Por: Abil Peralta Agüero
El artista dominicano Reyes Ocre (Nagua, provincia María Trinidad Sánchez, República Dominicana, 1976), crea y construye sus pinturas con un alto sentido poético, dramático, cargado de gestos simbólicos, y en ocasiones hierático y tenso, generado desde su íntimo ser, haciendo suya una paleta y oficio de taller que revela en la calidad y dominios técnicos del oficio, alto nivel de disciplina creativa y trabajo, técnicamente dominado por una gramática de colores transfigurados, desde donde emergen estructuras formales biomórficas, que parecen formarse en sus telas desde sus propias estaciones sobre la memoria del mar, con raíces en el estadio remoto de su subconsciente.
Un proceso creativo e intimista revelado como testimonio pictórico por el propio artista en el título de su exposición individual “Carta al subconsciente”, presentada en el año 2015 en las antiguas salas de exposiciones del Centro Cultural de las Telecomunicaciones.
Hablo de que en las pinturas del artista dominicano Reyes Ocre se da esa compleja conjunción y configuración de memoria psíquica y formas furtivas en movimiento nacidas desde el gesto, del accidente, de la mancha, de la técnica del fumage (formas en estado de apariciones); del golpe pictorial y chorreo sobre la tela, a la mejor manera de la técnica del dripping, que desarrollara y asumiera como propia Jackson Pollock (1912-1956) en la pintura moderna, en el Informalismo norteamericano, aplicándolo como estrategia y fenómeno plástico para la canalización y representación de la energía en su arte; haciendo de sus pinturas ejemplo del automatismo más poético y vital del siglo XX.
2016, Santo Domingo; “Duendes de mi isla”, Galería Nacional de Bellas Artes, 2016, Santo Domingo; “Planeta mar”, Centro Cultural Sotomarker, San Roque, Gilbraltar, España, 2008; “Historia del mar”, Museo de la Familia Dominicana, Santo Domingo, 2007, y “H2O-Ocre”, Galería de Arte Shanell, Santo Domingo, 2008. Esa es la documentación en tránsito de la íntima, hermosa y simbólica historia de su capacidad de encaminar sus pasos hacia y sobre el agua.
Escribo esta reflexión porque siento y miro que en procura de solucionar el problema entre lo estético, lo estructural, composicional y semántico de su arte para generar contenidos, el joven pintor dominicano estalla y centellea líquido en el interior de su arte, no como un fenómeno remoto, sino como un instante de la vida misma, de la urgencia y gravedad del planeta.
Toda vez que si analizamos la desbordante y telúrica belleza que se ausculta en las proféticas telas de Reyes Ocre, advertimos que allí residen en resumen, para presupuesto analítico, las denominadas “tesis de la guerra por el agua”; un problema de alcance global que el arte, desde su Inmanencia a la vida, como ha sido a lo largo de toda la historia de la humanidad, no puede ignorar, porque tanto la filosofía como la teología, la ciencia y la alta política lo han advertido de manera sentenciosa y clara.
Basta pasarle revista a este brevísimo pasaje que sobre el tema escribiera en la revista española Cambio 16 del 21.09.2020, en el que el escritor Dimas Ibarra, como si se tratara de la resonancia de un mantra, nos alerta de que: “El agua está llamada a ser para la geopolítica del siglo XXI lo que fue el petróleo para el siglo XX, por lo que se convertirá en motivo de grandes conflictos. El ex vicepresidente del Banco Mundial, Ismail Serageldin, predijo en 1995 que “las guerras del próximo siglo serán por el agua”. Fue una afirmación audaz, basada en comportamientos humanos que han llevado a una creciente escasez de agua potable en algunas de las zonas políticas más conflictivas del mundo”.
Razonamientos como este son de los que me mueven a obrar con justicia frente al discurso valiente que sustentan los códigos de un pintor de oficio, de taller, que bien conoce la artesanía para el armado y producción de una pintura de calidad, reforzada por la buena administración y manejo en los aspectos dibujísticos, composicionales, texturales, y en las asociaciones de color que construye en sus telas, como bien lo ha venido logrando el artista Reyes Ocre.
Los diseños desde donde se revelan los sucesos estéticos más vitales que sentimos en su arte, con invitación al uso del sentido táctil cuando miramos parte de las mejores pinturas, están cargados de girones matéricos líquidos, racionalmente audaces, reforzado por líneas pictoriales vibrantes, trazadas y cargadas con su propia energía personal y la memoria visual de su infancia y adolescencia, contemplando, sintiendo y haciendo suyo los misterios y silencios del mar, traduciéndolo en su práctica artística en una experiencia espiritual, litúrgica y existencial.
