Uno de los objetivos clave de los Juegos Olímpicos de París 2024 era la recuperación del río Sena, un desafío que ha sido una prioridad para la ciudad debido a la histórica y persistente contaminación de sus aguas.
El Sena, que alguna vez fue un símbolo de la belleza y vitalidad de París, se convirtió con el tiempo en un cauce de desechos y problemas ambientales.
Desde principios del siglo XX, los parisinos han sido testigos de la degradación del río. En 1923, las autoridades prohibieron nadar en el Sena debido a la grave contaminación, una medida pionera para una gran ciudad europea.
Esta decisión fue impulsada por el creciente problema de las fábricas, la costumbre de arrojar basura al río y un sistema de alcantarillado que conectaba las cocinas de las viviendas directamente con el Sena. Los médicos de la época alertaron sobre los peligros para la salud pública, demostrando que las aguas estaban muy contaminadas, lo que llevó a la prohibición de los baños en el río.
Hasta la década de 1940, París mantuvo una competición anual de natación en el Sena, una tradición que finalmente se abandonó debido al mal olor y la falta de higiene del agua. Una broma popular entre los parisinos decía que el Sena era “el único río con más ratas que peces”, reflejando el estado lamentable del río.
Los Juegos Olímpicos de París 2024 pusieron un nuevo enfoque con la esperanza de que la mejora del río no solo beneficie a los atletas y a los ciudadanos de París, sino que también se convierta en un modelo de sostenibilidad para otras grandes ciudades del mundo.
A pesar de los avances, el Sena todavía lucha contra su reputación histórica, un legado de contaminación que persiste en la memoria colectiva de los parisinos.