Con una peregrinación desde la Puerta del Conde hasta la Catedral Primada de América, la Iglesia Católica dio inicio este domingo al Año Jubilar, con un mensaje de reconciliación y perdón.
Durante la homilía, el arzobispo metropolitano de Santo Domingo, Monseñor Francisco Ozoria, destacó que el primer domingo después de Navidad es el día de la sagrada familia de Nazaret, destacando que este es un lugar donde se aprende de fe y que los padres son maestros de fe. “La familia es una Iglesia, la iglesia básica”, puntualizó.
Monseñor indicó que el Año Jubilar o Año Santo, es la alegría y gozo por la salvación realizada en Cristo Jesús. “Dios nos ha mandado a su hijo para salvarnos”, dijo.
Enfatizó que un elemento fundamental del año jubilar es la peregrinación, por lo que ya la Iglesia tiene un programa de peregrinaciones a distintos lugares. “El año Santo nos invita a peregrinar, peregrinamos de un lugar a otro, como lo hicimos hoy”, agregó.
Aclaró que se puede peregrinar desde cualquier punto, pero que lo que no se negocia es el punto de llegada, que es Jesucristo, por tanto, siempre se debe peregrinar hacia el templo, que simboliza la presencia de Jesucristo. “La esencia del Año Santo es peregrinar, peregrinar hacía Cristo”, puntualizó el religioso.
“El año jubilar es un espacio de reconciliación y del perdón. Es también un espacio de gracia. Cuando nos acercamos al señor con un espíritu de reconciliación nos ganamos la gracia de Dios. El año Santo es una oportunidad para recuperar la gracia de Dios y reactivar la vida de Dios en nosotros”, expresó Monseñor Ozoria.
Llamó a poner en serio y en práctica la escucha de la palabra de Dios. “De este Año Santo esperamos un mayor compromiso cristiano. Deseamos también una mayor vivencia de la fe en la familia”.
Agregó que este Año Santo o Jubilar tiene que producir signos de esperanza, cambios en la sociedad, cambios en la familia, cambios en la Iglesia, al tiempo que advirtió que al final de este Año Jubilar tiene que haber signos de caridad fehacientes, la disminución de la probreza extrema, el sese de las guerras y de la injusticia.
“El Año Santo tiene que dar el gran fruto del fortalecimiento de la fe, de la esperanza y de la caridad. Caminemos hacia Cristo, demos pasos de esperanza y de confraternidad”, concluyó.