Por Pelegrín Castillo Arbaje.
Si algo aceleró la caída de la Unión Soviética en 1991, y todo lo que representaba con su sistema político, fue el desastre nuclear de Chernóbil en abril de 1986. En esa fecha no sólo explotó el reactor número 4 de dicha planta nuclear, también incrementaron en el sentimiento popular las sospechas contra el gobierno, la insatisfacción con la seguridad pública y las demandas de mayor transparencia. En palabras del exsecretario general de la URSS, Mijaíl Gorbachov, Chernóbil fue un punto sin retorno que abrió la posibilidad de mayor libertad de expresión, hasta un punto que el sistema como lo conocíamos no pudiese continuar.
Precisamente lo que aconteció en China a finales de 2019, con el surgimiento del COVID-19 o Coronavirus, es de suma importancia para ver qué hará Xi- Jinping y el Partido Comunista en lo que respecta a las reformas políticas. Las sociedades autoritarias, en especial las que tienen el carácter paternalista donde la gran maquinaria estatal (apoyada en una brutal represión) es el que protege siempre los intereses del pueblo y no permitirá que a este le ocurra algo malo. El secretismo, el engaño, la desinformación generalizada y sobretodo, el temor a la verdad sobre los orígenes y la forma en que se ha propagado el virus han generado una crisis global que ha paralizado buena porción de la economía y ha puesto en jaque a los sistemas sanitarios de occidente. Confiemos en que saldremos airosos de esta crisis, pero las represalias y las consecuencias de estas para China pueden determinar quién pondrá las reglas de juego en el tablero mundial en las próximas décadas.
Desde la crisis financiera de 2008, se especulaba mucho sobre el rol de EE. UU como superpotencia mundial, llegando a la conclusión de que esta dejaría de ejercer su rol hegemónico ante el ascenso del gigante asiático, que estaba desplazando al Tío Sam en zonas cuya influencia parecía más que solida. Pero la variable que nadie, absolutamente nadie, creía que podía entrar en juego, entro, y juega duro, esa variable tiene nombre: Donald J. Trump. Un presidente, sin duda, fuera de lo normal, pero cuya administración entro con una agenda replanteando el rol de EE. UU en el mundo, y sobretodo, el rol que Washington ejercería respecto a Beijing.
Probablemente, luego de que esta crisis de sanidad a nivel mundial sea superada, Trump (que tiene altísimas probabilidades de reelegirse), intentara ejercer como nunca una ofensiva contra China, con el objetivo de debilitarlo frente a los ojos del mundo. A medida que esta crisis avance, con los cuestionamientos al sistema comunista que se genera dentro del pueblo chino y las protestas en favor de la libertad en Hong Kong, probablemente veamos manifestaciones más grandes que las ocurridas en Tiananmen en 1989… el tiempo dirá si este análisis fue certero, pero los cuestionamientos al sistema de gobierno chino son palpables y lo ocurrido en Wuhan, quizás sea la gota que colme el vaso.