El "mahram", la figura masculina y obligatoria para las mujeres en el Afganistán de los talibanes

El "mahram", la figura masculina y obligatoria para las mujeres en el Afganistán de los talibanes


Sin él no pueden ni viajar a otra provincia, ni tomar un avión, ni entrar en un edificio público ni alquilar un apartamento. Se trata del “mahram”, el hombre que obligatoriamente debe acompañar a las mujeres en el Afganistán de los talibanes.

Mariam, que como todas las mujeres consultadas por la AFP para este reportaje se presenta con otro nombre, tiene 25 años y trabaja en una clínica.

Recientemente le impidieron el paso en la facultad de Medicina de Kabul, donde había estudiado durante tres años antes de que la excluyeran. Iba a buscar su certificado de notas con una amiga.

“En la entrada, los talibanes nos dijeron que necesitábamos un mahram”, explica. “Pero mi hermano estaba en su trabajo, el de mi amiga no tenía la edad suficiente, y su padre murió”.

“Vi a un chico en la calle y aceptó ayudarnos”, haciéndose pasar por un hermano, cuenta.

La norma del ‘mahram’ ya se observaba en Afganistán antes del regreso al poder de los talibanes en agosto de 2021, sobre todo en zonas rurales. Pero de opcional pasó a convertirse en obligatoria.

El ‘mahram’ es un hombre de la familia encargado en el islam de velar por la seguridad pero también por el “honor” de una mujer, y por tanto, de su clan.

– “Normas anacrónicas” –

“El mahram aparece mencionado en el Corán, pero la tradición está en desuso”, explica Slimane Zeghidour, un especialista del islam.

En Afganistán en cambio, “el Corán y la sharia [ley islámica] son la espina dorsal del poder”, explica Zeghidour. El emirato en vigor “aplica integralmente las normas, incluso las más rigoristas y anacrónicas”.

El ‘mahram” debe ser un hombre de la familia inmediata: marido, padre, tío, hermano, hijo o abuelo.

Pero en Afganistán, los más de 40 años de guerras que ha vivido el país han dejado millones de viudas.

“Hay muchas mujeres que no tienen a ningún hombre en casa”, dice Shirin, de 25 años, que tras verse excluida de la universidad está cursando ahora un máster por internet.

“El marido está muerto, el hijo es demasiado joven y ellas se encuentran como cabezas de familia. ¿Cómo podrían tener un ‘mahram’?. El acceso al empleo, además, es aún más restringido para las mujeres viudas.

Esta joven cuenta la anécdota de una excursión que se propusieron hacer el año pasado, para ir de picnic.

Iban en un minibús conducido por su primo, el único hombre, cuando de repente la buseta fue parada por talibanes, furiosos de ver a mujeres sentadas cerca de un varón que no era su ‘mahram’, cuenta Shirin.

Un talibán agarró entonces a su primo por el cuello de la camisa, y las mujeres, en llantos, fueron obligadas a “volver a sus casas”.

La ausencia de “mahram’ puede costar incluso una detención. Los controles, en particular en los retenes de ciudades y pueblos, son rigurosos, tal como cuentan varias mujeres afganas.

– “Leyes islámicas” –

En diciembre de 2021, los talibanes impusieron a las mujeres viajar con un acompañante masculino para cualquier trayecto de más de 72 kilómetros.

En marzo de 2022 les prohibieron tomar el avión solo, tanto en vuelos domésticos como internacionales.

Y para hacer la peregrinación a La Meca, las afganas también tienen que ir con un hombre de su familia.

A sus 80 años, la madre, viuda, de Spojmay no puede hacer la peregrinación prescriptiva a La Meca.

“La agencia de viaje acaba de confirmarme que no puede salir al extranjero sin su ‘mahram'”, dice Spojmay, de 37 años.

El mayor problema para esta afgana que trabaja en Kabul para agencias de la ONU está en “alquilar un apartamento sin un mahram”, dado que su padre falleció y sus hermanos están exiliados.

En el contrato de alquiler dice haber puesto la fotografía de su padre, y para la huella digital, la de su hermana, cuenta Spojmay. “Los talibanes me golpearían y me meterían en la cárcel si se entraran”.

Las mujeres afganas están excluidas de institutos, universidades y numerosos empleos públicos, así como de ir a parques y gimnasios. La política del acompañante masculino “confina de facto a las mujeres en sus casas” y es “increíblemente humillante”, resume Sahar Fetrat, de la oenegé Human Rights Watch (HRW).

“Nuestro país se rige por leyes islámicas”, responde a la AFP el portavoz del gobierno talibán, Zabihullah Mujahid, que fustiga “las interpretaciones erróneas” del extranjero, “basadas en prejuicios”.

– Difícil ser un ‘mahram’ –

Khadija, de 25 años y consultora de mujeres empresarias, matiza que en Kabul “la situación es diferente; podemos ir de compras” sin acompañante masculino.

La tradición es también menos rigurosa en ciudades como Herat, en el oeste, o Mazar e Sharif, en el norte, aunque en las provincias más conservadoras se aplica a rajatabla.

Durante 18 meses, Khadija hizo visitas a domicilio con su hermana para un programa de vacunación. “Tuvimos que tomar un ‘mahram'”.

Oenegés y agencias de la ONU están obligadas a pagar un sobresueldo para el ‘mahram’ de su empleada, que puede ascender a cerca de 40 dólares por día.

Y el hecho de ser ‘mahram’ complica también la vida de los hombres.

Dado que a la mujer se la considera como una menor, su acompañante es el responsable legal, lo que significa que si ella es acusada de incumplir alguna norma, él se exponen a tener que rendir cuentas ante la justicia.

Ahmad, de 32 años y hermano de Khadija, es el acompañante de su madre y sus cuatro hermanas.

“Soy el único hombre en casa”, dice este muchacho que a menudo ha tenido que acompañar a sus hermanas para que no pierdan su empleo.

“Pero yo también tengo mi trabajo y tengo que salir”, dice. “Antes [de los talibanes], mis hermanas podían ir a cualquier sitio”.