Fred McGriff y Scott Rolen son ahora miembros del Salón de la Fama, con nuevas placas en el museo del pequeño pueblo de Cooperstown.
Un tema común de los discursos de ambos ahora inmortales del béisbol fue la lucha y el esfuerzo necesarios, después de contratiempos en su juventud. Claro, sin el talento necesario, jamás hubiesen llegado a Grandes Ligas, y mucho menos al Salón de la Fama. Pero diferente a algunas leyendas de Cooperstown, ese talento no se vio del todo en sus infancias y sus adolescencias.
En el caso de McGriff, el exlanzador estelar de MLB, Dwight Gooden, lo describió como un “out fácil” con grandes lentes en pequeñas ligas. Unos años después, McGriff fue cortado de su equipo de escuela secundaria estando él en el décimo grado.
“Ha sido un largo camino, con mucho trabajo invertido y miles de horas tratando de mejorar”, dijo McGriff, quien llegaría a dar 493 jonrones a nivel de Grandes Ligas y sería elegido de manera unánime en diciembre pasado por los 16 integrantes del Comité de la Era Contemporánea. “Pero como les digo a todos, una computadora no puede medir el corazón de la persona. Siempre tuve mucho corazón”.
El camino de McGriff hacia Cooperstown se volvería mucho más difícil en años posteriores, ya que el estándar tradicional para los toleteros y el Salón han sido los 500 cuadrangulares en las Mayores. A McGriff le faltaron siete, que seguramente habría conectado si la temporada de 1994 no se hubiera acortado a mediados de agosto por la huelga, que también eliminó 18 juegos más al año siguiente.
Pero al fin y al cabo, después de no ser elegido en la boleta de la Asociación de Escritores de Béisbol de Norteamérica (BBWAA), McGriff fue premiado y culminó la celebración este domingo en Cooperstown.
En el caso de Rolen, el exantesalista siempre habló de lo difícil que era para él jugar béisbol. Y en los últimos días, ha expresado su asombro de estar entre los mejores jugadores en la historia de Grandes Ligas.
Con el fin de exponer su estrategia para superar lo que él calificaba como cierta falta de habilidad natural– comparado con algunos otros en el Salón que desde el principio exhibían las condiciones para llegar hasta aquí—el exestelar de los Filis, Cardenales, Azulejos y Rojos contó la historia de un torneo de baloncesto en su estado natal de Indiana en que participaba como adolescente.
Le dijo Rolen a su papá que no estaba en buena forma baloncestista para rendir en el tabloncillo. No podía tirar, ni picar, ni pasar con la precisión necesaria. Entonces, su papá le hizo la siguiente pregunta: “¿Qué puedes hacer?” Rolen contestó, “Puedo bajar rebotes, jugar defensa y tirarme de cabeza en busca de los balones sueltos”. Su papá le dijo, “Bueno, entonces, haz eso”.