Su pintura, en ocasiones, desde una densidad gravitacional nos hace senti r, ver y hasta pensar en la materialidad de la evaporación del agua expandida como fenómeno visual en sus telas. Sus ecuaciones matéricas y composicionales se traducen ante la mirada en fenómenos psicológicos y emocionales que nos hacen pensar en la máxima científica de que más que materia, nuestro cuerpo es agua, es esencialmente líquido, afectado por una sed biológica milenaria que Ocre interpreta como una fenomenología que debería convertir a humanos y Estados en guardianes radicalmente protectores de la naturaleza y en reconocer la máxima ideológica-ecológica, y también estratégica de alcance global, de que toda posible gran guerra futura será por la conquista del agua, de mares, del agua en los cielos, y del agua que corre y se esconde en las profundidades de la tierra.
Reyes Ocre posee una paleta de colores distintivamente cálida y tropical, que renueva en cada una de sus exposiciones individuales, desafiando reglas de control y toda lógica de asociaciones simbólicas para lecturas y sentimientos fáciles. Pero se aproxima cada vez más a una militancia ideológica por la defensa de un ecosistema sano y una doctrina política y sociológica de apuesta a un medio ambiente vivible, donde la humanidad reine y se preserve como parte de un todo en la naturaleza, incluyendo peces y el misterio científicamente oculto en la fórmula H2O-agua/(Hidrógeno y Oxígeno).
El artista, transitando por las huellas del Informalismo abstracto, en muchas de sus pinturas se sienten vigorizados los actos gestuales y chamánicos del tachismo y del dripping, esa fuerza y movimiento que plantara en la memoria de la pintura contemporánea el norteamericano Jackson Pollock.
Una aspiracional creativa, técnica y estilística, que impulsa los procesos creativos del pintor Reyes Ocre hacia la consecución de una expresión propia del ecoarte contemporáneo, un arte ecológico y animista que se ha apropiado del agua y su turbulencia filosófica y cósmica para construir belleza para espíritus rebeldes y de profundos sentidos meditativos, como aquellas formulaciones que los artistas del hinduismo crean, conocida como la estética y técnica del arte mandalas.
Cuando he visto al artista Reyes Ocre caminar sobre la materia pictórica y haciendo chasquidos con sus pies sobre la tela, se erige en panteísta y chamán de sus propios actos, construyendo horas de gloria para su arte, elevando cada lienzo a un territorio gestual donde reina la abstracción, proyectando alegorías y accidentes plásticos y visuales que fluyen desde el interior de sus pinturas como formas libres y sustractivas; nerviosas y desafiantes, provocadoras a veces, prestas a la plena interpretación del que mira su obra, haciendo que algunas formaciones propias del accidente pictorial parecieran nacer de su experiencia racional o irracional como suceso en su taller.
Cuando pinta, la forma en sus lienzos crece, vuela, se cruza, germina, pero advertimos que no muere, porque aunque pareciera que él apuesta a la nada, la fuerza simbólica de su intencionalidad emocional de gritar proclamando los cuatro elementos como parte de la urgencia para que la vida viva, el artista no establece una arquitectura que dé jerarquía ni valor temático a ninguno de los ángulos tocados durante el proceso alquímico que agota sobre sus telas; porque él concibe y siente la obra de arte como un todo conceptual, y como una estrategia llamada a comunicar, a decir, a orar, a meditar, a reflexionar y a construir un discurso de presente y futuro, que no niegue la vida ni la condición humana como parece estar sucediendo en nuestro tiempo.
A lo que se agrega el drama de la guerra y falta de fe y confianza del hombre ante el hombre, del hombre frente a la humanidad entera; frente a la naturaleza, frente al universo de las aguas, ese inmenso e inconmensurable tesoro que brilla con luz propia, que tiene oscuridad en su hondura y misterios. Que se mueve, que viaja, que se oculta en la tierra, que sube al aire y vuelve a nosotros como si se tratara de un milagro cósmico, místico y ritual a la vez.
En sus pinturas, sobre todo en la producción correspondiente a la última década, Reyes Ocre apuesta a un cromatismo cargado de acentos y modulaciones poéticas líricas que a veces se elevan a niveles épicos y desafiantes, con una capacidad de grafismo y resonancia en su decir, que nos recuerda el discurso de los grandes maestros del Expresionismo abstracto y del Informalismo norteamericano, sobre todo aquellos que apostaron al automatismo psíquico y a formas orgánicas y biomórficas en la construcción de su obra. El arte de Ocre es libre, espontáneo, poético, profético y revelador. Queda la apuesta, porque en él creo.