En una audiencia clave sobre los recientes intentos de asesinato contra el presidente electo Donald Trump, el director interino del Servicio Secreto de Estados Unidos, Ronald Rowe, reconoció públicamente el “fracaso” de la agencia en garantizar la seguridad del mandatario.
Durante su intervención, Rowe destacó que se identificaron “brechas críticas” en los protocolos de seguridad y aseguró que se están tomando medidas para evitar que estas vulnerabilidades se repitan. Su testimonio encendió el debate en el Congreso, generando preocupación por la efectividad de la agencia encargada de proteger a los líderes del país.
La comparecencia de Rowe no estuvo exenta de controversia. El congresista republicano Pat Fallon lo acusó de priorizar la política sobre la seguridad presidencial, señalando su presencia en una fotografía detrás del presidente Joe Biden durante un evento conmemorativo del 11 de septiembre.
Según Fallon, Rowe buscó visibilidad mediática en lugar de cumplir con su responsabilidad en el área de seguridad asignada. Rowe desestimó las críticas y defendió su participación, argumentando que asistió al memorial para rendir homenaje a los agentes del Servicio Secreto fallecidos en los atentados de 2001. La tensión en la audiencia dejó en evidencia la creciente presión sobre la agencia para mejorar sus protocolos en un clima político altamente polarizado.