En el artículo “Safeguarding Lives and Livelihoods”: the imperative of our time”, los socios y expertos de la firma explican la importancia de lograr un balance entre salvar vidas y salvar el sustento de las personas.
Santo Domingo. – En el artículo “Safeguarding Lives and Livelihoods”: the imperative of our time” los socios y expertos de la firma de consultoría McKinsey & Company discuten el tamaño de la disrupción global causada por el coronavirus y resaltan la importancia de combatir el virus para poder salvar vidas y salvaguardar el sustento de millones de personas. El artículo busca medir el impacto de la pandemia sobre la economía mundial a través de dos dimensiones: el impacto económico de la propagación del virus (formas de contagio, tasas de mortalidad y respuesta del sistema de salud) y el impacto económico de las repercusiones de las respuestas de salud pública.
La firma McKinsey abrirá sus oficinas en República Dominicana en este año 2020. De acuerdo con su artículo, en Europa y Estados Unidos, las cuarentenas y otros esfuerzos para controlar el virus pueden llevar a la mayor caída trimestral de la actividad económica desde 1933. Según cálculos de McKinsey, los consumidores podrían dejar de hacer entre 40 y 50 por ciento de sus gastos discrecionales, incluyendo viajes y restaurantes. Una caída en esos porcentajes se traduce, aproximadamente, en una reducción de 10 por ciento en el PIB, sin considerar efectos de segundo y tercer orden. “Esta situación no tiene precedentes en la historia moderna”, resalta la publicación.
En términos del impacto de la propagación del virus, el artículo esboza tres posibles “arquetipos” de intervención y resultados: 1) Una fuerte respuesta del sistema de salud pública que logra controlar la propagación del virus en cada país en un plazo de dos a tres meses y permite que el distanciamiento físico se puede ir relajando gradualmente en poco tiempo (como en China, Taiwán, Corea del Sur y Singapur). 2) La respuesta del sistema de salud pública funciona al comienzo, pero el distanciamiento físico debe continuar (regionalmente) durante varios meses adicionales para evitar el resurgimiento de otro brote viral. 3) La respuesta del sistema de salud pública no logra controlar la propagación del virus durante un período extendido de tiempo, que puede ser hasta que esté disponible la vacuna, o se alcance la inmunidad colectiva.
En términos de las repercusiones y la respuesta de las políticas públicas, anticipa tres niveles de eficacia: 1) Ineficaz: las dinámicas de la recesión empiezan a hacer efecto; se producen quiebras e impagos de deudas; hay una potencial crisis bancaria. 2) Parcialmente eficaz: las políticas públicas compensan hasta cierto punto el daño económico y se evita una crisis bancaria, pero los altos niveles de desempleo y el cierre de empresas opacan la recuperación. 3) Muy eficaz: la fuerte respuesta de las políticas impide el daño estructural de la economía; una fuerte recuperación después de controlar el virus permite que la economía regrese a los niveles precrisis, según las reglas básicas de la economía.
“Al combinar estos tres arquetipos de propagación del virus y los tres grados de efectividad de las políticas económicas, se definen nueve escenarios posibles. Muchas personas esperan que se materialicen escenarios en los que la propagación de covid-19 logra controlarse y se evita un daño estructural de la economía. Estos escenarios describen un promedio mundial, aunque los detalles variarán inevitablemente de un país a otro y de región a región. Pero estos escenarios llevan a recuperaciones en forma de V o de U”, reseña el texto.
El artículo menciona que también se pueden concebir otros escenarios más extremos. “No se puede descartar un ‘cisne más negro que todos los cisnes negros’, que produzca un daño estructural en la economía, debido a la propagación del virus durante más de un año –hasta que se disponga de una vacuna, combinado con la ausencia de políticas que impidan las quiebras a escala mundial, el desempleo y una crisis financiera”.
Los expertos de McKinsey proponen a los países moverse de manera ágil para establecer protocolos de conducta que les permitan a las autoridades levantar algunas de las medidas de confinamiento total. “Esto solo funciona, insisten, si también cuentan con mecanismo aceptables de aplicación, de forma que no se corra el riesgo de plantear exigencias socialmente inaceptables”.
El artículo aboga por protocolos dinámicos y hechos a la medida. “¿Qué tal imaginar un mundo en el cual, con base en el profundo entendimiento de los riesgos de infección, se pudieran implementar conjuntos de protocolos hechos a la medida y con diferentes niveles de rigor para cada ciudad y cada vecindario?”
Estos protocolos dinámicos son técnicamente posibles. La tecnología y el análisis de datos pueden ayudar a rastrear y predecir los niveles de amenaza de la infección en segmentos y áreas de población vulnerable; los protocolos y las intervenciones de salud pública se pueden ajustar de manera dinámica para ofrecer protección cuando y donde se necesite. Con esos protocolos, las cuarentenas podrían levantarse más rápido, para más gente y en más lugares, mientras siguen manteniendo la efectividad de las intervenciones del sistema de salud pública para controlar el virus. Desde luego, también es esencial contar con una mayor disponibilidad de equipo de protección y kits de pruebas.
Para los socios de McKinsey, “si el mundo es capaz de desarrollar los protocolos lo suficiente rápido y contar con la aceptación social para aplicarlos, deberíamos ser capaces de controlar el virus, suavizar la inevitable crisis económica para mantenerla en niveles sostenibles y proteger nuestra vida y nuestro sustento. Ese es el imperativo de nuestra época.”