A lo largo de la historia, las mujeres hemos vivido diferentes tipos de discriminación en relación con los hombres; sin embargo, ¿sabías que incluso pagamos más por los mismos productos? Se trata del fenómeno ‘impuesto rosa’. En Sputnik, te contamos de qué se trata y cómo se puede revertir.
Los estereotipos en torno a la figura femenina se han convertido en una estrategia de mercado: las mujeres pagamos más que los hombres por el mismo producto. Cuando acudimos al supermercado, los artículos para mujeres suelen costar más solo por tener algún distintivo que sea considerado femenino. Se trata del fenómeno denominado impuesto rosa (pink tax).
“Es un reflejo de la disparidad que hay en la sociedad entre hombres y mujeres; además, de la manera en la que el capital percibe el acceso de las mujeres a cosas primordiales, que las percibe como si fueran lujo”, opina Estefanía Veloz, activista y feminista mexicana, en entrevista para Sputnik.
Al respecto, la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile señala que el impuesto rosa debe entenderse como un sobreprecio aplicado a los productos dirigidos hacia el mercado femenino como parte de las estrategias mercadológicas que encuentran en la mujer un agente de consumo. En adición a esto, la Procuraduría Federal del Consumidor mexicana (PROFECO) expresa que el sobrecargo también se debe a que las marcas invierten más dinero en la presentación de sus productos —empaque, diseño y publicidad— por estar dirigidos a mujeres.
Por su parte, Fernando Coronado, socio-fundador de Innovative Marketing, agencia que realiza estudios de mercado, considera que el fenómeno del llamado impuesto rosa se sustenta en las demandas de la sociedad que exigen mayores estándares de belleza a la mujer.
¿Qué tanto sabemos del impuesto rosa?
En el marco de la pandemia por el COVID-19, Innovative Marketing & Consultants realizó un estudio de mercado en torno a los hábitos de consumo de las mexicanas durante el período de cuarentena con énfasis en el llamado impuesto rosa a través de un análisis intergeneracional.
De acuerdo con los resultados de la investigación, solo el 37,9% de las mujeres que participaron en el estudio de mercado dijo saber qué era el impuesto rosa; mientras, el 62,1% realmente desconoce el fenómeno de los sobreprecios en los productos dirigidos al sector femenino.
“Las mujeres en términos generales sí estaban conscientes de que hay un sobrecargo en ciertos productos; sin embargo, en cuanto a la terminología del concepto de impuesto rosa no lo entendían como tal. Ahí hubo como un poco de confusión porque la palabra impuesto hacía que pensaran que tenía que ver con el Gobierno, aunque esta percepción no es correcta”, señala Coronado respecto al estudio de Innovative Marketing & Consultants.
Si bien, durante la pandemia por el COVID-19 ha aumentado el negocio electrónico, así, por ejemplo, el 57,7% de las mujeres dijo haber realizado compras en línea, el precio adicional en los productos femeninos persiste dentro del mercado. Un gran porcentaje de las mujeres participantes comentaron que el sobrecargo en los artículos podría justificarse por la existencia de ingredientes especiales (66%), beneficios exclusivos (62,1%) y prestigio de marca (38,8%).
“En términos generales, no existen [beneficios extras], pero hay algunos productos específicos que realmente sí están dando algunos ingredientes, algunos beneficios, algunas sustancias extra para justificar un sobrecargo; pero, por ejemplo, vemos ingredientes como aloe vera, como células madre, que en realidad hacen mucha publicidad engañosa”, explica Coronado, quien también enfatizó que se puede dectar el precio extra no solo en los artículos para mujeres, sino incluso para niñas, como, por ejemplo, es el caso de pañales para las bebés.
Impuesto rosa: ¿discriminación hacia las mujeres?
En algunas categorías, como ropa, salud, higiene y cuidado personal, los productos que están dirigidos al mercado femenino suelen tener un mayor precio que los mismos artículos para hombres. Solo como ejemplo, los desodorantes masculinos tienen un costo menor que un desodorante con distintivos femeninos, aunque en esencia tengan los mismos componentes.
“Es un problema de género, en realidad. Es un problema de seguir haciendo una división sexual del trabajo desde el hogar hasta otros espacios, pero creo que es injusto porque es no entender esta idea biológica de la mujer más allá de pensar en que son productos específicos. Creo que eso habla de una política pública que no existe y que no tiene perspectiva de género”, precisa Veloz.
