Setenta días después de su fallecimiento, Michael Jackson, el indiscutible “Rey del Pop”, fue finalmente enterrado el 3 de septiembre de 2009 en el Gran Mausoleo de Holly Terrace, situado en el Glendale Forest Lawn Memorial Park, en Hollywood. Este prolongado lapso desde su muerte el 25 de junio ha sido un reflejo del caos, la controversia y la complejidad que rodearon tanto su vida como su muerte.
El cuerpo de Jackson, ya deteriorado por años de intervenciones estéticas, medicación y anorexia, fue colocado en un lujoso ataúd de bronce, bañado en oro de 14 quilates y forrado con terciopelo azul, una pieza magistralmente diseñada por la Batesville Casket Company de Indiana, su estado natal. Este sarcófago, nombrado “Prometeo”, fue sellado en un bloque de concreto a pedido de la familia, con el fin de proteger los restos del artista de posibles profanaciones, asegurando así su descanso en paz.
El entierro, marcado por la extravagancia y el misterio, incluyó un atuendo que recordaba los momentos de gloria de Jackson: uno de sus icónicos trajes de actuación, su rostro maquillado para la ocasión y, por supuesto, sus inseparables guantes blancos. Dentro del féretro, descansan las cartas escritas por sus tres hijos, Prince, Paris y Blanket, una muestra conmovedora del amor y la pérdida que sentían por su padre.
El Gran Mausoleo, que también alberga a otras leyendas del cine como Humphrey Bogart y Clark Gable, se convirtió en el lugar de descanso final para Jackson, en medio de estrictas medidas de seguridad que incluyeron cámaras y alarmas. El deseo de la familia era claro: proteger el cuerpo y el legado del artista de cualquier intento de perturbación.
Un día antes de su inhumación, miles de fanáticos y amigos se despidieron de él en una emotiva ceremonia en el Staples Center de Los Ángeles, el mismo lugar donde Jackson había ensayado su gran regreso apenas 24 horas antes de su inesperada muerte. La demora en el entierro se debió a los numerosos trámites legales y las investigaciones que surgieron tras su fallecimiento, un evento que, como su vida, estuvo envuelto en una profunda oscuridad.
El informe de la autopsia, publicado por el diario inglés *The Sun*, reveló el triste estado de salud de Jackson: a sus 50 años, su cuerpo estaba devastado. El documento detallaba cómo su estómago estaba vacío de alimentos, solo contenía pastillas parcialmente disueltas, y su piel presentaba múltiples cicatrices y manchas, confirmando su padecimiento de vitiligo. La autopsia también desveló otros secretos del artista: sus labios y cejas estaban tatuados, y usaba una peluca para ocultar su calvicie, consecuencia de las graves quemaduras que sufrió durante la filmación de un comercial en 1984.
Las circunstancias de su muerte, causadas por una sobredosis de medicamentos bajo la supervisión de su médico personal, Conrad Murray, quien posteriormente fue condenado por homicidio involuntario, fueron tan impactantes como la vida misma del artista. Su adicción a poderosos sedantes como el Propofol, mezclados con un cóctel de otros fármacos, llevó a su corazón a fallar, sellando así el destino de una de las figuras más influyentes de la música pop.
Al momento de su muerte, Michael Jackson se encontraba en una precaria situación financiera, con una deuda acumulada de 300 millones de dólares, en parte debido a las costosas demandas por abuso infantil que enfrentó en vida. Estas acusaciones, que comenzaron en 1993 y continuaron hasta poco antes de su muerte, mancharon su imagen y llevaron a la bancarrota a su imperio financiero.
El documental *Killing Michael Jackson*, y posteriormente *Leaving Neverland*, reabrieron las heridas sobre la vida privada del cantante, confirmando las peores sospechas sobre su comportamiento y agregando una capa más de complejidad a su ya controvertido legado.
Con su entierro, se cierra un capítulo marcado por el dolor, la controversia y el misterio, dejando atrás a un hombre cuya música inspiró a millones, pero cuya vida personal sigue siendo objeto de debate y reflexión. El “Rey del Pop” descansa en paz, aunque su memoria sigue viva, reflejando tanto su grandeza artística como las sombras que lo acompañaron hasta el final.