Corrían los años 60 y era un joven delgado de barba rala inclinado sobre una guitarra que le cantaba con su voz aflautada a la revolución cubana. Su trova desataba amores o se ganaba adversarios.
Seis décadas después, Silvio Rodríguez es uno de los más destacados poetas y músicos de habla hispana y sus cientos de canciones han acompañado a varias generaciones de latinoamericanos.
El proceso político con el que él se comprometió atraviesa un momento dramático socavado por una dura crisis económica y Rodríguez reconoce cuánto le duele su país.
“Es terrible”, exclamó varias veces sobre la situación de su patria sentado en su estudio de grabación durante una entrevista con The Associated Press.
“Es muy fuerte, es muy fuerte”, dijo sobre la inflación, la improductividad de la tierra, la migración de cientos de miles —sobre todo jóvenes— y la seguridad social deteriorada que se vive en Cuba.
Rodríguez reconoció que no ha dejado nunca de considerarse un hombre de izquierda y que sus sueños de una sociedad más humana y justa siguen intactos, pero se resiste a que esa sea una excusa para esconder las críticas o pasar por alto las negligencias del proceso revolucionario en la isla.
Luego de la pandemia de COVID-19 y el aumento de las sanciones de Estados Unidos a Cuba, la nación caribeña se vio azotada por una dramática crisis financiera. Las dificultades empeoraron con un paquete de reformas aprobadas por el gobierno isleño en 2021 y que terminó por disparar los precios y dolarizar la economía.
La situación provocó las primeras manifestaciones populares en décadas. Miles de personas salieron a las calles en julio de 2021 reclamando mejores condiciones de vida, el fin de los apagones y algunos cambios en el modelo político. Las protestas se repitieron a fines de 2022 y en marzo de este año.
“La mayoría de la gente en todas partes lo que quiere es tener un vivir su vida tranquilamente, progresar un poco, tener algunas posibilidades”, explicó Rodríguez para quien, sin embargo, son incuestionables los éxitos del modelo cubano como la salud pública o la educación masiva en estas décadas.
“La situación actual socava cualquier convicción ideal. La realidad es dura para la mayoría de nuestra gente, muy dura”, reflexionó. “Y eso empezando por la cantidad de viejos que dedicaron su vida a la revolución en cuerpo y alma y que ahora, imagínate, con los retiros que tienen no les alcanza ni para un cartón de huevos”.
Rodríguez entrelaza las manos y gira levemente la punta de los pies hacia adentro mientras conversa con AP sobre su nuevo disco titulado “Quería Saber” con 11 canciones compuestas en los últimos años.
En su estudio de grabación hay un piano, una guitarra, un atril negro, varios micrófonos, paredes grises cubiertas de una tela aislante para insonorizar y algunas banquetas de madera con las patas torneadas. Detrás de un cristal están las consolas de sonido.
El trovador, de 77 años, se ríe sonoramente cuando se le sugiere que, pese a su larga trayectoria, parece no darse por vencido con esta nueva producción —su disco número 22—.
En su último álbum hay un par de temas intimistas como “Ángel ciego” o “Ciudad”, pero sobre todo prima lo social y lo político.
Resalta “Para no botar el sofá” que él mismo califica como una “canción editorial” y que juega con un popular dicho cubano según el cual un señor encuentra a su esposa en amoríos con otro hombre y, en vez de deshacerse de ella, tira el sillón en el cual descubrió a la infiel.
“Y mientras se imaginan majos de la conciencia, la realidad es un relajo de ineficiencia. La juventud se fuga en masa y ellos se alteran porque una boca no es de raza o de su acera”, reza una parte de la letra. “Y como el cónyuge burlado, una mañana tiran lo menos complicado por la ventana”.
“Para pronunciar el nosotros, para completar la unidad, habrá que contar con el otro, las luces y la oscuridad”, cierra la canción que figura como compuesta en 2016 pero grabada por primera vez en esta ocasión.
Las obras de Rodríguez —quien no tiene militancia partidaria aunque en los años 90 fue diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, el Parlamento— siempre han capturado el espíritu del tiempo que le tocó en suerte.
“Me identifico con lo que se ha dado en llamar la izquierda”, comentó para inmediatamente agregar “no me gustan los absolutismos, no me gustan los ismos”.
Al trovador no le han faltado adversarios que lo señalan por tomar claramente partido a favor de la revolución y agitan enojados temas suyos de los años 70 con letras que sugieren la violencia armada como un camino para lograr transformaciones.
Pero a él lo tiene sin cuidado ese tipo de críticas. “Da lo mismo” lo que piensen, remarcó.
Nacido en la pequeña ciudad de San Antonio de los Baños cercana a La Habana, un 29 de noviembre de 1946, Rodríguez era un adolescente cuando triunfó en 1959 la revolución liderada por Fidel Castro, figura a la que continúa admirando.
Como muchos en su generación y en las que vinieron después en la isla se sumó a las tareas revolucionarias: fue alfabetizador y miliciano y viajó a Angola como parte de las misiones cubanas que ayudaron a derrotar el apartheid.
A mediados de los 60 debutó con su guitarra y comenzaron sus giras internacionales que a lo largo de los años lo llevaron de Alemania a Chile pasando por Argentina, México, España, Dinamarca, Suecia, Nicaragua, Perú o Estados Unidos
Lanzó una veintena de discos y escribió más de 500 canciones con las que llenó estadios de aficionados que lo idolatran por su música y su poesía llena de potentes metáforas. Compartió escenario y proyectos con Luis Eduardo Aute, Miguel Bosé y Olga Tañón, entre otros.
Por ahora y pese a que le llueven invitaciones aseguró que no tiene planes de salir a los escenarios a presentar en vivo “Quería Saber”.
Más allá del artista está el hombre casado con la reconocida flautista Niurka González desde hace más de dos décadas al que le gustan los espaguetis a la carbonara y leer en su casa adonde Malva, la menor de sus siete hijos, estudia música.
Rodríguez tiene su rutina: llega cada día a las 10 de la mañana a su estudio “Ojalá”, dos casas contiguas pintadas de blanco y un poco laberínticas con escaleras que dan a varias oficinas y de cuyas paredes cuelgan carteles de giras y conciertos y algunos cuadros de pintores cubanos. Contesta correos, compone, graba.
“Yo nunca me tomé tan en serio” a sí mismo, contestó con modestia cuando se le preguntó cómo lidia con la fama. “Uno es el resultado de un trabajo… La virtud que tienen las canciones es que acompañan a la gente. Si alguna canción mía sirve para eso, ¿Quién puede querer más?”.
Fuente: Ojalá.