En un mundo donde dependemos constantemente de nuestros relojes y dispositivos para medir el tiempo, la pregunta de qué sucedería si no tuviéramos acceso a estas referencias es inquietante.
Michel Siffre, un joven geólogo francés en la década de 1960, se hizo esta misma pregunta en el contexto de la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Mientras la humanidad buscaba conquistar el espacio, Siffre decidió explorar el tiempo de una forma única: aislándose en una cueva sin reloj, ni luz solar.
Siffre, fallecido el pasado 25 de agosto a los 85 años, fue pionero en el campo de la cronobiología humana, disciplina que estudia los ritmos biológicos. En 1962, con solo 23 años, llevó a cabo un experimento en el que permaneció durante dos meses en una cueva a 130 metros de profundidad, sin ninguna referencia temporal. Su única fuente de luz era una lámpara de minero que usaba de manera moderada. Durante este tiempo, comió y durmió cuando su cuerpo se lo pedía, informando a su equipo en la superficie sobre cada una de sus actividades.
El experimento reveló que los humanos tenemos un “reloj biológico” interno, pero la sorpresa fue que este no se ajusta a un ciclo de 24 horas. Durante su tiempo en la cueva, Siffre experimentó una sensación de tiempo ralentizado, tanto que llegó a contar de forma más lenta de lo habitual. Para él, dos minutos reales parecían ser solo uno.
Los descubrimientos de Siffre indicaron que, sin los ritmos naturales del día y la noche, nuestros cuerpos funcionan en un ciclo de aproximadamente 48 horas, con largos periodos de actividad seguidos de extensas horas de sueño. Este hallazgo despertó el interés del ejército francés y la NASA, quienes financiaron otros experimentos para comprender cómo los seres humanos reaccionan ante la ausencia de tiempo externo.
A lo largo de su vida, Siffre continuó realizando experimentos similares, tanto en cuevas en Francia como en Estados Unidos, en los que observó el impacto del envejecimiento en la percepción del tiempo. Aunque su exploración del “tiempo psicológico” comenzó en las profundidades de una cueva, su legado sigue inspirando preguntas sobre cómo entendemos y percibimos el tiempo.