El presidente Gustavo Petro enfrenta la peor crisis de violencia en su mandato, en el que se propuso alcanzar la “paz total”. Un centenar de muertos y cerca de 32.000 personas desplazadas desnudan las grietas del primer gobierno de izquierda en la historia de Colombia.
A continuación, cuatro claves para entender cómo la ola de violencia golpea a este país.
– “Paz total” en crisis –
El mandatario busca desactivar por medio del diálogo con varios grupos -tanto guerrilleros como bandas criminales y del narcotráfico- la guerra interna de seis décadas.
Se trata de una ambiciosa política que bautizó como “paz total” y que fue aprobada como ley al inicio de su gobierno en 2022. Pero su plan parece desmoronarse.
Petro declaró el lunes el “estado de conmoción interior” por la escalada de violencia en varios puntos del país, el más grave en la región del Catatumbo, fronteriza con Venezuela.
“La situación del Catatumbo enseña. Uno aprende también de los fracasos y allí hay un fracaso. Un fracaso de la nación”, dijo el martes el presidente que ya el viernes había suspendido el diálogo con la guerrilla Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Allí, guerrilleros del ELN se enfrentan a disidentes de las extintas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y atacan a la población civil en acciones que han provocado, solo en esa región, unos 80 muertos.
“Esta es la mayor crisis” que ha atravesado la política de paz total de Petro, cuyo objetivo inicial era “traer alivio a la población”, sostiene Laura Bonilla, investigadora de la Fundación Paz y Reconciliación (PARES).
Petro empezó a dialogar con el ELN a finales de 2022. Y aunque “el proceso no ha tenido muchos avances, hoy en día parece que está agotado”, asegura Yann Basset, profesor de ciencia política en la Universidad del Rosario.
“Negociar con todos los grupos a la vez (…) es algo que le quedó grande”, sostiene.
– El fantasma de la guerra –
La situación en el Catatumbo “tiene rasgos de comparación con épocas muy duras y crueles que se vivieron en Colombia aproximadamente hace 20 años”, durante el gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010), caracterizado por algunos de los “momentos más álgidos” en la confrontación entre el Estado y las guerrillas, asegura a la AFP Gerson Arias, investigador de la ONG Ideas para la Paz.
Tras el acuerdo de paz firmado entre las FARC y el gobierno de Juan Manuel Santos en 2016, los rebeldes dejaron un espacio de poder vacío en la Colombia rural que “tendría que llenarse con institucionalidad legal y estatal”, áreas en las que tanto el gobierno de Petro como el de su antecesor Iván Duque avanzaron “muy lento”, asegura Bonilla.
La ausencia estatal tras la salida de las FARC, dice la investigadora, aunado al “crecimiento del ELN” y otros grupos armados, generó “un cóctel que el gobierno (de Petro) no analizó suficientemente bien” al momento de activar los diálogos con esa guerrilla.
– ‘Boom’ cocalero –
Colombia es el principal productor de cocaína en el mundo y cada año rompe récords de narcocultivos, según datos de la ONU.
“La coca ha sido el gran alimento del conflicto colombiano”, asegura Bonilla. Con “mucho más dinero fluyendo para mantener esa guerra” gracias al narcotráfico, al Estado colombiano se le ha vuelto difícil “competirle a una economía ilegal tan próspera”.
El ‘boom’ de la coca y otras actividades, como la minería ilegal y la extorsión, han permitido que tanto el ELN como otros grupos se fortalezcan, dice Bonilla.
Al mismo tiempo, asegura, “la acción del Estado colombiano es tan pobre en este momento y con tan baja capacidad que no está influyendo” en el campo de batalla. Los grupos armados hoy no “sienten que el Estado sea una amenaza real”.
– Oportunidad perdida –
Analistas se cuestionan la posibilidad de que el ELN firme la paz con un gobierno diferente.
La guerrilla cerró “de un portazo” la posibilidad de su desmovilización, dice Bonilla, quien considera “muy difícil” que el próximo gobierno pueda lograrlo.
A este panorama se suman las dificultades en la relación con Venezuela, país garante de las conversaciones con el ELN. Petro no ha reconocido la reelección de Nicolás Maduro, acusado de fraude por la oposición, pero se ha negado a romper relaciones con ese país.
“Si en 2026 sube un gobierno de derecha (al poder en Colombia), o incluso de centro, las relaciones con Venezuela van a estar mucho más complicadas”, asegura el académico Basset, señalando que el ELN tiene presencia en ambos lados de la frontera.
En ese contexto, “cualquier proceso de negociación se va a volver muy difícil”.