Santo Domingo. – El doctor Carlos Alberto Murgueitio Manrique hizo profundos enfoques acerca de los entretelones de la revolución haitiana y de los efectos que produjo en el Santo Domingo español, que entonces se encontraba prácticamente deshabitado, con su población muy esparcida en un territorio accidentado, vasto y fértil y con mayor acceso al agua que el lado francés.
El historiador e investigador dictó una conferencia sobre “Santo Domingo ante la guerra civil de Saint Domingue, L’ affaire Ogé, 1789-1792”, en una actividad organizada por la Academia Dominicana de la Historia.
“Con alrededor de 53,000 kilómetros cuadrados, según los límites fijados por el Tratado de San Ildefonso de 1777, el Santo Domingo español quedó delimitado de la colonia francesa de Saint Domingue, por una extensa frontera irregular de unos 350 kilómetros, que atravesaba la isla de norte a sur, desde la desembocadura del río Masacre en la bahía de Manzanillo, hasta el delta del río Pedernales, cerca de Cabo Rojo”, dijo.
Explicó que el Santo Domingo español solo albergaba unos 12,000 esclavos, un 10 % de la población total, de los cuales solo 2,000 estaban dedicados a las labores agrícolas, mientras que la inmensa mayoría estaba ocupada en el servicio doméstico urbano o a las tareas cotidianas de las haciendas.
“La cifra total de los esclavos españoles era penosa si se comparaba a la de la parte francesa o Saint Domingue, la cual contaba con unos 480,000”, enfatizó.
Dijo que pese a las pugnas y hostilidades ocasionales que se presentaron entre los vecinos españoles y franceses en la amplia frontera, antes del estallido de la revolución haitiana, las colonias se habían ajustado la una a la otra.
Murgueitio Manrique, profesor de la Universidad del Valle, Santiago de Cali, Colombia, indicó que la relación simbiótica que unía a las dos colonias estaba basada en la complementariedad económica y en la relación de confianza impuesta por los vínculos consanguíneos entre los reyes y los tratados existentes.
No obstante, aseguró que el estallido de la Revolución Francesa y de la guerra civil en Saint Domingue arrojaron sus efectos sobre el lado español.
“Desde septiembre y octubre de 1789, el comercio sufrió un golpe abrupto y las relaciones cordiales variaron, imponiéndose la desconfianza y la sospecha. Las autoridades hispanas o dominicanas resolvieron mantener una estricta neutralidad, siguiendo las recomendaciones del Consejo de Madrid, encabezado por el ministro conde de Floridablanca”, enfatizó.
“El gobernador, Joaquín García y Moreno, el arzobispo, Fernando Portillo y Torres, y los magistrados de la Real Audiencia mantuvieron absoluta prudencia y no se mezclaron en la querella, que fue considerada como doméstica o “un asunto entre franceses”, negándose incluso a responder a las solicitudes de auxilio y socorro que les hacían sus homólogos del otro lado de la frontera, afirmó.
Dijo que la llegada Vincent Ogé, diputado de la Asamblea Nacional de París, y de otros mulatos provenientes de Francia a Cap Français, al norte de Saint Domingue, el 23 de octubre de 1790, provocó una crisis sin precedentes entre las partes que compartían la isla.
Expresó que en medio de la guerra a muerte que se libraba en la parte francesa, entre los mulatos y las Asambleas Provinciales de Cap Français y Port au Prince, y la Colonial de Saint Marc, dominadas por el partido “patriota” blanquista, abiertamente separatista y segregacionista, y por lo tanto contrario a las leyes de igualdad entre los propietarios de todos los colores, Vincent Ogé y su séquito más cercano cruzaron la frontera buscando someterse al derecho de asilo que ofrecía la ley española.
“Sin embargo, los comandantes hispanos del área de la frontera capturaron a los rebeldes y los remitieron a la ciudad de Santo Domingo, donde fueron hechos prisioneros y luego entrevistados por los magistrados de la Real Audiencia, el gobernador y el arzobispo”, agregó.
Explicó que los españoles, en vez de otorgarles el asilo al que tenían derecho y prefirieron negarlos y que a finales de diciembre de 1790 los extraditaron a Cap Français, y que a pesar del compromiso al que habían llegado los franceses, de respetarles la vida a los reos, estos los condenaron a muerte y los torturaron y ejecutaron públicamente el 25 de febrero de 1791.
Sostuvo que al entregar a Vincent Ogé y sus cómplices, los españoles se ganaron la desconfianza de los mulatos y libertos franceses, que los desecharon como aliados.