Chile. LA VANGUARDIA.- El presidente de Chile, Sebastián Piñera, anunció ayer que estaba dispuesto a levantar el estado de emergencia a partir de las 0 horas del domingo (3 horas GMT del lunes) en Santiago de Chile y el resto de las zonas donde regía. “Luego de conversar con las fuerzas armadas y de orden quiero anunciar a todos mis compatriotas que, si las circunstancias lo permiten, es mi intención levantar todos los estados de emergencia a partir de las 24 horas del próximo domingo”, dijo Piñera desde el Palacio de la Moneda. Piñera pidió también a todos sus ministros que pongan sus cargos a disposición para formar un nuevo gobierno.
El cambio de posición de Piñera, de confirmarse, llega un día después de que las protestas contra la desigualdad alcanzaran el viernes un hito sin precedentes. Más de un millón de personas se manifestaron en la capital para reclamar reformas sociales y la dimisión del presidente. Como siempre en estos casos, las cifras difieren en función de la fuente. Incluso la gobernadora de Santiago, Karla Rubilar, reconoció que la manifestación “reunió a más de un millón de personas”. La alcaldía, sin embargo, avaló el dato de “más de 820.000 manifestantes”. Todos los observadores se inclinan por la primera cifra.
La masiva concentración tuvo su epicentro en la plaza Italia, punto neurálgico de esta ola de protestas que abarca a todo el país. Se trató de una movilización inédita en la historia democrática del país y sólo comparable a las de 1988 contra la dictadura del general Pinochet (1973-1990). La gran plaza se quedó pequeña para acoger a todos los manifestantes. Una multitud inmensa, desbordada, se quedó en las avenidas aledañas. Ni siquiera las dos Copas América que la selección de Chile ganó en el 2015 y el 2016 logaron congregar a tantas personas. El momento más emotivo de la movilización se produjo cuando se desplegó una bandera nacional gigante con el lema “Chile despertó”, mientras desde otra esquina se exhibía otro enorme cartel: “Por la dignidad de nuestro pueblo, salgamos a la calle sin miedo”.
Sebastián Piñera parecía hace tan sólo una semana instalado en un oasis en un conflicto que suma ya más de 18 muertos. Pero era un espejismo. A las reivindicaciones de mejores salarios y pensiones, y precios más justos para la luz, el gas, la educación universitaria y los servicios de salud, se suma ahora la indignación contra el Gobierno por la represión y los excesos de la Policía.
Las protestas comenzaron hace una semana en uno de los países hasta ahora más estables de la región, pero las movilizaciones sociales no sólo no ceden, sino que han alcanzado una fuerza difícil de igualar. La política de privatizaciones aplicada por Chile en la década de los setenta ha convertido el transporte público en uno de los más caros del continente. El sistema público de salud es extremadamente precario. Los salarios son bajos, y los precios de los servicios básicos, altos. Piñera, un hombre de la derecha, prometió mejorar la economía. En vano.