Las estrellas enanas blancas se caracterizan por destruir todo a su alrededor mientras se forman, pero WD 1856 es una enana blanca especial. Un nuevo estudio apunta a que esta estrella no solo no ha destruido a sus cuerpos celestes vecinos, sino que convive en paz con un planeta gigante.
Un equipo de investigadores estaba buscando posibles exoplanetas alrededor de la estrella enana blanca WD 1856 con el Satélite de Sondeo de Exoplanetas en Tránsito de la NASA cuando, de pronto, advirtió que la enana brillaba mucho menos de lo habitual.
Las estrellas enanas blancas son los remanentes estelares que quedan cuando estrellas grandes mueren. Estas, a veces, se expanden y se convierten en estrellas gigantes rojas como Betelgeuse, para agotar todo su combustible nuclear después y volver a ser enanas blancas, no sin antes destruirlo todo a su paso.
WD 1856 es especial, sin embargo. Esta enana, situada a unos 80 años luz de la Tierra, coexiste en perfecta armonía con lo que ha sido denominado WD 1856 b: un planeta del tamaño de Júpiter. Es la primera vez que se observa algo así, y ello demuestra que las enanas blancas pueden ser estrellas anfitrionas para planetas si se dan las condiciones adecuadas.
El fenómeno del que hablamos es excepcional, y, como tal, las características técnicas del sistema que conforman la enana blanca anfitriona y el enorme planeta que la orbita no han dejado indiferentes a los astrónomos que lo han analizado.
La estrella es solo un 40% más grande que la Tierra y el planeta tarda en realizar el recorrido completo a su alrededor 1,4 días. Eso es muy poco tiempo, y, por tanto, el WD 1856 b eclipsa a su estrella anfitriona de cara a la Tierra solo durante ocho minutos cada vez que pasa delante de ella, lo cual supone un período muy breve. Pero es un momento en que la estrella pierde casi la mitad de su brillo para la perspectiva de nuestro planeta.
“Este sistema es bastante extraño. ¡En este caso el planeta es siete veces más grande que su estrella anfitriona!”, dice el astrofísico de la Universidad de Monash de Australia Simon Campbell, citado por el medio cnet.
Ante esto, cabe preguntarse qué es lo que ha propiciado una situación tan anómala. Los científicos tienen dos explicaciones posibles.
La primera contempla que, cuando la estrella anfitriona se convirtió en una gigante roja, pudo haber desfigurado las órbitas de los planetas circundantes, creando un caos que casualmente pudo haber favorecido que WD 1856 b se acercara a la enana. Esta lectura del fenómeno deja espacio a la posible presencia de otros planetas que podrían estar orbitando alrededor de WD 1856.
La segunda, más improbable, apunta a la posibilidad de que la estrella pudiera desprenderse de algunas de sus capas externas y sobrevivir durante la fase de expansión.
Quizá estudios venideros confirmen lo que pasó realmente y puedan arrojar luz sobre las características de WD 1856 b, aclarando si es realmente un planeta o, por el contrario, constituye una estrella fallida conocida como enana marrón. Sea como sea, entender cómo se comportan las enanas blancas debería importarnos a los habitantes del sistema solar teniendo en cuenta que nuestra estrella también se convertirá en una de ellas algún día.
Fuente: Sputnik