Al sureste de Pensilvania la joya de la corona entre los estados ‘pendulares’ para las elecciones presidenciales de EE.UU. hay una ciudad de 100.000 habitantes donde el 70 % de su población es de origen latino y sus votos podrían marcar el devenir político de todo el país.
Se llama Reading, se ubica a apenas 40 kilómetros de los Apalaches y, junto a las localidades de Bethlehem, Allentown, Lebanon, York, Lancaster y Harrisburg, integra lo que se conoce como el Corredor 222, en honor a la carretera que recorre el área y donde el porcentaje de vecinos hispanos no baja del 40 %.
“No es un secreto que el voto latino, y particularmente el de esta zona por estar en un estado bisagra, va a resultar diferencial para elegir al nuevo presidente o presidenta de Estados Unidos”, asegura a EFE el puertorriqueño Eddie Morán, primer alcalde latino en 276 años de historia de Reading desde su despacho.
Aproximadamente 600.000 latinos en Pensilvania están llamados a las urnas el próximo 5 de noviembre. En las últimas elecciones los votos electorales del estado se decantaron por una diferencia 82.000 papeletas, por lo que se adivina una dura batalla por cada papeleta.
Los 19 votos electorales de Pensilvania lo convierten en el estado más codiciado por los candidatos.
Los condados de estas siete localidades del Corredor 222 en este estado -antaño un feudo demócrata- han experimentado una gran transformación ideológica desde la irrupción de Donald Trump en política allá por 2016. Entonces cuatro optaron por el republicano y repitieron en 2020, mientras que los tres restantes se decantaron por Hillary Clinton y Joe Biden, sucesivamente.
Una guerra por cada voto latino en Pensilvania
“Él (Donald Trump) solo gobernará para los ricos y el resto estamos aquí sufriendo”, afirma a EFE Ana Stahl, una vecina puertorriqueña de Reading, en las escaleras que la llevan a un apartamento repleto de carteles que rezan “Latinos con Kamala Harris”.
En junio abrió en Reading la oficina republicana Coalición Latinos Americanos Por Trump que, inmersa en los preparativos del mitin que el propio expresidente dará este miércoles en la localidad, rehusó hacer declaraciones a EFE.
En sus inmediaciones, un joven dominicano llamado Badir afirma: “Igual que entra gente buena por la frontera, también se han metido muchos delincuentes y criminales. En eso tiene razón Trump. Si gana, sabrá bien qué hacer con ellos”.
En frente, su amigo Tayron, natural de Puerto Rico y cuya esposa cruzó la frontera como indocumentada tras llegar desde Honduras, negaba la mayor: “No, hermano, no sé cómo puedes pensar eso. Yo me siento insultado cuando habla así de los latinos diciendo que hasta mascotas comemos”.
Del ‘cinturón del óxido’ al ‘cinturón latino’
La población latina de Pensilvania (1,2 millones de personas en total) es originaria principalmente de Puerto Rico, República Dominicana, México y Colombia, animados por familiares y amigos que encontraron trabajos y precios mucho más asequibles que en otros estados como Nueva York, o huyendo de catástrofes naturales como el huracán María (2017).
El número de hispanos en Pensilvania ha aumentado en un 40 % desde 2010, según datos de la Oficina del Censo de EE.UU., incrementando las tasas de natalidad y contribuyendo a estabilizar los precios de las viviendas.
También han pasado de participar décadas atrás en sectores como el acero o el carbón, pilares fundamentales de la economía en Pensilvania hasta el proceso de desindustrialización de los ochenta, que les ha llevado a enrolarse en la agricultura, las manufactura o los laboratorios químicos.
Hasta el punto de que por su expansión ya hay quienes han bautizado como el “cinturón latino” a la combinación entre el Corredor 222 junto a otras ciudades también hispanas pero situadas más al norte, como Hazleton.
Un guiño al Cinturón del Óxido, la región del noreste y medio oeste de EE.UU. -donde se encuentra Pensilvania- que desde la segunda mitad del siglo XX padeció el desmantelamiento de fábricas y factorías dejando en paro a miles de trabajadores y convirtiendo zonas rurales en bolsas de pobreza.
En el Corredor 222, los tiempos son otros y su economía se ha diversificado con el impulso de una pujante comunidad latina que, según los expertos, podría tener ahora en su mano las llaves del Despacho Oval.
Con todo, algunos latinos como el propio alcalde de Reading, consideran que, más allá de las urnas, a la comunidad hispana en Pensilvania le queda camino por recorrer en aras de la igualdad: “Hasta yo mismo siento que me tratan diferente dentro de mi propio partido (demócrata)”, reconoce.