Adicional a este problema, hay otro factor que agudiza la situación financiera de las mujeres, la llamada brecha salarial. Según la organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, las mujeres perciben cinco días menos de salario al mes en comparación con los hombres. Cada mes, un hombre gana cerca de 5.825 pesos (253 dólares) y una mujer 5.029 (218 dólares).
Por lo tanto, en una sociedad que se erige sobre su base machista la cual está orientada no solo a exigir mayores estándares de belleza para las mujeres, sino que también refuerza la disparidad entre el género masculino y femenino, el impuesto rosa puede ser considerado como una estrategia de mercado discriminatoria o que se aprovecha de los esteriótipos tradicionalmente existences.
“Sí, hay un sobrecargo que no es justificable versus los beneficios que les pone; por lo mismo, sí hay una razón de discriminación hacia la mujer en nuestra sociedad que lamentablemente se caracteriza por ser machista. Y todavía existe esta presión social a que las mujeres estén más arregladas que los hombres”, reflexiona el socio-fundador de Innovative Marketing.
Hacia una regulación del impuesto rosa
Uno de los mayores riesgos es que el sobreprecio también se impone en artículos de primera necesidad para las mujeres. Tal es el caso de las toallas sanitarias que se han dispuesto en el mercado con precios por arriba de su costo real por contener ingredientes extras.
Para atender este problema, las diferentes representaciones parlamentarias presentaron una propuesta ante la Cámara de Diputados para solicitar la reforma al artículo 115 de la Ley general de educación en materia de higiene menstrual que busca garantizar el acceso a las mujeres mexicanas a artículos de salud menstrual.
“La presente iniciativa busca sentar elementos básicos para que en forma gradual se avance hacia una verdadera política pública que garantice a las niñas, adolescentes y mujeres el acceso a estos productos de higiene indispensables para su desarrollo e incorporación plena a todos los ámbitos de su vida”, se lee en la iniciativa.
No obstante, Estefanía Veloz, una de las impulsoras de esta iniciativa, sabe que no será fácil revertir las dinámicas del mercado en cuanto a la venta de productos para mujeres dado que quienes los producen y comercializan son agentes privados.
“Una iniciativa que obligue al sector de salud (…) a ofrecer estos servicios de manera gratuita. Y al mismo tiempo, esto nos va a hacer cuestionarnos quiénes son los proveedores de estos productos y si los proveedores de estos productos están siendo responsables”, dice respecto a las opciones para regular los sobrecargos que las empresas imponen a los artículos para mujeres.
En tanto, Fernando Coronado agrega que para enfrentar la disparidad de precios entre los accesorios para hombres y para mujeres, los grandes corporativos deberían informar a detalle sobre los ingredientes de cada uno de los productos que les ofrecen a las mujeres para justificar su costo.
“Por otro lado, las compradoras están siendo cada vez más influidas, cada vez más comunicadas, mejor informadas, por lo mismo su nivel de exigencia sube y yo creo que en el mediano, largo plazo, esta tendencia de exigir que no se les cobre de más por venderles humo, por regalarles algo totalmente falso, va a tener que cambiar”, advierte.
La tendencia se revierte
La tendencia del mercado está sufriendo cambios en todos los aspectos, los cuales van desde el aumento de las ventas en línea hasta mayores exigencias por parte del consumidor. Se habla del consumo consciente que busca realizar compras que se centren en el beneficio real y no solo en los aspectos externos del producto.
En el análisis de Innovative Marketing se expresa que las generaciones actuales realizan sus compras con base en aspectos como: ingredientes y beneficios extra (65%), precio (54,4%) y recomendación de alguien de confianza (37,9%). En tanto que un menor porcentaje considera tópicos como: publicidad (13,6%), diseño de empaque (23,3%) y promoción de producto (5,8%).
Las nuevas generaciones como la generación z —nacidos entre 1995 y 2015— son las que ponen más atención en la disparidad de precios entre los artículos de mujeres y hombres. El 66,7% de las centennials se percató del sobreprecio de los rastrillos, mientras que más de la mitad de las mujeres de generaciones anteriores no notaron este detalle.
Sin embargo, Coronado, del Innovative Marketing, añade que revertir la tendencia no será del todo fácil por lo fuerte de los estereotipos que persisten en la sociedad.
En este sentido, Veloz hace un llamado a hacer un estudio de mercado que pueda consolidarse en una campaña pública para que “un hombre sepa cuánto le cuesta un rastrillo y cuánto le cuesta a una mujer, y las mujeres también nos demos cuenta que tenemos años pagando por productos por los que los hombres pagan”. Fuente: RT