Miami, Estados Unidos. Cuando Haití salte al campo contra Inglaterra en Brisbane, en su primer partido de la Copa Mundial femenina 2023, alcanzará la cima de un largo camino en el que la pasión por el fútbol venció a la adversidad.
Mientras los combinados emergentes que disputarán el Mundial centran sus batallas en recibir reconocimiento y recursos, las haitianas han tenido que superar retos adicionales que acompañan a una nación caribeña sumida en la pobreza.
Terremotos devastadores han asolado el país. El último gran sismo azotó a la península en 2021, con una magnitud de 7,2 que mató a más de 2.200 personas y destruyó 130.000 viviendas.
Un nuevo golpe para un país que once años antes había sufrido un brutal terremoto que provocó la muerte a más de 200.000 personas y convirtió a su capital, Puerto Príncipe, en ruinas, dejando a 1,5 millones de personas sin hogar.
Con un aumento exponencial de la delincuencia, el país vivió otro duro golpe institucional con el asesinato de su presidente, Jovenel Moisé, en 2021.
El fútbol tampoco escapó al caos y en los últimos tiempos sufrió por un escándalo de abusos sexuales en el que se han visto implicados algunos de los principales dirigentes del país.
Con este espeso mar de fondo, la selección femenina se vio obligada a concentrarse y jugar sus partidos en la vecina República Dominicana.
Pero a pesar de todas las adversidades, Haití venció a Chile en la repesca disputada en febrero en Nueva Zelanda y se clasificó por primera vez en su historia para una fase final de la Copa del Mundo femenina.
“Simplemente bajamos la cabeza, trabajamos e intentamos no preocuparnos por todos los factores externos”, declaró la centrocampista Milan Pierre-Jerome al Miami Herald.
“Sí, ha sido más difícil para nosotros en comparación con los equipos de otros países, pero sabemos que no importan las circunstancias, no importan los retos a los que nos enfrentemos, seguimos teniendo 11 jugadoras en el campo, una pelota de fútbol y todos jugamos con botines. Eso es lo que nos ha mantenido unidas”, afirmó.
– Aire fresco –
El núcleo del equipo surgió en 2018, cuando Haití se clasificó para la Copa Mundial femenina Sub-20, su primer torneo global de la FIFA contando todas las categorías.
Nueve de aquellas juveniles formaron parte del plantel que venció a Chile, entre ellas la centrocampista Danielle Etienne, que es consciente del impacto que el equipo ha tenido en su país.
“Simplemente demuestra lo lejos que hemos llegado como nación y como equipo. Significa mucho para nosotros. Es un soplo de aire fresco que ilumina el país”, declaró recientemente.
“Es algo más que fútbol. Es avanzar en el fútbol, pero también ayudar a levantar a nuestro país en estos momentos tan difíciles”, añadió.
Junto a ese núcleo, la plantilla que logró la clasificación incluía a siete jugadores menores de 20 años, entre ellos la estrella del equipo, Melchie Dumornay, de 19 años, quien marcó dos goles en la victoria contra Chile, y jugó en el francés Stade de Reims.
Tras brillar en el Reims en las dos últimas temporadas, fichó por el Lyon y se unirá al equipo 16 veces campeón de Francia y ocho veces ganador de la Liga de Campeones después del Mundial.
Tras su debut ante la poderosa Inglaterra, Haití enfrentará a China y Dinamarca en el Grupo D y, aunque es un equipo modesto, situado en el puesto 53 del mundo, llegará a Oceanía con la misión de seguir subiendo escalones en la élite del deporte rey.
“Ya no somos la misma Haití de hace años, donde los equipos no nos temían. Ahora pisamos el campo y la gente nos respeta más porque ve lo lejos que hemos llegado”, afirma Etienne.
“Fuimos capaces de hacer historia una vez y de volver a hacer historia, y sólo espero que sigamos haciéndolo y nos convirtamos en auténticos competidoras en la Copa Mundial”, añadió.
Si Haití da la sorpresa, es probable que sea Dumornay quien ponga a rodar el buen fútbol.
“Melchie es la estrella”, afirmó la central Jennyfer Limage.
“No se puede comparar a Melchie con ninguna otra jugadora. Es especial”.
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