persona que navega un mundo complejo y profundamente doloroso”.
“¿Cuánto de mí está mediado por el miedo?”
2014 fue un año importante para Alok. Por poco tiempo salió con un ex —”lo cual siempre es una mala idea”, ironizó en la entrevista de Advocate— y lo escuchó decirle:
—Tú usas el pronombre elle para ser político, pero no eres trans de veras, ¿verdad?
Sitió un ultraje: “¿Las únicas formas en que me han amado han requerido que yo desaparezca y me desconozca?”, pensó. “Empecé a preguntarme si alguna vez me habían amado por mí, o si había sido por mi capacidad de encajar en la fantasía de otras personas sobre lo que yo debía ser”.
Esa noche, en una salida con amigos y amigas, anunció: “No puedo seguir así. Necesito mostrar más feminidad, y tengo mucho miedo de lo que eso va a significar para mí. Pero llegué a un punto en el que no puedo ya aguantar el desgaste psicológico”.
La diferencia, analizó, entre mucha gente transfemenina y muchos hombres gays pesa mucho precisamente en el plano psicológico. Alok debió sentarse a pensar en eso: “¿Trato de tener esta fachada masculina sólo por mi miedo al abandono, mi miedo a la violencia? ¿Cuánto de mí está mediado por el miedo?”, se preguntó.
Compró vestidos, maquillaje. “No sabía lo que hacía, pero se sentía bien. Se sentía como volver a casa”. Comenzó a experimentar. “Eliminé cualquier idea de pureza. Eliminé cualquier idea de autenticidad y, en cambio, adherí a la de alegría. ‘¿Esto me da alegría?’ Pensé en la transición médica y comprendí: ‘En realidad eso no me haría sentir feliz’. Yo me siento más alegre con mi barba, la cara maquillada y una minifalda”, explicó a Advocate. “Y creo que, como artista, los sentimientos son mucho más relevantes que las palabras”.
Caminando por su barrio en Nueva York con un vestido, sintió la condena en los ojos de los otros, o en las agresiones directas. Pero no retrocedió: “Hacemos la transición aun sabiendo que vamos a sufrir más daño y vulnerabilidad”, dijo. “Pero la razón para hacerla es porque queremos moldearnos de maneras que no estén mediadas por los miedos o las proyecciones de otras personas”.
Así, aun en la precariedad, encontró alegría: “En lo fundamental, vivo mi vida como una materialización de mi propio significado, y no el de otras personas”.
El miedo sigue ahí, pero no como una fuerza dominante: apenas como la normal señal instintiva de alerta. “Tanta gente dice ‘Soy fuerte, tengo confianza’, pero yo, la verdad, digo que no, que siento terror porque no confío en la gente porque no tengo razón para hacerlo, habiendo sufrido violencia y desconocimiento tantas veces en mi vida”. Pero de a poco trata de vencerlo: “Veremos cómo va”.
Fuente: Infobae