Irán ha multiplicado sus maniobras defensivas y ha desvelado bases secretas desde el comienzo del año, mostrando músculo militar antes de la llegada al poder de Donald Trump.
Mientras el Gobierno del presidente iraní, Masud Pezeshkian, ha mostrado su disposición a negociar con el republicano, las Fuerzas Armadas han realizado numerosas maniobras y desfiles militares, a la vez que han subrayado una y otra vez su disposición a defender el país.
Se desconoce las políticas que aplicará Trump hacia el país persa pero el portal estadounidense Axios reportó el 2 de enero que la Casa Blanca se plantea la opción de un posible ataque contra las instalaciones nucleares iraníes para frenar su programa nuclear, que actualmente enriquece uranio al 60 %, muy cerca del 90 % necesario para la fabricación de armas nucleares.
Solo dos días después de ese informe, la Fuerza Terrestre de la Guardia Revolucionaria – ejército ideológico de la República Islámica – puso en marcha unos ejercicios militares a gran escala en el oeste del país, denominadas ‘El Gran Profeta 19’, con el objetivo probar los armamentos y equipos militares y evaluar su preparación para el combate.
Más tarde, el Ejército y la Guardia iniciaron unos ejercicios conjuntos de dos meses de duración, bautizados como ‘Poderío 1403’, que han incluido la práctica de la defensa aérea en las plantas nucleares de Natanz y Khondab en el centro del país y de Fordo en el oeste.
A eso hay que sumar las dos bases subterráneas secretas que ha presentado la Guardia Revolucionaria. Una de ellas, una instalación de almacenamiento de misiles, que fue presentada por el comandante en jefe de la Guardia, el general de división Hosein Salamí, y el comandante de la División Aeroespacial de la fuerza élite iraní, el general de brigada Amir Ali Hajizade, quien definió la base situada entre las montañas como un “volcán inactivo”.
Este sábado, Salamí desveló además una base naval subterránea construida a una profundidad de 500 metros en el golfo Pérsico, donde se almacenan buques, lanchas, y misiles de crucero.
“Aunque el complejo visitado es significativo, representa solo una pequeña fracción de la verdadera potencia defensiva de la Fuerza Naval de la Guardia Revolucionaria”, enfatizó el alto cargo militar.
Los juegos de guerra en Irán continúan este lunes con unas maniobras que esta llevando a cabo la Fuerza Terrestre del Ejército en el noreste del país, en paralelo a la investidura de Trump en EE.UU.
“Hay que tomar decisiones clave”
Aunque Trump todavía no se ha pronunciado oficialmente sobre la política que adoptará hacia Irán, los medios hablan todos los días de la posibilidad de un posible ataque israelí, con apoyo estadounidense, contra las plantas nucleares de Irán, para evitar que la República Islámica desarrolle armas atómicas.
El asesor de seguridad nacional de la administración Trump, Mike Waltz, dijo ayer en una entrevista con la cadena estadounidense CBS News que no va a adelantar las decisiones respecto a Teherán, aunque sugirió tomar “decisiones clave”.
“Las defensas aéreas de Irán están destruidas. Así que este es el momento de tomar esas decisiones clave, y lo haremos durante el próximo mes”, indicó.
Con la destrucción de la defensa aérea iraní, Waltz se refería al ataque israelí de octubre pasado que dañó los sistemas de defensa aérea de Irán y causó la muerte de al menos cuatro militares.
Este bombardeo fue una respuesta al ataque iraní del 1 de octubre con 180 misiles contra el Estado judío, que fue a su vez una represalia por los asesinatos por Israel de los líderes de Hamás Ismail Haniyeh y de Hizbulá Hasán Nasralá, lo que Waltz consideró duros reveses para Teherán.
Irán, que ya había lanzado su primer ataque directo contra Israel en abril tras el bombardeo de su consulado en Damasco, que causó la muerte de siete miembros de la Guardia Revolucionaria, no ha amenazado más a Tel Aviv desde que Trump ganó las elecciones presidenciales en noviembre.
Durante su primer mandato (2016-2020), el republicano adoptó la política de “máxima presión contra Irán, al reimponer severas sanciones contra el país, tras salirse en 2018 del acuerdo nuclear firmado tres años antes entre Teherán y las potencias mundiales.
Pero para su nuevo mandato las autoridades iraníes le han sugerido dejar a un lado la máxima presión, extendiendo la mano para unas conversaciones “respetuosas”.