El Centro Juan XXIII reconoce la capacidad de escucha y la voluntad de lucha contra la
corrupción del Presidente. Sin embargo, esto no es suficiente, pues la realidad cambió y con ella, el estándar con el que la población mide al gobierno. La ciudadanía que apoyó “El Cambio” en el 2020 no lo hizo aspirando un cambio de par do, de siglas o de actores. Lo hizo buscando una verdadera transformación en la forma en que se administra la cosa pública, que supera la forma en que se maneja el Estado y aspira a verse incluida en los mecanismos de representación. Lo
hizo buscando una democracia más perfecta.
Y es desde este contexto que el Gobierno debe avocarse a las reformas necesarias.
El verdadero cambio que la República Dominicana demanda no es sencillo, ni performa vo, es uno de raíz y que toca el balance de intereses que desde “siempre” nos han regido y que de alguna manera nos han convertido en una de las economías más prósperas del Hemisferio Occidental. Pero hoy ya eso no es suficiente. Hoy, los dominicanos entendemos que la prosperidad debe ser comparada por todos y no el privilegio de unos pocos. El cambio que se pide al gobierno es que no responda a los intereses de un par do, si no al beneficio del colectivo.
El cambio que se pide es que sus acciones se enraícen profundamente en la realidad de un
principio que nos acompaña nominalmente desde la creación de la República, pero del que nunca ha disfrutado el pueblo dominicano: Todos somos iguales ante la ley, en dignidad y en derecho.
Desde este contexto, el discurso del 19 se ve distinto. Deja a la población confundida y pone en peligro la propia capacidad de este gobierno de seguir hacia delante. Visto desde aquí, lo que se interpreta es que los privilegios de la clase política no pueden ser tocados, que la aplicación de la ley será, como siempre, selectiva y que o se aceptan las propuestas de la élite política cual cheque en blanco o se rompe la baraja.
Frente a este mensaje tácito, el Centro Juan XXIII se siente en la necesidad de volver al podio nacional y llamar de nuevo la atención del Ejecutivo actual, con tanto respeto como rigor y aclararle que los planes de desarrollo de la República Dominicana no son monopolio del gobierno. Son sueños colectivos que, o se construye desde la inclusión o se volverán en promesas vacías. Recordarle, que mientras se esté a la cabeza de lo público, fácil o di cil, placentero o no, es su obligación seguir luchando contra enemigo pequeño o grande, extranjero o nacional, para
convertirlos en realidad. No es permitido “tirar la toalla”.
En este sentido, queremos pensar que el Presidente y sus asesores han mal interpretado la agitación de estos días. No se quiere un re ro puro y simple de la reforma fiscal. Todos los sectores han expresado voluntad y entendimiento de que debemos lograrla. Ahora bien, lo que al parecer no se escuchó es que hay que hacerlo desde lo consensuado, incluyendo primordialmente una readecuación real, no nominal, del gasto público y donde el combate
contra todo aquel que evada la ley sea frontal. Repetimos, una reforma que reorganice la forma en que se utilizan los recursos que administra el Estado Dominicano y donde la lucha contra la evasión y la informalidad sean los capítulos primeros y más importantes.
Señor Presidente, la misma sociedad que reconoce su liderazgo y buena intención, es la misma sociedad que le ha dicho de forma enfá ca que está dispuesta a meterse las manos de nuevo en los bolsillos para la construcción del desarrollo que merecemos, siempre y cuando el sacrificio sea de todos y sólo hasta el límite de lo necesario y posible. Es la misma que le dice que el orden a seguir en esta construcción es: cóbrenle al que no paga (impuestos, energía eléctrica y demás
servicios públicos), gasten bien, de forma frugal y pensando en el beneficio de todos, no del partido o de la persona, y luego de eso, lo que falte, lo pagaremos con gusto. Su alocución del pasado sábado, más que generar tranquilidad y proveer respuestas, ha traído desasosiego y dudas entre los que en entienden los retos a los que se enfrenta nuestra nación. No es el momento
de dar marcha atrás. Es momento de dialogar, y con el concurso de toda la sociedad dominicana hacer un pacto fiscal que sea capaz de promover el crecimiento inclusivo de nuestro país.
Finalizamos nuestra posición sobre este tema haciendo esta pregunta: Si hacer la reforma fiscal era acto de responsabilidad, ¿cómo se calificaría no hacerla?