Dicen los que saben que si el COVID llega a los barrios populares desaparecerán, por el hacinamiento, porque no hay agua corriente, y porque su población generalmente ya muere de hambre y enfermedades prevenibles por la falta de atención medica.
Por eso, si el tigueraje no asume la protección de la gente de sus barrios, la mortalidad será atroz y eso lo entendieron las MARAS de El Salvador, donde hay 60,000 pandilleros, con una red de apoyo de unas 300,000 personas, en un país donde apenas hay 6.8 millones de habitantes.
Como las MARAS en El Salvador, fenómeno importado por las deportaciones masivas, en los años 90, de USA, de muchachos nacidos en Los Ángeles, que no pudieron integrarse a sus sociedades porque desconocían desde el idioma hasta las costumbres y eran un estigma, aquí los Trinitarios dicen tener medio millón de jóvenes integrados a sus células que podrían sumarse a la lucha contra el virus.
La humanidad está boquiabierta con la respuesta de la Mara Salvatrucha-13 y la Barrio 18, las cuales se apoderaron de los barrios donde el gobierno tiene una presencia casi nula y se constituyeron en una especie de gobierno que determina quien hace que, creando “fronteras invisibles” entre sus colonias y el resto de la ciudad, que nadie osa violar.
Hoy son noticia porque se han sumado a la campaña del gobierno para frenar el avance del Corona virus y lo han hecho a través de comunicados, videos y acciones directas que se corresponden a su estilo de “gobierno”.
Por ejemplo, a todo el que sorprenden en la calle después del toque de queda, le rompen las piernas con un bate, porque “la gente no hace caso. Cuando ve la policía se mete en sus casas, pero media vez de vuelta vuelven a la calle a jugar”. “Grabamos los videos de las palizas para que vean que no es un comunicado falso, que quien no salga a comprar o trabajar será severamente corregido por nosotros”.
Las MARAS también se han responsabilizado con la distribución de alimentos y medicinas. Quizás porque ya han entendido la importancia de defender a su gente porque nadie más lo va a hacer, como lo entenderían los tigueres dominicanos, los condenados de la tierra de que habló el martiniqueño Frantz Fanón, si nos acercáramos con respeto, solidaridad y ternura a sus barrios, para ayudarles a organizarse en Redes Solidarias.
Esas Redes Solidarias, creadas y dirigidas por ellos, coordinarían con las agencias estatales los servicios médicos en sus barrios y se asegurarían de que ningún avivato, o avivata, no se robe lo que pertenece a todos.
Me ofrezco, honoríficamente, como facilitadora.
Por: Chiqui Vicioso